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La violencia machista está presente en todos los sectores de la sociedad. LA PRENSA/ARCHIVO.

Especialistas analizan ciclos de violencia de las mujeres nicaragüenses y afirman que trascienden a la sociedad

Especialistas afirman que la violencia que viven las mujeres se debe a la falta de oportunidades integrales de desarrollo.

Especialistas que trabajan con mujeres de diversos sectores y mujeres que han experimentado violencia en diferentes áreas de sus vidas, aseguraron que los ciclos que viven las mujeres en Nicaragua trascienden a la sociedad, porque les afecta a sus familias y sobre todo a sus hijos.

“No solo quedaba en mí, yo sabía que esto que yo estaba viviendo le estaba afectando a mi familia, principalmente a mis hijos. Ellos veían lo que estaba pasando con su papá y no podía evitar que les afectara. Ellos le pedían llorando que no me golpeara”, es parte del testimonio de Claudia, una mujer de 38 años, madre de dos menores de edad, que sufrió violencia por parte de su expareja por más de 10 años.

La psicóloga de apellido Vega, quien por seguridad prefiere omitir su nombre, explica que existen tres fases del ciclo de violencia. La primera es la acumulación de tensión que no tiene una duración variable, entre días, meses o hasta años. En esta etapa lo que predomina es la violencia verbal. La segunda etapa, es el estallido de la tensión donde se producen las agresiones físicas, las manipulaciones y/o la agresión sexual. En la tercera y última fase, que se le conoce como luna de miel o arrepentimiento, los especialistas y psicólogos señalan que esta etapa se produce inmediatamente luego de la segunda fase.

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Un sociólogo y economista, que también solicitó el anonimato, afirma que los victimarios son en su mayoría hombres que pueden mostrar los primeros síntomas de violencia desde el noviazgo, a temprana a edad. Muchas de las justificaciones para que estos ciclos se sigan perpetuando son las creencias religiosas, presiones sociales y/o dependencias emocionales, según el especialista.

Razones que perpetúan los ciclos de violencia

Las mujeres nicaragüenses se ven envueltas en ciclos de violencia por la falta de un desarrollo integral de las mismas. “Esta no es una cuestión de clases sociales. Los ciclos de violencia se pueden presentar desde las familias más adineradas hasta las personas con escasos recursos. Esto tiene que ver con baja autoestima, ausencia de la figura materna y/o paterna, antecedentes de abuso sexual, exposición a enfermedades mentales y una serie de circunstancias, incluyendo la resiliencia de cada mujer”, expresa la especialista en salud mental.

Las razones pueden ser por la violencia y la dependencia económica que viven las mujeres nicaragüenses en sus relaciones amorosas, como expresó el sociólogo y economista. “En zonas rurales, las situaciones de violencia son más naturalizadas, dado que son zonas tradicionalmente patriarcales, conservadoras, donde la presencia del Estado es reducida. Tradicionalmente en estas zonas las mujeres se ocupan de las tareas del hogar”, indica.

Además, afirma que en las zonas rurales para las mujeres es más difícil acceder a ser dueña de propiedades, lo que significa un impedimento para su autonomía. “Se les dificulta el acceso a propiedades, emprender negocios y demás porque no tienen un respaldo para solventar un financiamiento”, agrega.

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“Mi mamá desde que yo estaba pequeña recibía violencia por parte de mi papá, ella no lo ve ni lo nombra así porque no pudo ni siquiera entrar a estudiar y era en la forma en que mis abuelos la criaron: ella nació para obedecer a su marido. En la finca ella siempre estaba al pendiente de nosotros sus hijos aunque le gustaba el trabajo de los hombres y por eso eran los conflictos con mi papá”, relata María, una joven que vino a estudiar a la capital y que es originaria de Rivas.

Ella afirma que la historia de violencia de sus padres está normalizada de manera que no puede opinar por temor a que la violencia se extrapole contra ella por “cuestionar la comodidad del patriarcado”, agrega.

Asimismo, el sociólogo menciona que aunque las situaciones de violencia en el campo son más frecuentes son mayormente invisibilizadas. “Esta es una cuestión de género sumamente marcada, además generacional”, dice.

Daños irreversibles

La mujer luego de vivir ciclos de violencia físicos y/o emocionales tiene daños irreversibles y es una herida que marca toda su historia, afirma la especialista en salud mental. “Las mujeres en los casos más graves logran salir con mucho esfuerzo, apoyo de la familia si la tienen y lo que sucede es que a muchas les creen cuando sucede lo más grave, un femicidio”, señala.

La falta de cumplimiento de las leyes de protección a la mujer y del interés del Estado de Nicaragua por proteger a las mujeres es una de las principales causas para que los ciclos de poder se perpetúen. “Hasta que vemos la noticia de la muerte de la mujer en redes, nos damos cuenta que había denunciado varias veces, nos damos cuenta que esa mujer había estado viviendo violencia porque muchas de ellas no expresan lo que estaban viviendo”, afirma la psicóloga Vega.

El principal trastorno que deja la violencia es del estrés postraumático que le sigue del trastorno de ansiedad y depresión si no se le da una recuperación integral a la sobreviviente, afirma la psicóloga. “Ella reconoce hasta los pasos de su abusador, el ruido del auto, está pendiente hasta de las pequeñas señales. Al no tratarse, evidentemente esto se va a desarrollar en cuadros ansiosos, depresivos por estar traumatizada por lo que vivió. Incluso, se puede ver los intentos de suicidio”, remarca la especialista de la salud mental.

Sara, una joven de 23 años, cuyo novio de adolescencia trató de asesinarla ahorcándola, indicó que en su caso su novio le decía que los golpes eran una muestra de amor. “Salir del ciclo de la violencia no es fácil, pero luego, a pesar de todo ves que las recompensa es que estás viva. Soy sobreviviente de violencia. Mi novio me empezó a golpear porque según él era la muestra de amarme, pero cuando salí de ahí me di cuenta de todo lo que había vivido y que iba a ser una parte de mi historia que no iba a poder borrar. Sentí que curarme iba a ser imposible, pero con el paso de los años pude entender que las marcas siempre quedan, pero con ayuda de las personas correctas todo pasa”, afirma.

*Los nombres de las involucradas fueron cambiados para preservar la integridad de las víctimas

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