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Periodistas perseguidos

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Periodistas

Ahora mismo hay una persecución implacable contra los periodistas en Nicaragua que no está siendo debidamente contada porque, quienes generalmente se encargan de hacerlo, esta vez son las víctimas, y están huyendo, refugiados o desvinculados de las posibilidades que les permiten contar sus propias historias como suelen contar las historias de otros. Eso, por supuesto, es temporal, porque el periodismo siempre encuentra sus formas de sobrevivir y pronto podremos hacer un inventario de los días negros que está viviendo el gremio.

Ataques

Es un error pensar que eliminar, perseguir o acallar a un periodista es solo un atentado contra el ser humano que, efectivamente, hay tras esa figura. Claro, ahí hay un hombre o mujer que tiene familia, hijos, esposo o esposa, padres, y que un día ingresó a la universidad pensando que la profesión que escogió es imprescindible para que funcione una sociedad. Hay una persona que siente dolor o teme. Pero más que un ataque a la persona en particular que ejerce la profesión es un ataque al derecho que tiene la sociedad a estar informada. Es un ataque contra todos porque es a la sociedad toda a quien quieren taparle la boca y los oídos a través del silencio de sus periodistas.

Silencio

Tendría que ser muy estúpido alguien que cree que gana algo si se cierra un medio o calla a un periodista porque no le gusta lo que dice, opina o informa. Yo prefiero tener información u opiniones contrarias, con la cuales contrastar y sacar conclusiones, que el silencio de lo que me incomoda. Aunque esté en desacuerdo con muchas de sus publicaciones, aunque me parezcan ridículos, exagerados o risibles ciertos contenidos, yo prefiero que exista una prensa oficialista que me informe del mundo que quieren dibujar ellos, a su silencio.

Oscuridad

Al final, esas personas que se alegran cuando un periodista desaparece o se calla, son aquellas que menosprecian al resto de ciudadanos, que le atribuyen una especie de retraso mental que no les permitiría procesar la información que reciben, y que ellos, dotados de una supuesta inteligencia superior, sí pueden entenderla y se sienten en la obligación de “protegerlos” quitándoles la oportunidad de sacar conclusiones por su propio raciocinio. Es, sobre todo, un desprecio a sus mismas bases con el que disfrazan la necesidad de apagar la luz para hacer sus fechorías en la oscuridad.

Mentira

La artimaña está en la mentira. Hacen leyes para castigar la mentira, lo cual, llamado por su nombre, parece no ser mayor problema. La trampa, sin embargo, está en que en esas leyes ellos se arrogan la potestad de determinar cuál es mentira y cuál es verdad. En su mundo la verdad es mentira y la mentira, verdad. Entonces tenemos un sistema que persigue a la verdad, llamándola mentira, y protege a la mentira, llamándola verdad. Eso es, en resumen, lo que está sucediendo.

Persecución

No estamos hablando, por supuesto, de una persecución exclusiva contra periodistas ni de algo que ocurre hasta ahora. El periodismo siempre estuvo en la mira de los dictadores. De hecho, en toda dictadura es un objetivo. Pero, aunque la dictadura está en guerra contra todos, siempre el régimen ha escogido a un sector sobre el que concentra fuego durante un tiempo. Esta vez, de nuevo es el periodismo. Antes fueron los políticos, los activistas opositores, los estudiantes, los abogados, los médicos, los religiosos, los empresarios, los defensores de derechos humanos y otros. No, no es algo exclusivo contra los periodistas. Pero sí puedo asegurar, y es fácil comprobarlo, que el periodismo estuvo ahí con su voz, informando y denunciando la represión a cada sector, incluso la realizada contra aquellos simpatizantes de la dictadura que, por críticos, también han sido arrollados. Ahí estuvo, contado y exponiendo sus historias, y ahora, por las circunstancias, se ve imposibilitada de exponer la propias. Por ahora.

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