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Yo también tengo un sueño

Por la mañana del 28 de agosto de 1963, un hombre de raza negra, de aspecto fornido y mirada rutilante, con una Biblia en una mano y un legajo de papeles en la otra, se irguió frente al monumento a Abraham Lincoln en Washington DC, y después de calmar los ánimos exaltados de los 200 mil manifestantes que lo acompañaban, comenzó su discurso, que hoy forma parte de la historia de los Estados Unidos (EE. UU.).

Ese hombre era el líder del Movimiento de Integración Racial, Martin Luther King (1929-1968) y el discurso que pronunció lo tituló: Tengo un sueño. El famoso discurso fue pronunciado, con motivo de celebrarse el centenario de la Proclama de Emancipación de los esclavos negros, por el eximio presidente Lincoln. A continuación, les presento unos breves extractos de aquella alocución de Luther King:

“La proclama de la Emancipación (1863) fue como un rayo de luz y esperanza para millones de esclavos negros. El negro en los EE. UU. se encuentra desterrado en su propia tierra. No busquemos satisfacer nuestra sed de libertad bebiendo en la copa de la amargura y el odio”.

Así como Martin Luther King tuvo su sueño, para estos días de Navidad y Año Nuevo todos los nicaragüenses solemos dar rienda suelta a nuestra imaginación, para también tener nuestros propios sueños. Desde el niño que sueña con la bicicleta hasta la niña que sueña con su muñeca Barbie. Mas, somos muchos los que anclamos nuestros pensamientos en el presente y futuro de nuestro país. Soñamos con una Nicaragua a la vanguardia de las naciones centroamericanas, gozando todos de amplias libertades públicas y privadas, sin presos políticos, sin madres llorando por la silla vacía a la hora de la cena tradicional. Soñamos, en una Nicaragua con pleno empleo para que todas las familias tengan lo necesario para vivir dignamente, junto con los suyos, y para que no tengan que migrar hacia tierras extrañas donde a veces son tratados sin la menor consideración. Soñamos, en fin, con vivir en democracia con justicia y libertad, con tener gobiernos legítimos que emanen de la voluntad del pueblo y no dictaduras que nos reprimen cruelmente, por no doblar la cerviz frente sus mezquinos intereses de acumular riquezas y perpetuarse en el poder.

 Con motivo de Navidad y Año Nuevo, cuando los nicaragüenses tenemos más razones para estar tristes que alegres, he querido dedicar este público reconocimiento a mis compatriotas, que han luchado o siguen luchando, por nuestra dignidad nacional:

¡Honor y gloria, para los 355 mártires, hombres y mujeres, quienes cobijados por la bandera azul y blanco de la patria, en las heroicas jornadas de abril y mayo del 2018, derramaron su sangre y entregaron sus vidas, por el ideal de una Nicaragua mejor para todos!

¡Honor y gloria, para los que cayeron heridos, víctimas de la ambición desmedida y de la intolerancia, porque vendrá el día en el que verán resplandecer sobre sus cabezas, el sol de la justicia con todo su esplendor!

¡Honor y Gloria, para los caminantes que ambulan por lugares extraños, en la búsqueda afanosa de la tierra prometida, que no encontraron en su patria querida!

¡Honor y Gloria, para los y las secuestradas en prisiones inmundas, por el derecho a tener ideas propias y por no claudicar a los principios que enaltecen la dignidad humana!

¡Honor y Gloria, para las madres, esposas y vástagos, de los que sufren prisión injusta, en las mazmorras de la dictadura, cuyas lágrimas fecundan los sueños de una Nicaragua con igualdad de oportunidades para todos!

¡Honor y Gloria, para los periodistas que a riesgo de sus propias vidas, cumplen con el deber de informar a la ciudadanía, sobre la verdad y nada más que la verdad de lo que está ocurriendo en la actualidad, en nuestra desventurada Nicaragua!

¡Honor y Gloria, para nuestra Iglesia católica que con sus obispos Rolando Álvarez y Silvio Báez, y sus sacerdotes, así como algunos pastores evangélicos, han sabido estar a la altura de las circunstancias, no solo compartiendo los dolores y las aspiraciones de nuestro pueblo, inspirados en el ejemplo de Jesús, sino fomentando la fe y la esperanza que augura mejores días para el porvenir de nuestra nación!

El autor es periodista y secretario general de la Asociación de Nicaragüenses en el Extranjero (ANE).

Opinión
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