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¿Cuál ha sido el balance de los tratados de libre comercio celebrados por Nicaragua?

Desde 1848 hemos celebrado tratados comerciales que han sido fundamentales para el intercambio de productos agrícolas e industriales, pero tras doscientos años de vida independiente, seguimos exportando mayoritariamente productos agropecuarios sin valor agregado. Pero quisiera enfocarme en la dinámica de apertura comercial que el país ha experimentado desde finales de la década de 1990, que respondió al diseño neoliberal de medidas económicas para países en desarrollo, impulsadas por organizaciones financieras internacionales como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, entre ellas, los “tratados de libre comercio” que hemos celebrado con México en 1997 y 2011, Chile en 1999 y 2011, República Dominicana en 1998, Panamá en 2002, DR-Cafta en 2004, Taiwán en 2006, Unión Europea en 2012, Corea del Sur en 2018 y Reino Unido en 2019.

¿Qué implican estos tratados? Promueven intercambios comerciales de bienes y servicios entre los países, por lo que tienen efectos para las exportaciones y para las importaciones. Los productores que exportan tienen acceso a nuevos mercados en condiciones preferenciales, que progresivamente llevan al libre comercio, es decir, al cero pago de aranceles por introducir las mercancías al mercado extranjero, con un trato igual al de los nacionales y de la nación más favorecida, además del cumplimiento de una serie de medidas aduaneras, y certificaciones sanitarias y fitosanitarias para el ingreso de dichas mercancías. Los nuevos mercados para exportar pueden aprovecharse si se estimulan las condiciones para aumentar la producción y su productividad, que hagan competitivas a nuestras mercancías, beneficien a nuestros productores y generen empleos. En lo que se refiere a las importaciones, abrir nuestro mercado a productos extranjeros, elimina gradualmente los aranceles aduaneros y genera una competencia que nos obliga a mejorar la eficiencia para nuestros distintos sectores productivos, ante productos y servicios que pueden ser más baratos —por menores costos productivos— y de mejor calidad y, a la vez, amplía un abanico de ofertas para el consumidor nacional. 

Tras dos décadas y media desde que celebramos tratados de libre comercio, vale la pena echar una mirada retrospectiva al respecto, para evaluar sus efectos para el país, tales como saber con cuántos de los países mencionados hemos logrado atraer inversiones y cómo estas han aportado a nuestro producto interno bruto; cuántos empleos productivos han generado estos tratados; si han contribuido a la transformación de nuestra matriz productiva agropecuaria, que exporte productos con valor agregado o industrializados; cómo hemos diversificado nuestros productos exportables; qué tipo de servicios técnicos o profesionales exportamos; cuánta transferencia tecnológica hemos adquirido; cómo han beneficiado al consumidor; a cuáles mercados estamos exportando; si la producción industrial y agropecuaria ha mejorado en productividad y calidad; cuántas corporaciones empresariales se han creado para competir con los productos importados; si se han proyectado las Mipyme hacia las exportaciones; cuántos encadenamientos productivos se han propiciado; qué niveles de especialización se han desarrollado; cómo se estimula la enseñanza del idioma inglés y si las carreras universitarias y técnicas responden a las necesidades del sector exportador; cómo se ha promocionado el desarrollo productivo sostenible y amigable con la naturaleza; qué tanta investigación científica y desarrollo tecnológico han propiciado las empresas nacionales y extranjeras; cuánto hemos avanzado en desarrollar y proteger nuestras denominaciones de origen, indicaciones geográficas, la propiedad intelectual e industrial; qué tanto hemos desarrollado la industria de alimentos y bebidas que aprovechen la riqueza de frutas nacionales; cómo se ha tecnificado la producción agropecuaria; o cómo hemos incentivado la pesca artesanal e industrial en nuestros mares territoriales. 

Los tratados únicamente crean el marco jurídico para el intercambio comercial, pero está en nuestras manos seguir exportando nuestra antigua moneda, el cacao, o exportar chocolates.

El autor es Licenciado en Derecho y Magíster en Diplomacia.

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