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Mineros artesanales, o güiriseros, en una mina de Villanueva, Chinandega. La minería artesanal ha tomado auge luego de que en los últimos años el precio internacional del oro está alto. LA PRENSA/ ARCHIVO/ ÓSCAR NAVARRETE

“Buenos precios” multiplican a los buscadores de oro

Un ejército de más de 30 mil güiriseros, junto a las grandes empresas mineras, busca oro en las entrañas de Nicaragua, estimulado por los buenos precio que tiene el metal en el mercado. Para los ambientalistas, sin embargo, las ganancias son pocas si se comparan con el daño ambiental que la actividad provoca

El oro se erige en la actualidad como el principal producto de exportación de Nicaragua. La dictadura de Daniel Ortega y algunos empresarios nicaragüenses lo celebran, porque apostaron por la minería como una forma de desarrollar económicamente a Nicaragua, a pesar de que las zonas históricamente mineras son pobres y que los campesinos se han resistido a esa actividad debido a que por la misma ven amenazadas sus tierras y los recursos naturales, especialmente el agua.

En 2021 se exportaron un total de 15,675 kilogramos de ese producto, lo cual produjo 880.4 millones de dólares, logrando el primer lugar entre los productos que exporta el país. El precio del oro a nivel internacional es bueno, 1,809 dólares por una onza troy, y en Nicaragua ha incentivado un aumento de la actividad minera, principalmente de los mineros artesanales, los llamados “güiriseros”.

Un experto en extractivismo, quien pide el anonimato, indica que, en estos momentos, debido al precio del oro y la crisis económica y sociopolítica en el país, existe un auge de la minería artesanal, ya que los güiriseros están penetrando a zonas donde nunca antes había habido actividad minera y también a zonas donde las minas estaban en abandono, como San Albino, en Nueva Segovia.

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Para la minería, los güiriseros son tan importantes que las empresas industriales han optado por trabajar de la mano con ellos. Por ejemplo, la empresa Hemco está desarrollando algo que llaman Modelo Bonanza, con el que pretenden certificar a los mineros artesanales, hacer una pronta recuperación del medio ambiente y dar seguridad a los mineros artesanales.

Solo entre 2020 y 2021, murieron 40 guïriseros soterrados en las diferentes minas Nicaragua, según registros de una organización ambiental proporcionados a la revista Naturalista pero que, por seguridad, solicitó omitir su nombre. Y en este año 2022, un derrumbe en una mina en Villanueva, Chinandega, ya provocó las primeras tres muertes de mineros artesanales.

Ses güiriseros que buscaban quedaron en un derrumbe en la mina El Quemado en Villa Nueva, Chinandega. LA PRENSA/ Cortesía
Seis güiriseros que buscaban pepitas de oro quedaron atrapados. el 3 de mayo pasado, en un derrumbe en la mina El Quemado en Villanueva, Chinandega. Solo tres salieron con vida LA PRENSA/CORTESÍA

Mientras la minería industrial defiende que la solución es ayudar a los mineros artesanales a tecnificarse y a ser protegidos, los ambientalistas, sociólogos y otros reiteran que la minería solo está dejando daños en el país y muy pocas ganancias.

Para este artículo, la revista DOMINGO solicitó entrevistas a las mineras Hemco y B2Gold, por medios de sus equipos de prensa, así como al presidente de la Cámara de Minas de Nicaragua, Sergio Murillo, pero hasta el cierre de esta edición no se concretó la comunicación. Murillo no respondió mensajes ni llamadas.

Más de 30 mil güiriseros

Hasta el año 2019, en Nicaragua se calculaban unos 30 mil güiriseros en todo el país. Caminic tiene en sus manos un estudio de cuántos mineros artesanales existen en la actualidad, y cuál es el impacto que tienen, pero aún no lo ha dado a conocer. Sin embargo, se calcula que ya son mucho más de 30 mil.

En las comunidades de San Ramón, en Matagalpa, se observan a los hombres que cada mañana con un taladro eléctrico se internan en las montañas para cavar en las mismas y extraer lo que se llama “broza”, tumultos de tierra y piedras en los que, según pruebas, hay partículas de oro. También utilizan picos y barras para cavar en la tierra.

La broza la llevan a unos molinos artesanales, rastras les llaman, donde muelen las rocas extraídas. La piedra molida es mezclada con agua y mercurio, que ayuda a que se descubra el oro para ser separado. La masa de mercurio es quemada para separar el oro, explica el minero Olman Salazar a la revista Naturalista.

Molino que utilizan los güiriseros para procesar la broza y extraer oro. LA PRENSA/ ARCHIVO/ ÓSCAR NAVARRETE

El material que sobró, otras personas, también metidas en el negocio, la vuelven a procesar con cianuro y a los cinco días ya puede extraer el oro que aún contiene esa broza.

El proceso de extraer la broza de las minas es el más riesgoso, debido a que hay meterse en las profundidades de la tierra. Por eso, algunas empresas mineras industriales han decidido desde hace algunos años comprarles la broza a los mineros artesanales o güiriseros, quienes prefieren vender porque ellos no tienen la capacidad tecnológica para trabajar bien el material.

