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Javier Álvarez, perseguido por la dictadura: “Mi vida a cambio de la libertad de mi familia”

Esta entrevista trata de explicar quién es Javier Álvarez Zamora y por qué la dictadura de Daniel Ortega se ha ensañado contra él al secuestrar a su esposa, hija y yerno para que se entregue

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La noche del 13 de septiembre pasado, un amplio despliegue policial intentó capturar a Javier Álvarez Zamora. Al no encontrarlo, el régimen apresó a su esposa Jeannine Horvilleur, de 63 años; a su hija, Ana Carolina Álvarez Horvilleur, de 43 años, y a su yerno, Félix Roiz, de 53. Un par de días más tarde recibió una propuesta del régimen: la libertad de la familia si Javier Álvarez se entrega.

Desde Costa Rica a donde se refugió, Álvarez dice no explicarse por qué tanta saña contra él porque solo es un opositor de bajo perfil, que de vez en cuando ayudaba a presos políticos o familias perseguidas. “Mi vida y mi actividad política es pacifica, es cívica y es humanitaria”, dice y a pesar de saberse “inocente” afirma estar dispuesto a “pensar en entregarme, aunque sé que tengo pocas posibilidades de salir vivo de ahí, por mi edad y por mis dolencias. Mi vida por su libertad”.

Álvarez, de 68 años, se integró al Frente Sandinista en 1975 y 20 años después hizo un pacto con su esposa de no meterse más en política. Los sucesos del 2018 lo llevarían a declararse opositor. En esta entrevista explica las circunstancias que lo llevaron a entrar al Frente Sandinista, dejarlo luego, y después volverse “opositor con un activismo humanitario”, como él se define.

(Foto Oscar Navarrete/La Prensa)

¿Quién es Javier Álvarez Zamora, porque hasta hace un par de meses muy pocos sabían de usted y ahora tiene presa a su familia y está en el exilio, huyendo de Ortega?

Yo soy Managua. Fui parte del Frente Sandinista. Luché contra la dictadura. Estuve en la insurrección. Mas como una actividad política que como guerrillero. Yo estoy en el Frente desde el 75. Soy de la generación de los jóvenes que salieron de los colegios religiosos, que impulsados por sus ideas religiosas y democráticas nos organizamos primero en el Movimiento Cristiano Revolucionario, que lo organizó, entre otros, el padre Fernando Cardenal. De ahí pasamos al Frente Sandinista. Fui dos veces capturado por la dictadura de Somoza.

¿Qué hizo en los años 80?

El 19 de julio me agarra en Granda, y ya me quedé trabajando en Granada. Un par de años después me dicen: vas para Río San Juan, como secretario político. Estoy desde abril del 82 hasta junio o julio del 85 en Río San Juan, una zona de guerra. Fue la mejor experiencia de mi vida en todos estos años. El trabajo con los campesinos, principalmente. Ahí estaba mi esposa. Por primera vez estuvimos juntos.

¿Cómo se conocieron?

En el movimiento cristiano, en el 74. Yo fui su primer novio y ella fue mi primera novia. Nos casamos en noviembre del 78. Ella se fue a organizar a la Juventud Sandinista y después estuvo al frente de la Cruzada de Alfabetización en la Región Uno. Después pasó a la zona de Carazo, Granada y Rivas como regional de la Juventud y ya tuvimos la primera oportunidad de estar aproximados y a veces llegaba a dormir. Ya teníamos una hija, que es la que esta presa. La primera vez que podemos estar juntos es cuando a mí me dicen: vas para Río San Juan, en el 82.

¿En qué momento deja al Frente Sandinista?

