Se acostumbra en los últimos días de diciembre hacer balances del año que termina.Pero por ahora queremos referirnos solo al ámbito internacional.
En América Latina lo más relevante ha sido la continuación del retroceso de la democracia y el avance del populismo izquierdista, que con sus triunfos electorales en Colombia y Brasil se ha apoderado ya de casi toda la región. Al mismo tiempo, sea por influencia del avance izquierdista o por sus propias dinámicas, los regímenes autoritarios se han consolidado o fortalecido.
Pero lo más relevante en el mundo ha sido la guerra de agresión contra Ucrania, desencadenada a mediados de febrero por la Rusia autocrática de Vladímir Putin. Una guerra que ha causado gran mortandad humana y destrucción material en Ucrania, pero también una crisis económica mundial de la cual ningún país se ha podido escapar.
Sin embargo, esta guerra también ha generado una solidaridad internacional casi total, pero en particular del mundo libre y democrático, con el pueblo ucraniano agredido. Cabe destacar la extraordinaria votación del 13 de octubre en la Asamblea General de Naciones Unidas, cuando 143 países condenaron la agresión expansionista rusa y solo cinco, entre ellos la representación de Nicaragua, respaldaron a Rusia. Ni siquiera los representantes de China y Cuba votaron a favor del agresor, pues al parecer por decoro optaron por la abstención.
La agresión armada rusa le ha permitido al pueblo ucraniano demostrar un inmenso coraje para infligir contundentes derrotas militares al invasor. Pero también es necesario reconocer que sin el respaldo de Estados Unidos y Europa no habrían sido posibles esa resistencia y victorias militares parciales ucranianas
Una consecuencia muy positiva de la guerra en Ucrania ha sido la reanimación del espíritu de lucha del Occidente democrático, en particular de Estados Unidos y la Unión Europea, que han impuesto contundentes sanciones al agresor a fin de defender sus valores de libertad, democracia y dignidad humana.
EE. UU. y Europa han entendido muy bien que la agresión de Rusia no es solo contra Ucrania, sino contra todo el Occidente y sus valores morales y políticos.
Josep Piqué, editor de la prestigiosa revista bimensual española Política Exterior, apunta en un artículo de balance que la guerra en Ucrania ha fortalecido la moral y la política de Europa democrática. “Tuvieron que pasar 15 años desde la caída del muro de Berlín —escribe Piqué— para que los países de Europa Central y del Este entrasen en la UE, y una década si contamos desde que se asumió en serio el compromiso de incluirlos. En el caso de Ucrania, el proceso podría ir más rápido, dada la voluntad firme de ambas partes. La meta está clara y es compartida: una Ucrania libre, próspera y europea; una Ucrania en paz”.
Eso significa —agregamos nosotros—, una Europa siempre libre, democrática, próspera, dispuesta a enfrentar las amenazas y chantajes de las potencias expansionistas Rusia y China.
No es posible saber cuándo terminará la guerra en Ucrania. Pero está claro que Rusia no podrá vencer y someter al pueblo ucraniano. Y que más bien saldrá derrotada en todos los órdenes del conflicto que ella misma provocó.
El 2022 ha sido pues un año malo, pero también y al mismo tiempo muy bueno y esperanzador, para el futuro de la libertad, la democracia y la dignidad de la raza humana.