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Colombia, el derecho a elegir

La elecciones secretas, plurales y libres son ideales para lograr un gobierno justo en el que los intereses de todos sean resguardados en la medida de lo posible, objetivo a lograr muy difícil, si los propios funcionarios electos no asumen que somos iguales ante la ley e irrespetan la división de los poderes públicos como se aprecia con frecuencia.

Por otra parte, el electorado tiende a prestarle una importancia capital a las elecciones presidenciales, pasando por alto que, en una democracia, particularmente las presidencialistas, el congreso, bicameral o unicameral, es el fiel de la balanza que impide los potenciales excesos del Ejecutivo, situación que tiende a presentarse con más vehemencia a partir del fortalecimiento del populismo electoral o dictadura del voto en el continente.

Cuando el pensador francés Montesquieu nos legó El Espíritu de las Leyes, el futuro ciudadano accedió a una herramienta invaluable para defender sus derechos más fundamentales, instrumento que se ha ido oxidando no por su falta de actualidad, sino porque por negligencia o maldad, un amplio sector de la clase política ha tirado por la borda estas enseñanzas trascendentales de la democracia de igual importancia que el conocimiento de nuestros derechos universales y la disposición que tengamos para defenderlos.

Esta reflexión es consecuencia de que en los próximos días Colombia celebrará elecciones legislativas, posteriormente presidenciales, y he podido apreciar a través de mi esposa y algunas de sus amistades, residenciadas aquí y en su país de origen, la preocupación que tienen en elegir candidatos al congreso que mejor representen sus puntos de vista y sean capaces de enfrentar un eventual triunfo del candidato de la extrema izquierda Gustavo Petro, una situación que evidenció con una frase su sabia amiga Estela: “Estas legislativas son claves porque hay que impedir, si Petro gana, que pueda cambiar nuestro país”.

Colombia ha sido el país más generoso con los venezolanos que han huido del despotismo castro-chavista, sin embargo, todo parece indicar que la vivencia de los venezolanos no le ha servido de mucho al electorado de ese país porque el candidato que promete tomar el cielo por asalto, como dijera Carlos Marx, es el favorito en las encuestas.

La victoria de los aliados de Petro en el Congreso facilitaría que este emprendiera reformas contrarias a los valores democráticos que históricamente ha combatido, me dice mi colega de Periodismo Sin Fronteras, Ricardo Puentes Melo, quien desde su exilio no cesa de denunciar las componendas políticas de aquellos que a su mejor ver no defienden los intereses de los colombianos, porque en justicia, un autócrata de la extrema derecha es tan nefasto como otro de la extrema izquierda.

Es evidente que las promesas del populismo son una tentación muy difícil de vencer, particularmente para aquellos que han padecido históricamente la apatía de sus gobernantes, razón por la cual el abstencionismo crece dando más oportunidades para ganar a los extremistas que prometen resolver los problemas de la economía socializando la miseria, no elevando la economía de la población.

Ver elección tras elección que los problemas no se resuelven, que la pobreza aumenta, que el enriquecimiento ilícito de algunos funcionarios y sus compinches se incrementa, mientras, la calidad de vida de la mayoría decrece, es un aguijón por el cual muchos eligen a supuestos justicieros que cual magos y con la sola voluntad, aseguran resolver todos los problemas, cuando en realidad los agravan.

Los colombianos están en una seria disyuntiva, aprecio en mis conversaciones con algunos de ellos un serio nivel de frustración con los políticos tradicionales porque defienden a ultranza el “status quo”, sin percatarse que hay reformas que la sociedad demanda con urgencia porque además de ser justas, serían un factor para frustrar las posibilidades de que llegue al gobierno un sector del país que históricamente ha defendido la violencia indiscriminada y favorecido gestiones políticas que redundan en la pérdida de los derechos de todos.

No obstante, confieso que desearía con todas mis fuerzas tener en relación a Cuba las preocupaciones de mi esposa y sus amistades. Ellos todavía cuentan con el derecho de elegir como dice Horacio Puerta Calad, algo a preservar, mientras los cubanos tenemos que ganárnoslo.

El autor es periodista y escritor cubano en el exilio. Fue preso político en Cuba.

Opinión Colombia archivo
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