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La incertidumbre del cambio

Este domingo 7 de agosto se realizó en Colombia el cambio de gobierno: personalmente, de Iván Duque a Gustavo Petro; políticamente, de la derecha democrática a una izquierda que no se sabe cómo actuará.

Tal como se ha informado y comentado ampliamente, este cambio de gobierno es histórico para Colombia. Por primera vez llega al poder en ese país suramericano un representante de la izquierda revolucionaria. Desde la independencia nacional hasta ahora, todos los gobiernos colombianos fueron de derecha y, a lo sumo, de centro.

Gustavo Petro, antiguo guerrillero y activista  político de larga trayectoria en la izquierda radical de Colombia, ganó la elección presidencial del 19 de junio pasado enarbolando la bandera del cambio y prometiendo modificaciones sustanciales en el sistema socioeconómico y político colombiano.

Pero, ¿qué clase de cambio será? Vale la pregunta porque no todo cambio es bueno, a veces se cambia para empeorar.

Al respecto el dirigente político colombiano de derecha democrática, Rafael Nieto Loaiza, dijo  al medio internacional Pan Am Post lo siguiente:

“Es difícil saber si quien va a gobernar es el Petro carnívoro de la izquierda radical de 30 años de vida pública que le conocemos… o el Petro vegetariano de las últimas semanas de campaña y poselecciones. No es fácil determinar cuál de ellos va a gobernar. Pero si lo que pretende aflorar es el Petro carnívoro, no la tiene tan sencilla y no va a ser tan fácil, ya que no lo favorecen los factores de poder de la institucionalidad colombiana”.

Ciertamente, desde que comenzó su campaña para la segunda vuelta de la elección presidencial, Petro modificó su propuesta programática de gobierno, hizo importantes concesiones a la democracia representativa y la economía de mercado, prometiendo respetar las instituciones colombianas.

Después de que ganó, Petro pactó con casi todos sus adversarios políticos, para no tener mayores problemas en el Congreso. Los diputados y senadores de su partido son minoritarios y por tanto él se  comprometió  a gobernar procurando el  consenso. En la oposición prácticamente solo quedó el Centro Democrático que lidera el irreductible expresidente de derecha, Álvaro Uribe.

Algunos creen que las promesas de Petro son una piel de oveja con la que se cubre el lobo izquierdista. Aseguran que  él alineará a Colombia con los regímenes radicales autoritarios de América Latina. Pero otros dicen que se le debe dar el beneficio de la duda, que las instituciones democráticas colombianas son muy fuertes y Petro no podría pasar encima de ellas. Y en política internacional  creen que no irá más allá de los límites  de Gabriel Boric, en Chile; Alberto Fernández, en Argentina, y Andrés Manuel López Obrador, en México.

En lo que respecta a Nicaragua, sin duda que el ascenso de Petro al poder beneficiará al régimen de Ortega. El gobierno del expresidente Iván Duque fue hostil al orteguismo y beligerante contra él en la OEA. Ahora, con Petro, aunque este ha hecho algunas críticas al autoritarismo orteguista, la lógica indica que por ser un gobernante de izquierda, cambiará la línea y por lo menos se sumará a las ambigüedades políticas de México y Argentina.   En cualquier caso el cambio ha comenzado en Colombia. Ojalá que sea para bien, o al menos no para empeorar la situación del pueblo colombiano y del cada vez más precario ámbito de la libertad y la democracia en América Latina y el Caribe.

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