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El desafío de las Américas

Mao Tse-Tung (1893-1976), líder y fundador de la República Popular de China, en unas declaraciones que dio después del triunfo de la Revolución en 1949, vaticinó que “la derrota del imperialismo norteamericano no sería el resultado de una guerra, tipo convencional, sino que sería el producto de una especie de guerra de guerrillas, que irían poco a poco acorralando al coloso hasta hacerlo colapsar ineluctablemente”.

Más o menos por esa misma época el célebre general Douglas MacArthur, vencedor del Japón, en una comparecencia pública declaró que “el principal problema de la política exterior de los Estados Unidos puede resumirse en dos palabras: demasiado tarde”.

He querido dejar bien planteadas estas dos premisas, porque tanto la Federación Rusa de Putin como la República Popular China de Xi Jinping, cada día penetran más en nuestros territorios, convirtiéndose en una real amenaza para nuestras débiles democracias. Es vox populi que los cantos de sirenas acompañados de ayuda en lo político, económico, militar, tecnológico y social, que esas potencias dictatoriales traen a nuestros países, no son más que el caballo de Troya que a la postre, solo dejarán por donde pasen desolación y ruina. Algunos ya se preguntan: ¿Es que acaso los pronósticos de Mao y los señalamientos de MacArthur, van en camino de cumplirse?

Tanto los EE. UU., México, Brasil, y otros que en la segunda mitad del siglo XX ayudaron a restaurar el sistema democrático en naciones como República Dominicana, Haití, Granada, Panamá y Nicaragua, ahora parecen tener fuera de sus agendas la profunda crisis que vive nuestro país desde hace 5 años. Consecuentemente, veo con marcada preocupación, como algunos gobiernos democráticos “dirigen la mirada hacia otro lado”, como dijo acertadamente en su reciente visita a México el presidente de Chile, Gabriel Boric, pues en el caso de nuestra desventurada patria ni siquiera han sido capaces de presionar lo suficiente para que pongan en libertad a nuestros presos políticos, injustamente encarcelados. Han convertido a la Carta Democrática de la OEA, que en su momento todos firmaron, y las declaraciones de los Derechos Humanos, en puro papel mojado.

Cabe recordar que en el siglo XX a los Estados Unidos (EE.UU.) le llamaban el líder del mundo libre, y en América Latina, solo Cuba estaba en poder de los que propugnan por el totalitarismo marxista-leninista, hoy son tres (Cuba, Venezuela y Nicaragua) por lo que la pregunta es: ¿Cuántos serán dentro de 20 años?

La historia nos cuenta que en la reunión que sostuvieron en Moscú a principios de los 50 del siglo pasado el vicepresidente de los EE. UU., Richard Nixon, con el primer ministro de la URSS, Nikita Kruschev, este último le dijo al norteamericano: “No se preocupe Mr. Nixon, que sus nietos vivirán bajo el comunismo”. ¿Se cumplirán las palabras del premier ruso? Quiera Dios que no sea así. No obstante lo anterior, espero que los gobiernos democráticos de la OEA y de la Unión Europea (UE) no se olviden de Nicaragua, pero con hechos tangibles que reflejen la sinceridad de sus buenas intenciones y no solo palabras.

Lo primero es que se logre la libertad incondicional de los 250 secuestrados políticos —algunos llevan más de 4 años sufriendo calamidades en las mazmorras de los Ortega-Murillo— solo por haber participado en alguna protesta cívica o haber externado su interés en ser candidato presidencial en las fraudulentas elecciones de noviembre del 2021. Considero que como estamos cercanos a la Navidad y al Año Nuevo, cuando hasta los corazones más empedernidos son más receptivos a este tipo de gestiones, una acción mancomunada de varios gobiernos europeos y latinoamericanos podría tener éxito en lograr que estos presos y estas prisioneras sean liberados.

En cuanto a la situación nacional, la resistencia de nuestro pueblo no deberá de cesar, hasta que se produzca el retorno hacia el sistema democrático, que tan caro ha sido para la colectividad nicaragüense. Esta es una demanda necesaria e impostergable que nos corresponde a todos y cada uno de los compatriotas, dentro y fuera del país, porque como ciudadanos (as) tenemos derecho a vivir en libertad y democracia y a escoger en elecciones libres y honestas a nuestros legítimos gobernantes.

El autor es periodista y secretario general de la Asociación de Nicaragüenses en el Extranjero (ANE).

Opinión
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