Cuando vemos que el Frente va por mal camino. Ya sentíamos desde antes que había cosas que no nos gustaban, pero cuando se ve que este no es el Frente en que nos metimos, no es el Frente de Julio Buitrago, de (Leonel) Rugama, de Carlos Fonseca o del profesor (Ricardo) Morales Avilés, entonces nosotros nos retiramos. Hicimos un pacto. Un pacto verbal. Nunca más en política. Hasta aquí llegamos. Podría haber sido en el 95 eso. Nos dedicamos a sobrevivir, a buscar la sobrevivencia. Hay siempre la creencia que todos los que estuvimos en el Frente salimos cargados de reales. Eso no es cierto. Nosotros salimos a buscar la sobrevivencia. Con mi padre pusimos una farmacia, porque él es farmacéutico.

Félix Roiz Sotomayor, Ana Carolina Álvarez Horvilleur y Jeannine Horvilleur Cuadra. Todos capturados y enjuiciados. (Cortesía)

Usted ha dicho que su esposa padece de cáncer.

Ella es una mujer recta, honorable que se enfrentó a su cáncer con un valor increíble. En el 2016 a Jeannine le detectan un cáncer de seno y sufre una mastectomía y pasa por toda la quimioterapia. Eso nos lleva a cerrar la farmacia porque la farmacia es una esclavitud. Y el doctor le dice que tiene que llevar la vida lo más tranquila posible. Sin tensiones. Ahorita, para el 30 de septiembre, ella tenía su chequeo de control con el oncólogo, y la capturan el 13 y está ahora en El Chipote. Trabaja con niños. No se metía en lo absoluto en política.

¿Cómo describe a su hija y a su yerno?

Mi hija Carolina es una muchacha que pertenece a la generación de lo que se llamó “los niños abandonados”. Sufrió el abandono de sus padres porque sus padres estaban a tiempo completo en la revolución. Y eso la marcó. Sin embargo salió adelante, es una muchacha brillante. Se graduó con honores en su universidad. Habla español, inglés y francés. Félix hizo el servicio militar. Recibió una beca y estudió ingeniería hidráulica. Aprovechó el tiempo. Se vino a Nicaragua y aquí formó su empresa y es una empresa exitosa. Ahora esa empresa está abandonada. Es un muchacho recto, honorable, trabajador.

¿Usted sí se ha definido como un opositor?

Sí, yo me defino como un opositor. ¿Te acordás del caso de Lea valle? Eso a mí me llegó al alma. Yo recogí algún dinero, alguna ropa, algún alimento y a través de otras personas contacté a doña Lea y se lo di.

¿Estaba rompiendo el pacto que hizo con su esposa?

Ya lo estaba rompiendo. Era algo humanitario. Cuando se dan las jornadas del 18 me voy al hospital Bautista, de mi propia voluntad, porque me doy cuenta que están llevando a los muchachos heridos y empiezo a vincularme con ellos, a llevarles cosas, medicinas, alimentos, lo que necesitaban. Establezco una relación humana porque sabía lo que era estar en esas circunstancias. Así es como yo soy opositor. Yo no estoy vinculado a una organización específica, mi trabajo ha sido ayudar a la gente más necesitada. Por eso yo me declaro un opositor con un activismo humanitario.

(Foto Oscar Navarrete/La Prensa)

¿Por qué entonces Javier Álvarez es perseguido con saña?

Habría que preguntarles a ellos, porque no sé cuál es la acusación específica que tienen contra mí. Probablemente les molesta la ayuda que doy porque significa la sobrevivencia, aunque sea en pequeño, de los que somos opositores.

¿Cuál ayuda?

A los presos políticos. Y por supuesto, pueda ser que alguna organización me dijera que necesitaba algún recurso, tenemos a alguien en una situación económica muy complicado, y yo ayudaba.

¿Esa ayuda era de su propia bolsa?

Si.

Porque el régimen lo verá como un financista.

Exacto. Yo creo que ahí está el tema. Dentro del esquema que ellos tienen, ver que alguien consigue o tienen un recurso para dar, es como el que maneja fondos, el que recibe fondos, y, entonces, agarrando a esa persona agarrás todo el hilo de dónde viene la ayuda, quién da la ayuda. ¿La dan los gringos? Jamás he tenido el más mínimo contacto con algún personaje o personero que tenga que ver con una organización extranjera. ¡Nunca!

