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Todo desde la perspectiva de un secuestro

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Secuestro

Imagine un secuestro. Los secuestradores mantienen un grupo de rehenes. Afuera, la policía los tiene rodeados. Sin embargo, ellos son, por ahora, la ley en el recinto que se han tomado. Su poder reside en las armas y la crueldad. Deciden qué comen, qué hacen y cómo van a mantenerse los rehenes. Son dueños de su vida y de su muerte. Exigen ventajas so pena de infligirles más dolor y daño. Afuera hay familiares con el corazón en la boca pendientes de la suerte de las víctimas. Obviamente tienen mucho miedo. Hay negociadores que buscan contacto con los secuestradores. También hay ciudadanos que de buena fe quieren ayudar a un desenlace feliz. No faltarán tampoco los curiosos que aventuran todo tipo de soluciones sin arriesgar personalmente nada. Y, por supuesto, hay cómplices.

Nicaragua

Nicaragua es ese rehén con una pistola en la cabeza. Daniel Ortega, el secuestrador, está rodeado y casi totalmente aislado, pero tiene el poder que le dan las armas apuntando a la cabeza de los rehenes. Cortar el suministro de alimentos, agua o energía no es una opción porque sería condenar a la muerte a los secuestrados. Si falta agua o comida, la prioridad del secuestrador serán sus propias raciones y no las de los secuestrados. Pedirles a los rehenes que se liberen por su cuenta es una locura. Decir que ese es un problema interno entre secuestrados y secuestradores es, por decir lo menos, estúpido. Hay quienes buscan negociación, pero el secuestrador está en sus trece porque sabe que su ventaja radica en que la gente del otro lado no dejará que sacrifique a los rehenes y en algún momento le cumplirán sus exigencias.

Perspectivas

Volvamos a la escena del secuestro. La perspectiva de los familiares de los secuestrados nunca va a ser la misma que la de la policía, los ciudadanos, los negociadores, los curiosos o los mismos rehenes. Un ciudadano, por ejemplo, querrá, con justa razón, que no se le haga ninguna concesión a los secuestrados porque es bien sabido que, al salirse con la suya, no solo va a alentar a los secuestradores a seguir secuestrando, sino también a otros a convertirse en secuestradores, y la próxima víctima podría ser ese ciudadano o alguno de sus familiares. Sin embargo, para los familiares de los rehenes la prioridad es, con toda la razón del mundo, las vidas de sus parientes.

Debate

Ahora mismo en Nicaragua hay acalorados debates sobre si se debe negociar con Ortega, si se le deben hacer concesiones, y si al final se le dejará que se salga con la suya con tal de que libere a los inocentes que mantiene como rehenes y cuyas vidas penden de un hilo a consecuencia del maltrato y las condiciones en que los tiene. A pesar de ser contradictorias entre sí, todas las posiciones son justas y lo peor que se podría hacer es pelear entre cada grupo de quienes están del otro lado de los secuestradores. Justas y honorables, porque no es lo mismo la perspectiva que tiene un familiar de un preso político, que la de un ciudadano que está afuera y quiere ayudar de buena fe, la de los negociadores que quieren convencerlo que los ponga en libertad, o incluso la de los mismos rehenes que llevan la peor parte.

Negociación

Hay aires de negociación en el ambiente. La exigencia de Daniel Ortega es muy simple: “O me aceptan, así como soy, o desmadro todo”. No es casualidad que justo cuando de lado de las víctimas comienzan a pedir que por el bien de todos se llegue a un acuerdo que permita liberar a los secuestrados que languidecen en sus cárceles, Ortega avanza los juicios para meter más presión a una solución a su medida.

Crimen

Yo entiendo a los familiares de los secuestrados. Basta ponerse en sus zapatos para ver la situación desde otra perspectiva. Si yo tuviese un hijo o un padre secuestrado, y tuviese la oportunidad de hablar con el secuestrador, me tragaría toda la rabia y el desprecio para simular el respeto que no siento por él, y estaría dispuesto a concederle tanto como pueda para poner a salvo a mi pariente, sin que eso signifique que una vez liberados los rehenes no vaya a hacer todo lo posible para que el malhechor pague por su crimen.

Legitimidad

Daniel Ortega busca legitimidad y la piensa conseguir a través del chantaje y la crueldad. Legitimidad es algo que no tendrá. Podrá sentarse con los suyos para simular una negociación. Podrá negociar con algunos empresarios que buscan calmar las turbulencias. Podrá, incluso, imponerles a los familiares de sus rehenes sus condiciones para que puedan ver a sus parientes vivos y libres, pero nada de eso puede darle legitimidad alguna. Hay que ver este problema como es: un secuestro extorsivo. Como en todo secuestro, la prioridad debe ser la vida de los rehenes. Y ningún secuestrador ha conseguido legitimidad alguna por las concesiones que se le puedan hacer cuando tiene puesto el cañón de un arma en la cabeza de sus rehenes.

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