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Recordando al doctor Chamorro Cardenal

En la vida de los pueblos, para que salgan de su aletargamiento, parece ser necesario que ocurran hechos extraordinarios que, en medio de la confusión que estos producen, inundan de luz a los espíritus dormidos y los preparan para nuevas y grandes realizaciones. Es lo que pasa cuando se nos viene encima una gran tragedia que a todos nos conmueve o cuando súbitamente, nos damos cuenta que ha caído en el combate de su lucha inquebrantable un gran hombre, porque hasta entonces reconocemos con diáfana claridad que él representaba muchos de nuestros ideales, de nuestros sueños y de nuestras esperanzas.

Es lo que nos sucedió a los nicaragüenses con el doctor Pedro Joaquín Chamorro Cardenal (1924-1978) consagrado por la voluntad casi unánime de sus conciudadanos, como Héroe Nacional y Mártir de las Libertades Públicas.

Serían como las 9 de la mañana de aquel fatídico 10 de enero de 1978 cuando recibí una llamada telefónica del siempre bien recordado  doctor Emilio Álvarez Montalván, amigo muy cercano del Mártir, en la que con voz trémula me dijo: “Wilfredo, acaban de matar a Pedro Joaquín”. Después de hacer los comentarios pertinentes y de recibir las orientaciones para que redactara un proyecto de comunicado, acordamos reunirnos al mediodía en las oficinas del doctor Luis Pasos Argüello en Bolonia, a la que asistieron destacados líderes opositores que llegaron de todo el país, justamente indignados y lamentando lo acontecido.

Hago esta pequeña remembranza de aquellos trágicos momentos, porque como se demostró posteriormente, la sangre derramada por el doctor Chamorro Cardenal desató la ira popular y como vaticinó LA PRENSA en referencia al somocismo, “los enterrados serán ellos” y así fue. Nadie duda ahora que el vil asesinato de doctor Chamorro fue el principio del fin de la dinastía somocista y que si no hubiera ocurrido es muy probable que “a estas alturas del partido” los cívicos de UDEL estaríamos dando discursos contra “el Chigüín” Somoza Portocarrero, ya ungido presidente, y los guerrilleros del FSLN disparando sus tiritos en las más recónditas montañas de Nicaragua, en contra de la Guardia Nacional de la dinastía.

Hay un gesto heroico en la vida del doctor Chamorro que nos recuerda las páginas de Homero en su incomparable Ilíada. En la carta que le envió a doña Violeta, cuando Olama y los Mollejones, antes de abordar el avión que lo podría estar llevando hacia la muerte, después de pedirle perdón por su espíritu aventurero, le dice: “Amor, a tus hijos diles que mi patria son ellos y otros niños como ellos, por los cuales hay que sufrir y a veces hasta morir”.

 Para los nicaragüenses que amamos a nuestra patria, como la amó Pedro Joaquín, es muy frustrante ver como 45 años después de su extraordinario sacrificio seguimos sufriendo los atropellos de una cruel tiranía igual o peor que la que él combatió. Él quería algo muy diferente a lo que estamos viendo o viviendo. Quería una Nicaragua con justicia, progreso social y libertad para todos. Por eso sufrió cárcel, exilio y muerte. Nunca recibió ningún beneficio personal a cambio, pues los que se adueñaron del poder nadando en su bendita sangre, lo que han hecho en correspondencia es maltratar a su familia, haciéndoles beber el acíbar en el cáliz de la amargura.

 Persiguen a sus hijos: Pedro Joaquín, Claudia, Cristiana y Carlos Fernando y tratan de humillar a su adorada Violeta y a su entrañable hermana Anita, en cuanta oportunidad se les presenta. Pretenden destruir LA PRENSA, que con tanto tesón y en medio de un mar de dificultades había levantado, para que estuviera al servicio de los nicaragüenses. Al doctor Chamorro Cardenal lo mataron físicamente los somocistas y ahora quieren matarlo espiritualmente los orteguistas, pero no lo lograrán. Porque su pensamiento de libertad y justicia social está muy arraigado en el corazón y la mente de millones de compatriotas.

En tal virtud, los nicaragüenses, por quienes se sacrificó en el altar de la patria, tenemos una deuda pendiente con él, que no debemos de dar por satisfecha, hasta que se cumpla la consigna patriótica que nos dejó: ¡Nicaragua, volverá a ser república!

El autor es periodista y secretario general de la Asociación de Nicaragüenses en el Extranjero (ANE).

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