En el año 2021 que acaba de finalizar, América Latina y el Caribe siguieron en su deriva hacia la izquierda gubernamental.
En Bolivia, Perú, Nicaragua, Honduras y Chile el izquierdismo se impuso electoralmente y, salvo en uno de todos los casos, en elecciones pluralistas avaladas por la observación internacional. La derecha solo pudo ganar las elecciones en Ecuador, salvando el honor de esta corriente política que ha venido menos, que está en declive a pesar de que todavía gobierna en la mayor parte de los países de las Américas.
En 2022, según el análisis coincidente de diversos analistas políticos la izquierda se podría imponer electoralmente también en Colombia y Brasil. Inclusive Costa Rica, que celebrará elecciones el próximo 6 de febrero, no está libre de la amenaza izquierdista que se despliega desde los centros estratégicos del Foro de San Paulo y el Grupo de Puebla. Pero la cual tiene también raíces en cada país latinoamericano y caribeño por las odiosas inequidades económicas y las injusticias sociales.
Cabe mencionar al respecto que un estudio del prestigioso organismo IPSOS Global dado a conocer en agosto del año pasado, reveló según análisis de Daniel Zovatto que en América Latina “hay un creciente sentimiento ciudadano de que el sistema está roto, que la principal división de nuestras sociedades es entre los ciudadanos comunes y la élite política y económica, que la economía está amañada a favor de los ricos y poderosos, que los partidos políticos tradicionales no se preocupan por la gente común…”
A propósito de que en Chile triunfó electoralmente la izquierda radical en noviembre pasado, a pesar de que este país suramericano ha sido considerado como un modelo de desarrollo económico bajo los principios y reglas del liberalismo económico y la democracia republicana, en el informe mencionado se indicó que los países donde el sistema está más fracturado y la gente busca otros caminos, son Brasil, Chile, Argentina y Colombia.
Esto se explica, a nuestro juicio, porque la derecha democrática ha puesto el énfasis de su gestión gubernamental en la promoción y resguardo de los derechos individuales, las libertades tradicionales y la igualdad ante la ley. Lo cual es importante y necesario, pero insuficiente ante las necesidades y demandas de protección y garantías sociales y equidad en la repartición de la riqueza creada. De manera que si la derecha quiere reivindicarse y volver por sus fueros, tiene que combinar en sus programas y desempeños gubernamentales, las libertades y derechos individuales con las profundas reformas sociales.
Ahora bien, como lo hemos dicho en otras ocasiones el problema no es que la izquierda tome el poder y promueva las transformaciones que promete. Lo malo es que después de tomar el poder por la vía democrática electoral, socave o destruya las instituciones de la democracia; que imponga regímenes o dictaduras que arrebatan al pueblo sus derechos y libertades, eliminan las elecciones libres y la alternabilidad en el poder, destruyen el sistema económico y ponen al país en situaciones peores que cuando gobernaba la derecha: es decir, sin libertad ni derechos pero también sin bienestar social.
Ya hubo en varios países de América Latina, como Chile, Brasil, Uruguay e incluso El Salvador, gobiernos de izquierda que respetaron el sistema de la democracia y la libre empresa, y cuando los ciudadanos decidieron en las urnas que ya era suficiente, entregaron el poder.
Ojalá que eso vuelva a ocurrir en Chile, y que suceda también en Perú, Honduras y demás países que sean gobernados por la izquierda.