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Cuba: Terrorismo de Estado

El miedo quizás sea unos de los sentires más devastadores que puedan sufrir los animales, incluido aquellos que nos consideramos racionales, lo que no impide que siempre estemos dispuesto a devorarnos los unos a los otros.

El destacado opositor cubano, Guillermo Fariñas, Premio Sajarov 2010, hace varios años publicó un libro titulado La Radiografía del Miedo, en el que expone una realidad que muchos pretenden ignorar pero que todos los que hemos vivido en Cuba, hemos tenido el triste privilegio de sufrir.

Fariñas plantea que el totalitarismo castrista “ha usado el miedo como arma para consolidar su hegemonía” sobre la población, generando una cultura del miedo de la cual es muy difícil sustraerse porque ese sentimiento “se asocia a la apatía, el desinterés, la alienación, la sumisión, la pasividad, el acomodo, la resignación y a los intereses personales. Estos se expresan en el cuidado ante la pérdida del empleo, los estudios o los beneficios que míseramente pueden obtenerse del Estado, ante la necesaria alienación política”.

Fidel Castro, le puso al año del triunfo de la insurrección, 1959, “Año de la Liberación”, cuando en realidad ese año debió titularse, “La siembra del terror”, porque el régimen por medio de las turbas endemoniadas reclamaba paredón por cualquier disentimiento, el que se hizo realidad en cementerios, patios de escuelas y veredas. Fue el paredón indiscriminado, el sectarismo y la represión los que facilitaron la instauración del Estado terrorista totalitario que se ha ido perfeccionado a través de los años, logrando que un amplio sector de la población piense con miedo y actué en un marco de inseguridad en el que llega al extremo de negarse sus propios derechos.

Los que hemos sentido miedo estamos prestos para correr hacia delante, en ese caso eres valiente, o hacia atrás, ganándote un estigma de cobarde que te acompañará hasta el último suspiro. Bien sabemos los que hemos sentido esa turbación que con ella aflora una imaginación compleja, catastrófica, que puede paralizarte o impulsarte a enfrentarlo sin pensar las consecuencias, razón por la cual hay tantos valientes en las cárceles y no menos cómplices de la dictadura, que por cobardía las más de las veces, se prestan a ser sus carceleros.

Tuve un buen amigo, ya fallecido, que padeció de alcoholismo. Cuando lo conocí había superado esa situación. Con frecuencia hablábamos de Cuba y de la conducta de la mayoría de la población, me decía: “Pedro, eso de estar aterrorizado es como estar alcoholizado, cuando tocas fondo, si te queda una pizca de confianza en ti mismo te levantas y rehaces tu vida”. Y creo que eso es lo que le ha ocurrido a un amplio sector de la población cubana que se ajusta con lo que dijo el reguetonero de nombre Yomil en un twitter: “De tanta hambre que pasamos nos comimos el miedo”.

El miedo se vence. Lo demostraron esos ciudadanos que salieron a las calles el 11 de julio último y lo confirma la propia tiranía al procesar a 57 personas, entre ellas a 14 adolescentes, por participar en las protestas antigubernamentales. Hay personas que se han preguntado, por qué los cubanos no protestan si el gobierno es tan malo, bueno, aquí tienen la respuesta, y es que quienes se deciden a ser libres al costo que sea necesario y expresan sinceramente sus opiniones, son juzgados con peticiones de prisión de 30 años sin haber ejercido la violencia.

El castrismo es un usurero, le cobra caro a los que luchan por la libertad, razón por la cual lo peor de esta herencia totalitaria no es el desastre económico, ni los sueños robados, tampoco las vidas perdidas, sino el robo cometido contra el futuro de la nación al corromper a un amplio sector de la ciudadanía a través del miedo hasta implantar un estado de terror. El haber difundido en toda la sociedad la sensación de estar vigilados y la certeza de que el Gran Hermano, el estado, es una entidad omnisciente y omnipresente que en principio considera que cualquier transgresión a las normas impuestas, es un crimen que debe ser severamente castigado. Ese vivir con miedo es una sombra despiadada que se cierne sobre Venezuela y Nicaragua.

El autor es periodista y escritor cubano. Fue preso político en Cuba.

Opinión
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