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Odiseo en la tierra de los lestrigones

Homero cuenta en el Canto X de La Odisea la llegada de Odiseo (Ulises) a Telépilo de Lamos, que llama poéticamente como  “la excelsa ciudad de la Lestrigonia”.

La Odisea, como bien sabemos, es el relato contado por Homero del viaje de diez años lleno de aventuras y peligros mortales, que realiza Odiseo después de participar en la Guerra de Troya para volver al hogar donde lo esperan su esposa Penélope y su hijo Telémaco. Sumados a los otros diez años que duró la guerra, fueron veinte los años de ausencia de Odiseo.

En el capítulo antes mencionado de La Odisea, Homero narra que Odiseo llega a la tierra de los lestrigones después de ser echado de la isla de Eolia por el rey Eolo, quien es el custodio de los vientos. 

Un mes estuvieron Odiseo y sus acompañantes en Eolia, acogidos amistosamente por Eolo. Cuando se marchan, Eolo da a Odiseo un zurrón de cuero  que contiene los vientos, con la recomendación de que no lo abra.  Pero los acompañantes de Odiseo creen que el zurrón contiene oro, o piedras preciosas, y aprovechan que su jefe duerme para abrirlo con la intención de apropiarse de la supuesta riqueza.

Los vientos salen del zurrón soplando con ímpetu, azotan las naves con una furiosa tempestad y llevan los barcos de regreso a Eolia. Pero Eolo echa a Odiseo diciéndole: “No me es permitido tomar a mi cuidado y asegurarle la vuelta a varón que se ha hecho odioso a los bienaventurados dioses… pues si viniste ahora es porque los inmortales te aborrecen.”

Siguen Odiseo y sus hombres su incierto viaje y seis días después llegan a la Lestrigonia, una isla poblada por gigantes antropófagos situada frente a las costas de Sicilia. Allí, en la ciudad Telépilo de Lamas, reina Antífates cuya mujer es la primera que ve a varios de los hombres de Odiseo que fueron enviados por este para  explorar el lugar.

La mujer avisa a Antífates quien captura a uno de los extranjeros y se lo come allí mismo. Los demás huyen despavoridos, perseguidos por los lestrigones que  matan a algunos.

Los lestrigones arrojan grandes piedras contra las naves, destruyéndolas todas salvo la de Odiseo que prudentemente había sido anclada en un lugar conveniente. Y así, llenos de tristeza por la muerte de sus compañeros pero también agradeciendo a los dioses que les permitieron salvarse, Odiseo y sus hombres continúan su incierto e inseguro viaje. 

Llegan la isla Eea, dice Homero— “donde moraba Circe, la  de lindas  trenzas, deidad poderosa, dotada de voz, hermana carnal del terrible Eetes; pues ambos fueron engendrados por Helios, el Sol que alumbra a los mortales, y tienen por madre a Perse, hija del Océano.”

Odiseo va a vivir en Eea otra aventura que en esa ocasión lo llevará –con vida— al mundo de los muertos.

Opinión La Odisea mitología griega archivo
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