¿Y usted cree que su nombre salió en las capturas que realizó el régimen?

Yo creo que sí. Sobre todo en los teléfonos, porque obviamente me tenía que comunicar con alguien.

¿En qué momento supo que estaba en peligro de ser capturado?

Después de tanto tiempo de estar en esto, desde el 75, y haber sufrido dos veces capturas en manos de la dictadura (de Somoza) en la que sufrí torturas horribles, y de estar en la situación de guerra en la que vivimos, uno va desarrollando como un sexto sentido, como una intuición. Empecé a ver alrededor de mi casa cosas que no eran normales: motocicletas, individuos, personas que no las había visto antes, haciendo que no hacían pero ahí estaban. Yo entraba y salía de mi casa normal. Una moto. Después dos motos, después un carro, una camioneta.

Entonces salgo el día 12 (de septiembre), me voy a una casa, creyendo que me estoy yendo por un par de días mientras se terminan de aclarar quiénes son las personas que están llegando y así poder regresar. El tremendo impacto que siento es cuando recibo la información que llegaron a la casa de mi hija y que la están allanando a las nueve y media de la noche, sin orden de captura, sin orden de allanamiento, en horas fuera de lo que dice la ley, y que me están buscando. Ahí está mi yerno, y logra comunicarse con mi hija que está donde su madre, visitándola, y le dice: aquí están unos señores hablando conmigo. Ella entendió que era la Policía.

Después me llega la información que, como a eso de las 11 de la noche, ya están en mi casa. Eso fue el día trece. Entonces yo inmediatamente tomo mis medidas de resguardo y preparo mi salida para el exilio forzado.

¿En ese momento usted no sabe que su familia ha sido apresada?

No me doy cuenta que ellos han sido detenidos. Pienso que va a pasar lo que siempre pasa. Llegan, destruyen la casa, patean la puerta, quiebran una mesa, rompen algo, sientan a la familia, la interrogan, a lo sumo se la llevan a algún lugar, la tienen toda la noche ahí y al día siguiente la sueltan. Hasta ese momento esa había sido la actitud de la represión en Nicaragua.

¿Cómo vivió esa decisión de irse al exilio?

Es horrible. Estás dejando tu vida, tu esposa. Tomá en cuenta que estamos juntos desde abril del 74. No nos hemos separado. Hemos vivido tres veces nuestra vida más tiempo juntos que lo que vivimos separado. Me puse de novio con ella cuando ella tenía catorce años y yo tenía 18.

Se le ve muy enamorado de su esposa.

(Silencio durante unos segundos. Asiente con la cabeza y llora) La amo. Es mi todo. Y yo soy su todo. Era dejar mi vida en horas. La noche anterior podíamos estar viendo una película de Netflix, juntos los dos en la cama, y de pronto saber que tenés que abandonar tu país, que tenés que abandonar tu familia y la tenés que abandonar a ella, siendo tan pegados como somos. Es un golpe durísimo. Durísimo.

Y aún no sabía que estaba presa.

Eso lo sé cuando entro a Costa Rica, porque tengo mi teléfono cerrado. Siempre he pensado que ellos tienen tecnología para identificarte con geolocalización, si acaso no tienen tecnología para poder entrar. Le quito batería, chip, mi teléfono muerto. Ya entrando a Costa Rica compro un chip y cuando enciendo mi teléfono veo el último mensaje que ella logró enviarme a mi teléfono ya apagado: “Nos llevan detenidas a mí y a tu hija. Me derrumbé. Mi primer envión es yo me tengo que regresar. Me agarran y me dicen no, que esa es la peor decisión que puedo tomar.

