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La degollina de la Asamblea Nacional

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Asamblea Nacional

La Asamblea Nacional hace mucho dejó de ser “el Parlamento” y se ha convertido en una plaza de ejecuciones. Parlamento viene del francés “parler” (hablar) y lo menos que se hace ahí es hablar, o, al menos, hablar en el sentido que se le dio cuando se empezaron a llamar a las asambleas legislativas por ese nombre: discutir propuestas, analizar, convencer y tomar decisiones que se convierten en leyes para que una sociedad funcione. Al contrario, ahí ya no se discute nada. Solo se siguen órdenes. Se leen sentencias y se hacen ejecuciones. Hay guillotina y verdugos de turno. El de ahora es Filiberto Rodríguez. Los sentenciados ni siquiera tienen derecho a la defensa.

Prueba

Nicaragua bota unos 20 millones de dólares al año en el funcionamiento de una Asamblea Nacional que solo sirve para simular que es un poder del Estado, sin serlo. ¿A alguien se le ocurre que esa Asamblea podría contradecir a Daniel Ortega en alguna de sus decisiones? ¿O podría hacerle un juicio político a Daniel Ortega o a Rosario Murillo, como sucede en otros parlamentos del mundo, cuando los jefes de Estado han cometido graves violaciones en el ejercicio de sus funciones? La sola imposibilidad de que eso ocurra lo desnaturaliza como parlamento. Es como un carro al que le faltan las llantas. Podemos encenderlo, llenar su tanque de combustible, darle mantenimiento al motor, pero solo estaremos botando el dinero porque no puede cumplir la función para la que fue concebido.

Guillotina

Esta Asamblea cumple ahora la deshonrosa función de desbaratar el tejido de organizaciones de la sociedad civil. No quieren que quede “piedra sobre piedra”. No importa el tamaño, la antigüedad, la labor que desempeñan o el daño que provoquen. Nada. ¡Academia Nicaragüense de la Lengua! ¡Córtenle la cabeza! ¡Operación Sonrisa! ¡Córtenle la cabeza! ¡Fundación padre Fabretto! ¡Córtenle la cabeza! Y así. No quiere dejar nada que no sea de ellos, porque en ninguna de las listas de sentenciadas hemos visto hasta ahora a la Fundación Incanto, de Laureano Ortega Murillo, o Nicaragua Diseña, de Camila Ortega Murillo, para mencionar solo dos de las que ellos manejan.

Víctimas

Por mucho que lo digan, las víctimas no son agentes de la CIA o personas montadas sobre montañas de dinero. Esos son cuentos de camino para justificar la degollina. ¿Qué va a pasar ahora con los niños con labio leporino que año con año se inscribían para ser operados y lograr algo de mejoría en sus vidas? ¿Quién se va a hacer cargo de los 10 mil niños huérfanos o abandonados que atendía la Fundación Fabretto? ¿O los ancianos que cuidaban en el asilo cancelado? ¿Pensarán en ellos los diputados cuando aprietan el botón?

Represión

Pero cómo se le puede pedir un poco de cordura y empatía a los mismos que ordenaron a francotiradores disparar contra niños, jóvenes y ancianos indefensos. ¿Cómo se le puede pedir sensatez a quienes persiguen y encarcelan a los que piensan diferente, que son los mismos que dictan condenas a pesar de no tener prueba alguna siquiera de los delitos que ellos mismos inventan? Lo que hace la Asamblea Nacional ahora es la misma represión criminal, desquiciada y continuada que comenzó con paramilitares, dragunov y capuchas. Si fueron capaces de disparar contra un adolescente como Alvarito Conrado o un bebé como Teyler Lorío, ¿qué escrúpulos van a tener de dejar desamparados a miles de huérfanos? Para ellos solo vale su sobrevivencia y hasta ahora la única forma que han encontrado para sobrevivir es matando y atacado a todo lo que temen.

Leyes

Y la Asamblea Nacional dirá que es la ley. Dura lex sed lex. Que ellos solo cumplen con su deber. Y olvidarán que la ruta fue conseguir mayoría de diputados, control total, por medio de fraudes electorales, que luego ellos, con esa mayoría, aprobaron leyes imposibles de cumplir porque convirtieron los derechos en delitos, y ahora encarcelan opositores y cancelan organizaciones porque así lo dice las leyes tan impostadas como las instituciones que las originan. ¡Qué cáscara!

Simulaciones

Lo triste es que lo que sucede con la Asamblea Nacional sucede con todas las instituciones en Nicaragua. Dejaron de existir, de cumplir la misión que les asignan las leyes para convertirse en instrumento de represión pura y dura. La prioridad del aparato estatal es la represión y la defensa de la familia Ortega Murillo. No existe Policía. Ni Fiscalía. Ni Corte de Justicia. Ni Ejército. Ni Consejo Electoral. No existen, aunque tengan ese nombre y consuman el presupuesto de las funciones que no cumplen. Son simulaciones perversas de lo que deberían ser.

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COMENTARIOS

  1. Hace 2 años

    Segoviano, son pruebas a nuestra hidalguía, al final veremos la luz dentro del túnel.

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