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Latinoamérica y las amenazas imperiales

La situación política, económica y social del continente americano, sin excluir país alguno, enfrenta una variante desestabilizadora en lo que atañe a la democracia. Esto demanda una urgente revisión de los compromisos y perspectivas de ciudadanos y organizaciones que se sientan comprometidos con nuestro sistema de vida y el respeto irrestricto a los derechos humanos.  

En el hemisferio, aparte de Cuba, hay varios países listos para hacer el trabajo sucio a los déspostas de otros continentes, además de su disposición de gobernar según instrucciones del crimen organizado, otra amenaza siniestra con igual o superior capacidad destructiva que los totalitarismos. Es un factor a tener en cuenta la influencia que los delincuentes ejercen sobre diferentes actividades económicas y políticas, simultáneamente con un constante espionaje electrónico para robar información o realizar sabotajes. 

Las dictaduras del continente están prestas a servir diferentes amos a la vez, como indican sus aproximaciones tanto a Pekín como a Teherán. Son gobernantes prestos a aprovechar a sus proveedores en una constante lucha contra la democracia y en particular a su representante en el hemisferio, Estados Unidos. 

Rusia, con independencias de sus amplios recursos es una amenaza muy seria porque tiene una larga experiencia operativa en América, desde la época soviética, condición que aparentemente Vladimir Putin, aspirante a convertirse en el zar de toda Europa, espera reactivar con sus propuestas de prestar ayuda directa a Cuba, Nicaragua y Venezuela. 

Es de esperar que Moscú incentive los diferendos que tienen La Habana, Managua y Caracas con Washington para incrementar su influencia en los gobiernos de esos países y hacerlos más dependientes de ayudas militares. Tengamos presente que los caciques de esas dictaduras viven en una permanente histeria de país acosado y requieren grandes ejércitos cuyos generales están ávidos de juguetes nuevos. 

No se deberían pasar por alto las declaraciones del ministro de la Defensa de Rusia, Serguéi Shoigu, quien dijo que Nicaragua, Cuba y Venezuela, aliados de Rusia en América Latina, requieren ahora más que nunca el apoyo de Moscú para hacer frente a lo que ha catalogado como amenazas, incluyendo “el uso abierto de la fuerza militar contra esas naciones, que mantienen una tensa relación con Estados Unidos”. Sus palabras tienen el mismo tono que las de su predecesor de la extinta Unión Soviética, Rodion Malinosvski, en relación a Cuba previo a la crisis de los misiles.  

Por su parte, Pekín lleva años intentando incrementar sus influencias en todo el continente. El comunismo chino busca tener una cabeza de playa como ha sido La Habana para el Kremlin por más de sesenta años y todo parece indicar que tiene sus miras puestas en Nicaragua. 

Daniel Ortega está en la necesidad de buscarse un aliado poderoso, lo que motivó su ruptura diplomática con el gobierno de Taiwán y el restablecimiento de las mismas con China comunista, mientras es de esperar que se aproxime lo más posible a Moscú. El régimen nicaragüense necesita un renovado y fuerte apoyo internacional y también requiere de inversiones, porque el país sigue siendo el segundo más pobre de todo el hemisferio. 

Pekín tiene una política exterior muy activa. En su propósito de aislar a Taiwán exige a las naciones a las que presta ayuda que ignoren la existencia de la China democrática, esto ocurre mientras no cesa de acosar a los ciudadanos de Hong Kong. El gobierno de Xi Jinping tiene ambiciones muy definidas y está consciente que este continente es fundamental para incrementar su influencia y poderío. 

Irán, aunque no cuenta con el poderío militar y económico de Rusia o China sí comparte pretensiones imperiales, en particular, incrementar los problemas de Estados Unidos en el hemisferio americano y el resto del mundo. Además, la antigua Persia es el principal promotor de actos terroristas en el orbe, en consecuencia, cualquier gobierno criminal puede buscar su liderazgo. 

Teherán según analistas mantiene una relación trilateral muy especial con Cuba y Venezuela, dos regímenes que se lanzan ciegamente a los brazos de cualquier proveedor que compartan su odio a la democracia el único denominador común en esta relación a la cual parece se incorporará Nicaragua ya que en la fiesta de dictadores, toma de posesión de Ortega, asistió el iraní Mohsen Rezai, uno de los acusados por la justicia argentina del  atentado de 1994 contra la mutual judía AMIA de Buenos Aires. 

El autor es periodista y escritor cubano, radicado en Estados Unidos.

Opinión
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