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Voces democráticas que clamaron en el desierto izquierdista de la Celac

Solo dos de los jefes de Estado participantes en la VII Cumbre de la Comunidad de Estados de Latinoamérica y el Caribe (Celac), realizada el martes 24 de enero  en Buenos Aires, Argentina, se pronunciaron contra las violaciones a los derechos humanos y la falta de libertad y democracia en Cuba, Nicaragua y Venezuela. Ellos fueron los presidentes Gabriel Boric, de Chile, y Luis Lacalle Pou, de Uruguay.

      Boric pidió condenar los atropellos a los derechos humanos “independientemente del signo político de quien gobierne”. Además, exigió la libertad de los presos políticos de Nicaragua y sostuvo que “fuera de la democracia no hay libertad ni dignidad posible…” También aseguró que la experiencia de la dictadura en Chile les enseñó (a los chilenos) “de forma brusca, a sangre y fuego, los efectos de relativizar la democracia y los derechos humanos”. 

      El presidente de Chile, que es militante de izquierda pero democrático, enfatizó en que “la democracia se debe respetar, especialmente en elecciones libres, cuando gana aquel con quien no estoy de acuerdo y los derechos humanos son avances civilizatorios que deben ser respetados”.

      Por su parte, el presidente uruguayo Lacalle Pou cuestionó la ideologización de la Celac, señalando que este foro no debería ser “un club de amigos ideológicos”. Indicó que “hay países acá (en la Celac) que no respetan la democracia, los derechos humanos ni las instituciones”;  y reclamó que ese foro no debe tener “una visión hemipléjica según afinidad ideológica”.

      Fueron apenas dos voces de nivel presidencial clamando libertad, democracia y respeto a los derechos humanos en los países dominados por dictaduras, en el desierto de una Celac integrada por gobiernos casi todos de izquierda autoritaria. Los cuales cuando les conviene reconocen de palabra esos valores y principios fundamentales de la convivencia política civilizada, pero en la práctica los ignoran y desprecian.

      El presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel y los cancilleres de Venezuela y Nicaragua, estamparon sus firmas en la declaración final de la cumbre la Celac cuyo  tercer punto —de los 111 que contiene—,  habla de un “compromiso con la democracia, la promoción, protección y respeto de los derechos humanos…” Pero en la realidad sus gobiernos hacen lo contrario, encubriéndose con el postulado de “no intervención en los asuntos internos de los Estados”, que invocan en el mismo tercer punto de la declaración final de la VII Cumbre.

      La Celac fue creada por iniciativa de los gobiernos izquierdistas para socavar a la OEA y hacerla desaparecer. Es una plataforma para decir discursos y firmar declaraciones grandilocuentes sobre integración regional y planes de desarrollo, que se quedan en el aire porque sus líderes no tienen recursos, voluntad ni interés en llevarlas a la práctica.

La Celac, en fin, es solo “un club de amigos ideológicos”,  como dijo en la IV Cumbre el presidente uruguayo Lacalle Pou. Un club de la variante autoritaria de la izquierda latinoamericana y caribeña, ni siquiera de la democrática que es la respetable y aceptable.

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