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Libertad para los reos políticos

Cuando veo y oigo las monstruosas sentencias de cárcel que han dictado los jueces de mentalidad cavernícola del orteguismo –entre 7 y 13 años– en contra de los reos políticos, por el solo hecho de tener ideas diferentes a las que profesan quienes nos desgobiernan, a uno le parece como que eso no es cierto y que más bien se trata de una horrenda pesadilla.

Pero no, el sol nos aclara con sus débiles rayos y los noticieros de la mañana nos lo confirman, que no fue un mal sueño, sino que es la amarga y cruda realidad por la que estamos atravesando todos los nicaragüenses bajo la férula dictatorial de los Ortega-Murillo. Y fíjense bien que digo todos los nicaragüenses, porque cuando en un país se ha perdido todo sentido por la justicia y esta anda  por los suelos, es hora de que despertemos todos porque cualquier día de estos la víc-tima puede ser usted o uno de sus seres queridos.

Tiene razón el filósofo francés Charles Louis Montesquieu (1689-1755) autor del célebre libro El espíritu de las leyes, cuando expresó: “No hay tiranía más cruel que la que se ejerce a la sombra de las leyes y con apariencia de justicia”, porque como ustedes recordarán, la malevolencia de este régimen se puso una vez más de manifiesto cuando hace algunos meses envió al vil y servil instrumento de sus maquinaciones conocido como Asamblea Nacional, para que aprobara con carácter de urgencia 4 leyes funestas que no eran más que el andamiaje pseudojurídico en que se basaron, para descabezar a la oposición democrática y de paso reprimir más al sufrido pueblo nicaragüense.

Es entonces, cuando uno se pregunta: ¿Cómo es posible que en pleno siglo XXI hayan jueces y magistrados en Nicaragua, que habiendo perdido la dignidad y el decoro, dicten sentencias aberrantes solo para congraciarse con el binomio dictatorial de los Ortega-Murillo? ¿Cómo es posible que haya jueces que sin ningún pudor le falten al respeto a la ciudadanía, a sus propias familias y a sí mismos, dictando sentencias basadas en un cúmulo de falsedades? ¡Cuidado! Esta falta de justicia nos afecta a todos, por lo que sería bueno que tomaran en cuenta lo que nos advierte el Talmud: “¡Ay! de la generación cuyos jueces merecen ser juzgados”.

Abogados imparciales, justos y devotos del Estado de derecho así como centenares de personalidades de toda América Latina y del mundo, que han escudriñado el “proceso judicial” en todas sus aristas, han sido contestes en afirmar que los reos políticos nicaragüenses sentenciados son inocentes y que por lo tanto, deben ser puestos en libertad inmediatamente y sin condiciones. Lo mismo se demanda en favor de los 150 reos restantes que se encuentran injustamente secuestrados en las tenebrosas mazmorras de la dictadura. ¿Qué  está esperando el régimen orteguista para acatar este clamor nacional e internacional que cada día crece más? Es obvio que si en Nicaragua hubiera por lo menos atisbos de lo que es la democracia y el Estado de derecho, hechos abominables como los que hemos venido presenciando en contra de los reos políticos y sus familias jamás habrían ocurrido.

De acuerdo con analistas experimentados hay dos verdades que son incontrovertibles con relación al futuro próximo de Nicaragua: la primera es que no está lejano el día en que la dictadura caerá, y la segunda, que como consecuencia inmediata de ese acontecimiento todos los reos políticos serán puestos en libertad. De la primera, hay síntomas evidentes del desquiciamiento interno del gobierno, como son la renuncia del embajador de Nicaragua ante la OEA, Arturo McFields, y de otras funcionarias en el Servicio Exterior. Sea por cálculos de que el barco se está hundiendo o sea porque prevaleció el sentido de responsabilidad y de conciencia en esas personas, hay que darles la bienvenida a la oposición democrática, porque todo lo que debilita a la dictadura, fortalece la lucha en pro de la democratización de Nicaragua. 

Confío en la Divina Providencia y en la vocación democrática de nuestro pueblo, que estos vaticinios de los analistas se cumplirán fielmente, para tranquilidad y sosiego de la presente y futuras generaciones de nicaragüenses.

El autor es periodista y secretario general de la Asociación de Nicaragüenses en el Extranjero (ANE).

Opinión
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