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Un poeta y maestro

Hace tiempo debía etas líneas a Guillermo Rothschuh Tablada, poeta y educador, quien murió en Juigalpa en noviembre del año pasado.

Lo conocí en Masatepe en los años cincuenta, cuando en compañía de un grupo de estudiantes del Instituto Ramírez Goyena, del que era director, llegó a proponerle a mi padre, en esos años alcalde municipal, la edificación de una biblioteca en el parque central. Se construyó la caseta, y fueron aportados los libros por los mismos muchachos, entre ellos Roberto Sánchez Ramírez, por el entusiasmo que sabía transmitir a sus discípulos en las más diversas tareas culturales, como aquella de la pequeña pero novedosa biblioteca en un pueblo que hasta entonces no tenía ninguna.

Y así fue la iniciativa de reunir los fondos para levantar la estatua de Andrés Castro, esculpida por Edith Gron, a la entrada de la Hacienda San Jacinto en 1956, en celebración del centenario de la histórica batalla del 14 de septiembre, cuando fueron derrotados los filibusteros de Byron Cole.

Un intelectual iconoclasta que desafiaba el statu quo y que había logrado, en el páramo somocista, hacer del Ramírez Goyena una institución moderna, no solo por el edificio que albergaba el colegio, entonces el mejor de Nicaragua, entre públicos y privados, sino sobre todo por la calidad que él le imprimía, apenas a sus treinta años de edad.

Tengo desconfianza a la palabra telúrico, porque se usa tantas veces mal, o se abusa de ella para enquistar una literatura desfasada, y anquilosada, tanto decir como vernáculo. Pero él encarnó en su poesía lo que es verdaderamente telúrico, lo que sale y viene de la tierra y toma sustancia en las palabras.

El paisaje hablado, las sierras distantes de Chontales y los llanos inmensos que arden en sus poemas sin artilugios y sin artificios. Y entonces lo telúrico se vuelve cósmico, como debe ser, el universo en un puñado de tierra seca tras el largo verano, el mundo que corre en las aguas del río Mayales, la majestad de la poesía que se eleva a las alturas del cerro Cuisaltepe. Variaciones del mismo tema que es la Nicaragua rural y ganadera, infinita y diversa, repartida en parcelas, pero siempre una. El mundo visto desde Palo Solo cuando se despeñan las lluvias, y cuando arden los soles del rojo verano.

La tierra siempre llama al sonido del cuerno de los arrieros. No que es necesario partir, sino que es necesario volver. Hay que regresar, hay que trazar el círculo con los propios pasos. Y aquí desde lejos, en Madrid, recuerdo a este poeta de la tierra, de los paisajes y de la memoria rural a través de estas líneas. Todos tenemos siempre cita con un árbol bajo los ardores del llano ardiente.

Y como educador, dueño de un espíritu libre, siempre en la avanzada. Nunca tuvo temor de desafiar los esquemas tradicionales, y buscó romper brecha para dar una nueva dimensión a la educación de los jóvenes que acudían desde todo el país a las aulas del Ramírez Goyena.

No puedo dejar de asociar su nombre al de mi maestro el doctor Mariano Fiallos Gil, rector de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua. Los dos se distinguieron en la vida por su humanismo, y por su espíritu libérrimo contrario a los dogmas.

A comienzos de los años sesenta, el doctor Fiallos Gil tomó la iniciativa de abrir en todo el país cursos de verano, una manera de sacar la universidad a la calle. Para entonces yo era su secretario de relaciones públicas, y le acompañé a Juigalpa para inaugurar los cursos, cuyo encargado allá era el propio Rothschuh, una de tantas complicidades entre ambos.

Cuando abrimos en Masatepe la Fundación Luisa Mercado, establecimos un premio anual para el mejor maestro del país, elegido por un jurado que presidía otro educador insigne, el doctor Carlos Tünnermann Bernheim; y en el año 2010 recayó en Rothschuh, quien llegó a Masatepe a recibirlo en la ceremonia que celebrábamos en la iglesia parroquial San Juan Bautista.

Por los largos años en que fuimos amigos, tuvimos también complicidades, una de ellas que yo solía firmar mis artículos de prensa desde Masatepe, aunque me hallara en el extranjero, mientras él firmaba todo lo suyo desde Juigalpa, o más bien desde Palo Solo, el barrio donde vivió por las últimas décadas. Un barrio que un día tuvo una paz bucólica, para ser tragado después por el bullicio y el tráfago del comercio, callejero, de lo cual nunca cesó de quejarse; suerte fatal de las poblaciones nicaragüenses que van siendo convertidas en mercados que se extienden sin piedad por todas las calles.

A veces, recibía telegramas suyos dirigidos a Masatepe, que me aguardaban cuando llegaba los fines de semana. No sé gracias a qué misterios eran transmitidos desde Juigalpa, pues ya no existen los telegramas de aquellos que el telegrafista de mi pueblo, don Vicente Noguera, copiaba a mano en la esquela con un empatador que remojaba en el tintero, mientras escuchaba el punteo de la clave Morse.

Ha vuelto ahora a la tierra. Nuestra tierra. La tierra nicaragüense de este poeta y maestro, maestro de juventudes y maestro de poetas.

El autor es escritor.
www.sergioramirez.com www.facebook.com/escritorsergioramirez http://twitter.com/sergioramirezm
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COMENTARIOS

  1. Hace 1 año

    Se honesto Ramirez. Se te olvido mencionar que fueron los Somozas los que construyeron el moderno Instituto Ramírez Goyena. El fundador de la dinastía Somoza ordenó que se construyera como una high school de los Estados Unidos situada en un buen vecindario de ese pais. El Ramírez Goyena recién construido se convirtió en la mejor escuela pública de América Central. Los mejores colegios de Nicaragua en esa época eran los privados Centroamérica de Granada y La Salle Managua y Diriamba. Por otra parte, Guillermo Rothschuh Tablada era un comunista que corrompió a la juventud que asistió al instituto.

  2. Hace 1 año

    Solo tengo palabras de elogio hacia la persona querida y respetada por nuestra sociedad, nuestro brillante e ilustre poeta y escritor Dn. Sergio Ramírez Mercado.
    A quien le deseo muchos años más de vida para que nos siga enriqueciendo con su escritura y enalteciendo allá por donde va. Honra y gloria a nuestra cultura.

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