Nicaragua otra vez ha hecho caso omiso ante la Organización de Estados Americanos OEA, al cerrar las puertas a sus gestiones diplomáticas no respondiendo a la petición de aceptar a una delegación de alto nivel que trate de incidir en la grave crisis social y política que vive el país. Esto crea en la opinión ciudadana la percepción de que el año nuevo empezó mal para la suerte de nuestra empobrecida nación, que día a día enfrenta graves problemas sociales y políticos y cuya crisis se agrava perennemente.
En efecto, se venció el plazo para que el mandato de la mayoría de Estados del continente americano enviasen a una delegación de alto nivel para coadyuvar a buscar soluciones y salidas a la crisis generada por el propio régimen de Nicaragua, y ver los mecanismos para llegar a unas verdaderas reformas electorales que propicien una salida democrática.
Para nadie es un secreto lo sostenido por la OEA, de que Nicaragua ha venido incumpliendo sus compromisos con la resolución aprobada el 8 de diciembre pasado por el Consejo Permanente de la OEA, expresando que el país incumple los compromisos claramente establecidos en la Carta Democrática Interamericana, a la vez que expresa su petición al régimen de Ortega y Murillo a recibir una misión de alto nivel que “ayude a resolver la crisis sociopolítica” y conducir a un proceso normativo para realizar reformas electorales integrales.
Los sandinistas siempre juegan con fuego, esa ha sido su errática estrategia desde inicios de la década de los años 80, cuando se erigieron en un gobierno revolucionario con actitudes arbitrarias luego de imponer la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional. Lo siguieron haciendo con las elecciones de 1984, igualmente fraudulentas y lo que es peor (para la suerte de ellos mismos), muchas veces desobedeciendo hasta los consejos de sus propios aliados, lo que corrobora la tesis de que el poder corrompe, pero el poder absoluto corrompe más.
Pero esta situación de cara a la OEA y por mucha flojera de parte de este organismo continental, como lo perciben muchas personas, no traerá buenos resultados para Nicaragua, ya que la presión política, económica y diplomática continúa a todos los niveles, incluso para la propia familia gobernante que donde viaja, a cualquier nación democrática, son abucheados sus familiares y funcionarios, como recientemente en España en la última Feria Internacional de Turismo. Es evidente que los espacios se van cerrando.
Aunque es cierto que las condiciones sociales y políticas que llevaron a la caída del gobierno de Anastasio Somoza en 1979 no son las de ahora —aunque en las dos ocasiones han estado los sandinistas de por medio—, al igual que con la Administración del pasado las puertas y oportunidades esta vez se le vienen cerrando al régimen actual.
Nada raro será si en la próximas semanas Estados Unidos clausure el Tratado de Libre Comercio entre Centroamérica y Estados Unidos conocido por sus siglas en inglés como Cafta, lo que agravaría aún más la penosa situación de los nicaragüenses, sobre todo los más pobres y desprotegidos.
El secretario de la OEA hace poco mostró su rostro de descontento ante las cámaras noticiosas, debido al escaso éxito obtenido ante Nicaragua. Pero esto no debería quitar el sueño al señor Luis Almagro, antiguo colaborador de la guerrilla sandinista como tantas personas que inocentemente lo hicieron en aras de una democracia real para la pequeña nación centroamericana. Pero esta vez podrán venir días amargos ante tantas desobediencias diplomáticas, políticas y drásticas que, de no haber cambios de timón, seguirán hundiendo a nuestra querida patria.
La autora es empresaria y emprendedora nicaragüense de origen y radicada en Estados Unidos. Comisionada por Sweetwater y activista social, próximamente publicará su primer libro de poesía y dirige el programa radial “Empodérate”.