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El régimen, como Saturno, devora a sus hijos

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Peligro

Hasta hace poco, muchos creían que el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo era solo un problema para quienes se le oponían. Mientras uno no se meta en nada, Daniel Ortega no se mete con uno, decían. Tal vez el mejor ejemplo de esto es el Cosep. Más seguros incluso se sentían aquellos que hacían filas con Ortega abusando y maltratando de quienes defendían su derecho a ser libres. El razonamiento era cruel y sencillo: “Si yo soy de los que tiran piedras, no puede caerme a mí la pedrada”. Eso ha cambiado radicalmente. Ni críticos ni opositores, ni quienes no se meten en nada, ni siquiera aquellos que defienden a muerte a Ortega y a Murillo, los hijos del régimen, están a salvo en la deriva represiva y desquiciada que ha tomado la dictadura.

Saturno

Saturno era un dios romano, casi el equivalente del griego Cronos, que se fue comiendo uno a uno a sus hijos por miedo a que lo destronaran. Era cruel. Castró a su padre Urano, por tirano, y tiró el escroto al mar. Luego él a su vez se convirtió en tirano, igual o peor que su padre. Las imágenes que nos dejaron Goya y Rubens son horripilantes y fuertes. En la una, Saturno es un monstruo de ojos desquiciados que ya ha comido la cabeza de uno de sus hijos, y en la otra, más fuerte aún, el dios romano es un anciano desnudo y malvado que muestra el momento en que arranca la carne del primer mordisco, mientras el niño se descompone del dolor. Daniel Ortega, o tal vez más Rosario Murillo, son ese Saturno devorando a sus hijos.

Hijos del régimen

Hijo de este régimen es Guillermo Osorno, a quien siempre vimos acompañándolo, ya sea como aliado o como oposición simulada. También lo es Leonardo Torres. Nunca lo vimos contradecirlo. Al contrario. Era el empresario que defendía, incluso más allá de la razón, las decisiones que iban tomando Ortega y su gente. También lo era el magistrado Gerardo Rodríguez, invitado permanente en los sets de televisión para oír en su boca la versión del orteguismo en tal o cual asunto. Hay más, muchos más, que ni siquiera se conocen sus nombres. Despojados de diputaciones, de personerías, de negocios, de pasaportes, país por cárcel. Sufren en silencio porque les da vergüenza admitir que su padre, Saturno, terminó devorándolos a ellos, sus hijos.

Desconfianzas

Si algo une a los llamados “sapos” con los llamados “puchitos”, por usar el nombre despectivo con que se llaman unos a otros, es que ninguno se siente ya a salvo de Ortega y Murillo. En su descomposición, el régimen ha perdido las fronteras de la represión. Se siente amenazado por todos. Es como esos ejércitos que quedan cercados. