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Daniel Ortega recibiendo la banda presidencial en 1984. ARCHIVO

Ortega y su “búsqueda incansable” de poder durante 42 años, más de la mitad de su vida

El primer contacto que tuvo Daniel Ortega con el poder fue en 1979, pero antes de eso, quienes lo conocieron dicen que no se le miraba la ambición de poder que tiene hoy en día

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Daniel Ortega ha pasado 42 años ostentando el poder, es decir, más de la mitad de su vida. El dictador tiene 76 años cumplidos y su primer acercamiento con el poder fue en 1979, cuando fue nombrado coordinador de la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional que asumió el poder después de la caída de la dinastía somocista.

“Ha sido una búsqueda de poder incansable la que ha hecho”, dice uno de los nueve comandantes del Frente Sandinista que solicita no ser mencionado. Ortega acaba de cumplir los 76 años de edad (11 de noviembre) y sin mostrar señales de querer dejar el poder, sino todo lo contrario, considera por su parte el disidente sandinista Moisés Hassan.

Hassan conoce a Ortega desde finales de los setenta y fue parte de la Junta de Gobierno que el caudillo sandinista coordinaba, junto con Sergio Ramírez, doña Violeta Barrios de Chamorro y Alfonso Robelo.

Antes de 1979, Daniel Ortega “nunca tuvo mayor protagonismo” en la lucha contra Somoza. “Su protagonismo fue caer preso”, explica Hassan y agrega que quienes tenían mayor protagonismo en la dirigencia del Frente Sandinista eran su hermano Humberto Ortega, encargado de la parte militar, y Henry Ruiz, quien comandaba en las montañas.

También tenía mayor protagonismo Tomás Borge, por ser fundador del Frente Sandinista.

La Junta de Gobierno asumió el poder tras el derrocamiento de la dictadura somocista. La conformaron Daniel Ortega, Sergio Ramírez, Violeta Barrios de Chamorro, Alfonso Robelo y Moisés Hassan. Este último no aparece en esta imagen porque fue tomada el 18 de julio en León y él no había llegado a la ciudad todavía. LA PRENSA/ FOTO DE PERRY KRETZ

Mentes de dictadores

El psicólogo Róger Martínez dijo a la revista Magazine en 2021 que Daniel Ortega y Rosario Murillo tienen mente de dictadores y eso explicaría su ambición de poder. Martínez pasó todo un mes dedicado a analizar entrevistas realizadas por periodistas a Daniel Ortega y Rosario Murillo.

También averiguó sobre sus respectivas infancias, estudió los videos del Diálogo Nacional realizado en 2018, y escuchó discursos para poder acercarse a un perfil clínico de la pareja gobernante.

De esta manera concluyó que Ortega es una persona de dominancia alta, “es autoritario y caprichoso. No aprendió a interrelacionarse, sino a mandar. Es un rasgo aprendido, una fachada para ocultar debilidades internas”.

Según el psicólogo, Ortega es una persona inhibida, egocéntrica, calculadora, autoritaria, agresiva, fría y poco afectiva, “con tendencia al aislamiento y poca apertura mental. Entre sus posibles psicopatologías predominan la sociopatía, el síndrome de Hubris y el trastorno de la personalidad narcisista”.

Toma de posesión de Daniel Ortega en 2017. Para aquel entonces, Rosario Murillo asumió como vicepresidenta. En el acto estuvo presente el dictador venezolano Nicolás Maduro. LA PRENSA/Archivo

Sobre Murillo, el psicólogo valoró que a ella “le resulta muy agradable y atractivo el estar en posiciones de poder. Es agresiva, terca, muy autoritaria y no se somete a la autoridad”.

Entre los rasgos de la personalidad de Murillo se encontró con que es una persona manipuladora, egocéntrica, calculadora, frívola, poco afectiva, poco empática, autoritaria, perfeccionista y controladora. “Predominan rasgos de psicopatía, trastorno de la personalidad narcisista, trastorno histriónico de la personalidad y síndrome de Hubris”, concluyó el psicólogo.

Cambio de personalidad

Quienes se relacionaron con Daniel Ortega en los años setenta y ochenta no se percataron de ninguno de estos rasgos que identificó el psicólogo Martínez. Para aquellos años, Ortega “era todo tonto”, dice el excomandante sandinista.

Moisés Hassan coincide. “Como era el más charrula, por eso lo pusieron en la Junta de Gobierno porque le tenían menos miedo” a que “se les fuera arriba” con el poder, además de que había una lucha de egos entre los comandantes y ninguno iba a aceptar que otro tuviera más poder que ellos, recuerda Hassan.

Daniel Ortega se integra oficialmente al Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) en 1963, a sus 17 años. En 1966, partió hacia Cuba para participar en el Cuarto Congreso Latinoamericano de Estudiantes, pese a que él no era estudiante. “En la isla permanecería unos seis meses, donde recibió clases de tiro al blanco en polígonos con pistolas y fusiles, y en enero de 1967 regresa a Nicaragua”, relata el periodista Fabián Medina en su libro El Preso 198, un perfil de Daniel Ortega.

En julio de 1967, Ortega asaltó una sucursal bancaria para financiar la lucha del Frente Sandinista, y en noviembre fue detenido por la Guardia Nacional. Estuvo siete años y 42 días detenido, uno de los mayores periodos de cárcel entre los sandinistas que estuvieron presos.

El 27 de diciembre de 1974 se dio el asalto a la casa de Chema Castillo, provocando que se negociara la liberación de importantes funcionarios y familiares de Somoza, por reos políticos del Frente Sandinista, entre ellos Daniel Ortega. En esa operación estuvo el exguerrillero Hugo Torres, hoy convertido en preso político del dictador.

