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Saramago y las votaciones municipales

La bruja que precedía el macabro desfile y que llevaba por bandera un trapo negro con una calavera en el centro no cesaba de gritar ¡el comandante se queda! En aquel día de aquelarre y de elecciones municipales todo el mundo estaba pendiente de lo que podría pasar, pues la bruja había sido muy acertada en sus vaticinios y además, presumía para que todos le oyeran, de que estaba entroncada por razones de abolengo con las brujas del Valle de Birnam, las mismas que le habían pronosticado a sir Macbeth que sería rey y que luego sería destronado, cuando los árboles caminaran en pos de él, tal como en efecto sucedió en Dunsinane varias semanas después.

De este y otros diabólicos episodios hablaré otro día, porque se afirma que los descendientes de aquellos infortunados autócratas, sir Macbeth y lady Macbeth, ya están en Nicaragua. En esta ocasión quiero referirme a las votaciones municipales, que ha convocado la dictadura de los Ortega-Murillo para el 6 de noviembre próximo, para cometer un nuevo fraude electoral, al que no daríamos alguna atención, si no fuera porque dentro del sistema democrático por el que muchos propugnamos, las elecciones de alcaldes y concejales tienen una primordial importancia para el progreso de nuestros pueblos y ciudades en toda la nación.

En Nicaragua habíamos avanzado bastante en cuanto a la autonomía municipal, pero como todo lo que toca el FSLN lo destruye, ahora es el binomio dictatorial quien decide, en función de su sectarismo partidario, a qué ciudades hay que ayudar más con los recursos del Estado para que progresen y quiénes deben de ser los alcaldes y concejales, aunque se roben los impuestos que con tanto sacrificio paga la ciudadanía en general.

Por eso, este próximo 6 de noviembre, para las personas conscientes que aman a su ciudad y que desean un progreso real para sus comunidades, no habrá por quién votar, pues es vox populi que la lista de los futuros alcaldes y concejales ya se encuentra en los escritorios del dictador y de su vicedictadora          —85 por ciento para el FSLN y un 15 por ciento a repartir entre los micropartidos colaboracionistas— solo esperando el momento oportuno para enviársela a los serviles magistrados del CSE, que sin ningún rubor y totalmente huérfanos de dignidad, seguramente darán a conocer el día de la farsa electoral.

Esta aberración, propia de las dictaduras, nos lleva lamentablemente a que parte de la ciudadanía esté perdiendo la fe y la esperanza en las elecciones, que son fundamentales para la legitimación de nuestros gobernantes.

Uno de los más prominentes escritores del siglo XX, José Saramago (1922-2010), oriundo de Portugal y Premio Nobel de Literatura (1998) en una de sus obras titulada Ensayo sobre la lucidez, trata sobre el asunto de tal manera, que a veces me parece que lo que escribió es sobre Nicaragua y no de otro país imaginario como dicen que se propuso.

El tema de la novela mencionada de Saramago es el siguiente: “En un día lluvioso de elecciones en una ciudad que no se identifica, la mayoría de los electores deciden independientemente, votar en blanco. El gobierno decreta repetir las elecciones una semana después y el porcentaje de abstencionismo aumenta hasta un 83 por ciento. Ante este hecho inesperado el gobierno emprende una serie de investigaciones y toma decisiones autoritarias, represivas e incluso ilegales, tratando de relacionar la victoria del voto en blanco con la llamada ‘ceguera blanca’, enfermedad que había afectado colectivamente a la población cuatro años antes”. Los editores comentan que “la novela es una reflexión sobre los mecanismos del poder y de las actitudes de los gobernantes ante una posible revolución pacífica protagonizada por un pueblo desesperanzado e incrédulo en medio de las elecciones que legitiman la democracia”.

Estos fragmentos de la novela de Saramago, me recuerdan el espíritu de abril del 2018, cuando nuestro pueblo demandó en las calles por el fin de la dictadura y por el restablecimiento de la democracia. Los filósofos nos dicen que “no hay efecto sin causa” por lo que la pregunta es: ¿Si prevalecen las mismas causas que motivaron un 18 de abril, hay probabilidades de que se vuelvan a producir los mismos efectos?

El autor es periodista y secretario general de la Asociación de Nicaragüenses en el Extranjero (ANE).

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