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Locos
Si algo bueno han dejado las últimas acciones del régimen es que han puesto en evidencia su desquiciada naturaleza ante aquellos que, desde fuera de Nicaragua, sin conocerlo, aún le daban el beneficio de la duda. Ya no puede, y a lo mejor ya ni quiere, sostener aquel discurso de “yo no fui” con que comenzó a matar gente en el 2018 y a estas alturas nadie puede poner en duda que Nicaragua está secuestrada por un par de locos que se creen gobernantes. Ni los pocos que le aplauden lo dudan. Que le celebren por conveniencia es otra cosa.
Verdugo
Muchos diplomáticos, funcionarios extranjeros, y también nicaragüenses que en algún momento fueron colaboradores o cómplices de Daniel Ortega, que negaban o ponían en tela de duda los reclamos de los opositores ultrajados, han comenzado a sentir en carne propia los delirios de una pareja que en sus últimos años está dispuesta a hacer todo el daño que puedan, en un posible caso de megalomanía que debería tener atención siquiátrica. Podría poner acá las fotos del embajador de Taiwán, de los líderes del Cosep, del Chino Enoc, del Nuncio, de Almagro, y de muchos otros más, sonrientes y felices a la par del que luego sería su verdugo, como ya lo había sido de miles y no se lo creían.
Línea roja
Ortega y Murillo han matado, echado preso, torturado, condenado y asediado a miles de nicaragüenses. Muchos no lo creían, o lo creían exagerado, ya sea porque consideraban que era un problema local, ya sea porque había una parte que lo aseguraba y otra que lo negaba. Pero, después de que el régimen expulsara a varias misiones diplomáticas, se piñateara los edificios donde funcionaban la Embajada de Taiwán y la sede de la OEA en gravísima violación al derecho internacional, que expulsara al representante del papa, el nuncio apostólico y que desterrara a nicaragüenses convirtiéndolos en apátridas, entre otras fechorías, todos saben que Ortega y Murillo han cruzado cualquier línea de decencia. Que todo lo que se ha dicho de ellos es verdad. Que si eso hacen a misiones o personas protegidas por leyes internacionales, que hasta el peor dictador se la piensa dos veces antes de violarlas, qué garantías podremos tener los nicaragüenses ante sus tropelías.
Piñatas
Los nicaragüenses sabemos que para Ortega y Murillo no hay ley que valga. Mientras puedan hacer lo que les ronca, lo van a hacer. Y esto es de vieja data. ¿Por qué razón confisca el edificio donde funcionaba la OEA que hasta alquilado era? ¿Cuál es el delito de las propietarias? Alquilárselo a quien ahora considera su enemigo. Cuando en 1979 le echó el ojo a la casa de Jaime Morales Carazo para quedársela como propia no encontró razones, según las mismas leyes que ellos acababan de aprobar para justificar las confiscaciones. Morales Carazo ni era somocista ni militar, que eran las dos razones que el famoso decreto número tres de la Junta de Gobierno establecía para las confiscaciones. Entonces Ortega mostró una foto que encontró en la casa donde Morales Carazo aparecía con Somoza en una fiesta. Esa fue la prueba para demostrar que era somocista. Así razona Ortega. Y se quedó con la casa.
Facturas
En su decrepitud, Ortega quiere jugar a ser el perro macho del barrio. Quiere lucirse en el club de los indeseables. Si Putin invadió Ucrania él invade la OEA. Presume de su maldad. Hasta ahora se ha salido con la suya porque no hay correspondencia entre las fechorías que hace y las consecuencias que paga. Claro, tampoco es tan loco para tomarse la Embajada de Estados Unidos. Siempre, siempre busca enemigos que no puedan defenderse. Pero, tantas facturas amontonándosele terminarán por pasarle la cuenta.
Buenas noticias
Lo que no podemos perder de vista es que Ortega está avanzando hacia el fondo. No está buscando cómo salir de la crisis, sino de hacerla más grande. Eso, son buenas noticias para Nicaragua. Ortega ha dejado de ser un problema solo de los nicaragüenses. Si asalta una embajada y no pasa nada, pronto estará asaltado otras y, peor aún, otros gobernantes autoritarios tomarán su ejemplo para hacer cosas similares trastocando el sentido que han tenido las relaciones entre naciones desde hace miles de años. Cada enemigo que se ganan Ortega y Murillo es un paso más hacia el fin de su dictadura. Es una cosa de locos. Cada vez son más los que están frente a ellos y mucho menos los que están a su lado. Y eso, repito, son buenas noticias, aunque no lo parezcan por ahora.