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El descaro inaudito

Cuando los próceres de la independencia de nuestras naciones tuvieron que enfrentar el problema del sistema de gobierno que más convenía para la bienandanza de nuestros pueblos, uno de los más peliagudos, sin duda alguna, estribó en que tenían que escoger entre la monarquía y la democracia. Unos, como el argentino general José de San Martín, inicialmente fue partidario de la monarquía, mientras que el venezolano Simón Bolívar lo era de la democracia. De la reunión que ambos sostuvieron en Guayaquil el 26 de julio de 1822, poco ha trascendido, no obstante, hay algunos de sus biógrafos que tienen la certeza de que en la agenda del histórico encuentro, siempre estuvo presente dicho tema, pletórico de complejidades.

En los albores del siglo XXI muchos pensamos que por existir una Carta de la ONU y otra Carta Democrática de la OEA y varias Convenciones sobre Derechos Humanos, a los latinoamericanos nos iba a ir mejor, porque nuestros gobiernos estarían en la obligación de respetar lo estatuido en esas declaraciones. Pero resultó la cosa peor, porque las dictaduras que han surgido están orientadas por la Revolución Cubana, cuya característica principal es violar sistemáticamente esos Derechos Humanos.

Estas dictaduras (Cuba, Venezuela, Nicaragua) no respetan las leyes humanas ni divinas, se atornillan al poder a perpetuidad y como carecen de escrúpulos, son capaces de hacer cualquier cosa en contra de la ciudadanía. Se burlan cínicamente de nuestros conciudadanos invitándolos a participar en elecciones fraudulentas, en las que solo ellos participan  y luego, con un descaro inaudito, se declaran vencedores sin la más mínima competencia. Es precisamente lo que ocurrió el pasado 6 de noviembre en nuestra querida Nicaragua, cuando nuestro pueblo demostrando, una vez más, su coraje, su dignidad y su hidalguía, se abstuvo de participar en un 82.7 por ciento en la farsa, que ellos denominan pomposamente elecciones municipales.

Recientemente, un grupo de abogados costarricenses hizo un estudio sobre la Constitución de Nicaragua y sobre la forma como está siendo acatada por el binomio dictatorial Ortega-Murillo, que ilegítimamente siguen al frente del gobierno. Al preguntarles sobre dicho análisis irónicamente me contestaron,  que el problema no es cuáles artículos han violado, sino cuántos no han violado del texto completo de la Carta Magna.

Es entonces cuando uno se pregunta: ¿Cuántas veces los Ortega-Murillo han hollado nuestra Constitución, basados únicamente en el espurio respaldo que les otorgan los mafiosos altos mandos del Ejército y la Policía? Que me digan, la caterva de leguleyos que se prosternan ante la dictadura, ¿en qué articulo de nuestra Constitución se dice que ahora vivimos bajo el régimen del partido único; que esta titularidad le corresponde al partido FSLN  y que es el único partido que tiene derecho de participar en las elecciones para elegir a nuestros gobernantes nacionales y locales? Que me digan ¿desde cuándo desapareció de nuestra Constitución, que el Gobierno del Estado dejó de ser republicano y democrático representativo, para convertirse pública y descaradamente en una dictadura?

La verdad es que desde hace rato el régimen de los Ortega-Murillo resulta intolerable, no solo para nosotros los nicaragüenses que lo sufrimos en carne propia, sino también para todos los demócratas del mundo. Mas, hay otra verdad que también hay que reconocer y es que los nicaragüenses hemos dado pruebas inconmensurables, en sangre, sudor y lágrimas, principalmente desde el pasado 18 de abril del 2018, de que estamos luchando dignamente por recuperar nuestro lugar en el concierto de las naciones civilizadas.

No podrán decir otra cosa, nuestros hermanos solidarios, que desde cómodas tribunas y con altisonantes voces se han limitado a simples declaraciones de condena y sanciones individuales, cuya efectividad ha sido seriamente cuestionada. O es que acaso: ¿Están esperando que hayan otros 355 mártires; otros miles de heridos; otros centenares de reos políticos y que el 58 por ciento de nuestra población abandone el país —como afirma CID-Gallup en su última encuesta que quieren hacerlo— para dirigirse a otros países en busca de oportunidades?

Hay que salvar a Nicaragua, no permitiendo que la dictadura se consolide. Necesitamos, hoy más que nunca de hechos y no solo de palabras contundentes, que en la mayoría de los casos se las lleva el viento.

El autor es periodista y secretario general de la Asociación de Nicaragüenses en el Extranjero (ANE).

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