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La empresa Hemco, que opera en Bonanza, explica en su página web que tanto la minería industrial como la artesanal “son compatibles si se desarrollan en armonía y de forma ordenada con áreas de explotación definidas”.

Según Hemco, 3,884 mineros artesanales han sido capacitados en seguridad ocupacional, prácticas amigables con el medio ambiente, seguro social, trabajo infantil, Ley Especial de Exploración y Explotación de Minas o Ley 387, proceso químico, geología y primeros auxilios, tipos de gases, uso de explosivos, sostenimiento en excavaciones de minería artesanal entre otros temas.

Y más de 460 han adquirido un seguro de vida.

Para un experto en extractivismo, que pide el anonimato, a pesar de que las empresas mineras propagan que están apoyando a la minería artesanal, ellas se están enriqueciendo del trabajo de los güiriseros, porque les sale más rentable comprar la broza que los mineros artesanales extraen que contratar personal propio o mantener un convenio colectivo con esos trabajadores.

“Las empresas mineras no quieren costo. Solo les interesa la broza”, indica el ambientalista Amaru Ruiz.

El daño ambiental

Ruiz explica que las empresas mineras industriales no solo le están comprando la broza a los güiriseros, sino que también le están comprando aquella que es extraída de áreas protegidas, donde el Estado no ha autorizado esa actividad minera.

Además, añade el ambientalista, en las fronteras se han decomisado grandes cantidades de cianuro y mercurio, que son los químicos que los güiriseros utilizan para separar el oro del resto de materiales, los cuales son muy tóxicos y la mayoría de esos desechos van a caer luego a las aguas. Esos decomisos indican que a Nicaragua están entrando mucho más químicos que los que son detectados en las aduanas.

“Como no hay un manejo adecuado de las aguas, esas sustancias contaminan todo a su paso y al final van a los ríos”, se queja Ruiz.

El río Mico, en Chontales, ha sufrido contaminación debido a la actividad minera. LA PRENSA/ TOMADA DE END

Ruiz señala que desde el aire se pueden ver los grandes huecos en la tierra que está dejando el trabajo de los güiriseros y de la minería en general, porque los güiriseros son los que entran primero iniciando la formación de una nueva mina y después, como los mineros artesanales solo trabajan superficiales, no tienen las herramientas necesarias, entonces entran las mineras industriales que tienen capacidad para ir más profundo.

Para Ruiz, el problema es que el destrozo ambiental que existe es demasiado grande y las ganancias de la extracción del oro resultan ser muy pocas si se comparan con el daño al medio ambiente.

“Lo que queda es destrucción, pobreza, muerte”, expresa Ruiz, señalando que todo el oro extraído no queda en Nicaragua, sino que va para Canadá, Estados Unidos u otras partes del mundo. “La riqueza se va para otro lado y aquí solo nos queda el pasivo ambiental”, señala el experto

Un sociólogo, que pide anonimato, también se queja de que el gobierno está permitiendo la extracción de los recursos naturales para atraer inversión, pero no toma en cuenta que las minas solo duran unos 20 o 25 años y después se van. A la población solo le queda un medio ambiente destruido.

“Por un anillo de oro la destrucción es grandísima, se pierde mucha agua. Si cuesta desalinizar el agua, cuesta más quitarle el cianuro que usan los güiriseros”, indica el sociólogo.

Lea también: La vida entre el oro y la muerte

En la actualidad, manifiesta el especialista, se está imponiendo lo que se denomina el “extractivismo autoritario”, mediante el cual las grandes empresas les están exigiendo a los gobiernos de toda América Latina, no solo de Nicaragua, que flexibilice las normas ambientales, “porque se tiene la idea del crecimiento económico a través de la inversión extranjera directa”.

“Eso no es cierto”, advierte el sociólogo.

“Seguirán muriendo”

Los mineros artesanales corren el riesgo de quedar soterrados por los derrumbes que ocurren en las minas. Amaru Ruiz señala que, como son los güiriseros quienes van abriendo nuevas minas, y no tienen las condiciones adecuadas, son quienes más están expuestos a esos accidentes.

“El minero artesanal pobre es el que muere”, explica el sociólogo que pide el anonimato, porque trabaja “en mucha precariedad”.

Los güiriseros trabajan desprotegidos en todas las formas. LA PRENSA/ ARCHIVO/ ÓSCAR NAVARRETE

El sociólogo dice que hay que darle la responsabilidad al güirisero también, porque ellos se meten a las minas aun así vean que está lloviendo. “No hay conciencia de riesgo”, indica.

“Lo hacen por la necesidad. Y por lo bien que se está pagando el oro en este momento”, agrega.

De hecho, para los expertos, en la actualidad, el buen precio del oro está incrementando la actividad minera en Nicaragua. Los empresarios celebran los números de exportación del metal precioso que está logrando el país.

También, en la medida que aumenta la minería industrial, aumenta la minería artesanal. “Los güiriseros son la punta de lanza” en este momento. Son los que van adelante, a pesar de todos los riesgos y de todos los daños al medio ambiente.

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