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La solemnidad de Corpus Christi

El jueves 16 de junio nuestra Iglesia católica nicaragüense celebró Corpus Christi. Esta fiesta en nuestra Iglesia es considerada una solemnidad… Efectivamente, la recuerdo a lo largo de mi vida, desde la infancia, como un “día grande” para los que tenemos fe en Cristo y su palabra y hacemos pública esa fe siguiendo las enseñanzas y liturgia de nuestra Iglesia.

“Liturgia”, palabra latina a su vez proveniente del griego que significa “servicio público”. “La liturgia es el orden y forma con que se realizan las ceremonias de culto en una religión”.

La liturgia católica, objetivamente, es lo mismo que culto público de la Iglesia y puede definirse como “el conjunto de acciones, actos, fórmulas y cosas con que, según las disposiciones de la Iglesia católica, se da culto público a Dios”.

Es esclarecedor conocer que la liturgia católica no solo comprende una serie de ritos, fórmulas, simbolismos, oraciones repetitivas, cantos y laudes en determinadas horas; sino que su propósito esencial, su verdadero sentido, es ¡dar culto público a Dios!… es por así decirlo la expresión clara y contundente ante la creación, el mundo y la sociedad, que nos pronunciamos por Él.

En la fiesta de Corpus Christi, Cuerpo de Cristo, los católicos le decimos al mundo que Cristo nos ha conformado y unido como iglesia, asamblea, pueblo de Dios que tiene como piedra angular y cabeza a Jesucristo.

Es una Iglesia, nuestra Iglesia católica, reunida y sostenida alrededor del cuerpo y la sangre de Cristo, que es sustancia, mérito de toda suficiencia y verdad revelada de previo y cumplida en la persona de Jesús que garantiza la permanencia por siempre de su cuerpo místico, que es nuestra Iglesia.

Y no estoy hablando de “vender santidades”, expresión popular que alude a un comportamiento hipócrita caracterizado por aparentar una religiosidad o una santidad que realmente no existe. A este respecto recuerdo a mi amigo Carlos Mántica (Chale) que en sus iluminadoras charlas y escritos evangelizadores se refiere a nuestra Iglesia, como “santa y pecadora”. Santa por Jesús de Nazareth, su fundador y cabeza, pecadora porque está formada por nosotros pecadores que hemos optado por Jesús, su palabra, enseñanzas y mandatos.

Resulta, pues, ridículo, desatinado escoger fallas y pecados de sus miembros sean religiosos o no, para atacar la Iglesia católica, tratando de vulnerar su naturaleza y legitimidad como institución que ha marcado con su fe en Cristo y sus promesas, la civilización de la humanidad en los dos últimos milenios.

Mientras caminaba esa mañana de Corpus en la procesión del Santísimo de la Ermita de Dolores, en la ciudad de León, pude percibir en los fieles un espíritu renovado de fervor, respeto y convicción en sus creencias, hemos optado por el Señor y hemos puesto nuestra esperanza en Él; también observé una actitud de recogimiento de la gente en sus casas, que miraban pasar a Jesús Sacramentado y el desfile devocional de los que decidimos seguirlo. Por la tarde, mientras realizaba una diligencia en el barrio El Calvario, me encontré con la procesión de esa parroquia y observé idénticas actitudes en el desfile de seguidores fieles y en la ciudadanía, como las que aprecié por la mañana en la ermita.

Como agregado, tanto en la ermita como en El Calvario, observé la presencia de la policía regulando el tráfico para facilitar la buena marcha de este culto público a Jesús Sacramentado como parte de la liturgia católica nicaragüense, en el día de “Corpus”.

Revisando un escrito mío en junio 2021 (Lelos, Idos) donde me refiero a Corpus de ese año, pude analizar comparativamente la diferencia en el espíritu y la actitud en medio de la celebración, entre estos dos años consecutivos. En 2021 privaba la desatención, el desconcierto, una apariencia de desconexión con la realidad, y de allí el título de ese artículo; en cambio en este Corpus Christi, 16 de junio de 2022, el espíritu ha sido de fervor, interés, respeto y sobre todo esperanza en Jesús.

Al reflexionar sobre el porqué de esta diferencia, nos percatamos que a través de la historia, en medio y después de las dificultades, injurias, profanaciones y obstáculos por los que ha pasado nuestra Iglesia, sale de ellos revitalizada. El mismo Jesús advirtió a sus discípulos las dificultades que debían pasar: “Por mi causa…”

Monseñor (Rolando) Álvarez, recientemente desde su encierro en la parroquia de Las Colinas, de Managua, testimoniaba de su amor cristiano, declarando que “amaba a todos los nicaragüenses” y particularizó, “a nuestros gobernantes”. Este mismo obispo ha predicado la necesidad del perdón, sintetizada en esa frase suya: “¡Nicaragua, tiene urgencia del perdón!” Yo como médico y cristiano veo el perdón, como una necesidad vital que conlleva salud y nos abre a la reconciliación.

Los armisticios, acuerdos y o tratados son medios inteligentes a que ha llegado el hombre agobiado por lo insano del conflicto prolongado, el horror de la guerra y la opresión que le causa el rencor en su corazón; mas su obstinación, soberbia, ambición y otros demonios le impiden dar el paso hacia la reconciliación.

La reconciliación sin perdón no se da; el perdón fructifica en la reconciliación. Desde Corpus Christi, Jesús Sacramentado y su Iglesia, gritamos: ¡perdón y reconciliación!

El autor es médico católico.

Opinión Corpus Christi religión archivo
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