Después de ser liberado en 1974, Ortega estuvo movilizándose entre Cuba y Costa Rica, hasta que volvió a Nicaragua convertido en miembro de la Junta de Gobierno.

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Al mismo tiempo que integraba la Junta, también era uno de los nueve comandantes de la Dirección Nacional, de manera que Ortega era el encargado de llevar las decisiones de los comandantes a la Junta y en votación se aprobaban por mayoría con el apoyo de Sergio Ramírez y Moisés Hassan.

Esa misma personalidad mansa que describen de Ortega quienes lo conocieron en ese entonces, fue lo que llevó al Frente Sandinista a decidir que él fuera el candidato de las elecciones presidenciales de 1984 en las cuales no hubo garantías democráticas. Ortega resultó ganador de esos comicios y así llegaría a su primer periodo nombrado oficialmente como presidente.

Hassan comenta que antes de 1979, Daniel Ortega no dejaba entrever su ambición de poder y más bien era considerado como un “protegido” de su hermano Humberto, quien se hizo con el poder militar hasta mediados de los noventa.

Daniel Ortega en los años ochenta. En esa época, los comandantes sandinistas eran vistos como todopoderosos. CORTESÍA IHNCA

Gobernando desde abajo

Perder las elecciones de 1990 contra doña Violeta Barrios de Chamorro fue un episodio decisivo en la vida de Daniel Ortega. Fue entonces cuando pronunció la famosa frase, que más que una frase fue casi una sentencia: “Vamos a gobernar desde abajo”.

Eso significó boicotear al Gobierno cada vez que podía y por la razón que fuera. Unas veces era por el seis por ciento del presupuesto universitario, otras por el costo del transporte urbano colectivo, otras por demandas de los trabajadores. Los protestantes eran estudiantes, sindicatos de maestros, transportistas, y en todos tenía que ver el Frente Sandinista, que aprovechaba la oportunidad para poner en “jaque” al gobierno de doña Violeta.

Daniel Ortega fue el candidato del Frente Sandinista en las elecciones de 1996, pero las perdió contra Arnoldo Alemán, con quien tuvo que pactar para conseguir una cuota de poder y para que Alemán pudiese gobernar.

El pacto entre Ortega y Alemán consistió en la repartición de poderes para sus respectivos partidos, el Partido Liberal Constitucionalista (PLC) y el FSLN, además de la reducción del porcentaje (35 por ciento) con el que una persona podía ser electa presidente. “Con Alemán compartió el poder”, considera el excomandante sandinista que prefiere no ser citado.

Sin embargo, Daniel Ortega tampoco consiguió regresar al poder en las elecciones de 2001, en las que volvió a ser candidato de su partido. Enrique Bolaños asumió la Presidencia, y Daniel Ortega también le hizo asonadas y buscó la manera de boicotearlo. En una de tantas, uno de los hijos de Bolaños hasta resultó herido en la cabeza por una piedra.

Daniel Ortega es visto como el máximo líder del Frente Sandinista y se encargó de expulsar a todo el que le hacía sombra en su partido. Aquí en un caballo con la Bandera nacional como capa, en el acto sandinista del 19 de julio de 2006. LA PRENSA/Archivo

Para aquellos años, el Frente Sandinista ya estaba dividido. Los disidentes habían formado el Movimiento Renovador Sandinista (MRS, ahora Unamos), y Daniel Ortega se quedó siempre al frente del partido rojinegro, en el cargo de secretario general.

La mayoría de sus viejos aliados como Moisés Hassan o Sergio Ramírez se distanciaron de él. También la mayoría de los nueve comandantes. “Lo que era el Frente Sandinista desapareció en los ochenta”, dice el excomandante quien también se separó de Ortega. Hasta su hermano Humberto se distanció de él y en el funeral de su madre, doña Lidia Saavedra en 2005, fue notorio el desencanto entre ambos.

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En su partido, Ortega también impuso su poder. Empezó a deshacerse de todo aquel que le hacía sombra en el partido o que quería disputarle el poder quedando solamente él y su esposa Rosario Murillo como máximas autoridades, además de otros cuadros que eran respetados por la militancia de ese partido como Bayardo Arce, Tomás Borge, Lenín Cerna, entre otros.

De regreso al poder

Fue hasta el 10 de enero de 2007 que Daniel Ortega se volvió a poner la banda presidencial. Recibía un país con una democracia adolescente de 16 años y una institucionalidad frágil que no le costó nada desgranar una vez que se había hecho con el poder.

Hoy, 15 años después, tiene el control absoluto de los Poderes del Estado y las fuerzas armadas.

A varios de sus antiguos compañeros del Frente Sandinista los ha convertido en prisioneros políticos, perseguidos o exiliados. “Él ve como traidores a todos los que nos separamos del Frente. Esa ambición de poder le hace creer que tiene la razón absoluta”, comenta el excomandante.

Si hay algo que caracteriza a Daniel Ortega es que no cumple con los compromisos y prueba de ello son los acuerdos que firmó con la Alianza Cívica en 2019, en donde se comprometía entre otras cosas, al respeto de las libertades públicas. Nada de eso lo ha cumplido.

“Él es marrullero”, dijo una vez en vida el expresidente Enrique Bolaños, y algo similar dice Moisés Hassan.  “Siempre lo vi como un tipo matrero. Es la impresión que desde siempre me dio”, asevera.

Ortega lleva 42 años de su vida ostentando el poder. De la manera que sea ha conseguido mandar, y este 2022 en que se proclamó presidente para un cuarto periodo consecutivo, ha dejado entrever que entre sus planes está continuar mandando.

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