En el camino recibo otro mensaje de otra gente que dice: parece que ya las liberaron. Vuelvo a la vida. Al día siguiente unos amigos me dicen: Javier, ¿alguien las ha visto? ¿Alguien ha hablado con ellas? No. Empezamos a buscarlas con amigos y familiares, van a las casas, se va al Chipote, aquí no están. Están desparecidas. Vuelve la adrenalina y la tensión a su nivel máximo.

No aparecen por ningún lado. Se vuelve a ir al Chipote y ya aceptan: “Aquí los tenemos y no los vamos a soltar hasta que el hijo-de-tal-por-cual se presente aquí. De nuevo la angustia y el dolor. Una enorme sensación de culpa. Aunque yo sé que no soy culpable de nada. Ni ellas son culpables de nada. Si acaso yo tengo alguna culpa es querer a una Nicaragua Iibre y democrática.

¿Solo por esa vía recibió el ofrecimiento de que si usted se entregaba liberaban a sus familiares?

Solo por esa vía. Fue uno de los guardas que estaba ahí en El Chipote.

(Foto Oscar Navarrete/La Prensa)

¿Pensó en algún momento en entregarse?

¡Claro! Por supuesto. Pero tengo un grupo de amigos aquí y me dicen: “No podés confiar en ellos. Te capturan a vos y no los liberan”.

¿Si usted tuviera garantías de que liberarán a sus familiares aceptaría esa propuesta?

Es posible que haga ese pensamiento. Si a mí me dicen: las vamos a poner en seguridad, no las vamos a agredir, no les vamos a poner patrullas ni paramilitares, vamos a dejar que su vida siga, yo puedo pensar en entregarme, aunque sé que tengo pocas posibilidades de salir vivo de ahí, por mi edad y por mis dolencias. Mi vida por su libertad.

¿Alguien los ha visto?

Ellas están en el hoyo negro que significa El Chipote. No hay visitas. Lo único que han aceptado es que se les lleve agua, jugos, galletas y algunas otras cosas más. Yo tenía la esperanza que terminaran de hacer las averiguaciones y las dejaran libres, pero el dos de octubre vimos la acusación en la página de Sistema Judicial y el uno de octubre estaba la primera audiencia donde el fiscal los acusa a los tres de conspirar para el menoscabo de la soberanía e integridad nacional y propagación de noticias falsas a través de las redes. Yo digo desde aquí, y sostengo con absoluta seguridad: son cargos inventados. No tienen ninguna responsabilidad.

A diferencia de otros familiares de presos políticos que deciden quedarse n silencio para evitar mayores represalias, usted ha denunciado públicamente el caso.

Es igual, lo denunciés o no denunciés, el trato que reciben es igual. No los sueltan. Entiendo a las familias cuando creen que guardando silencio eso va a beneficiar a sus familiares. Yo lo entiendo y respeto esa decisión. Yo creo que haberlas capturado es una aberración tan grande, porque están entrando a lo más íntimo de tu familia. Eso es lo más sagrado que una persona tiene. Este es un nuevo escalón. Van para arriba. Están subiendo la parada. Están llegando a un punto donde destruyen o intentan destruir lo más íntimo o sagrado que una persona puede tener. Yo no puedo callarme ante esta aberración.

Al leer esta entrevista, y con sus antecedentes, alguien dirá que de alguna manera usted contribuyó a crear este monstruo. Porque al final, Daniel Ortega es consecuencia de lo que sucedió en los años 80.

Yo estuve en el Frente Sandinista no por Daniel Ortega, sino por mis ideales. Y cuando veo estas cosas, digo, este no es el Frente al que yo me metí. Ahora, dejame decirte que puedo entender perfectamente ese sentimiento que me has dicho, porque la revolución provocó también heridas, demasiado daño, y esas heridas y ese daño todavía están presentes y no se han curado. Sí, al escuchar mi historia pueden decir: este es otro más de los mismos. Y no es cierto. Hay una enorme cantidad de personas que estuvieron en esa organización que no comparten todo lo que está ocurriendo. Que no están de acuerdo y que lo que quieren es que seamos un país democrático.

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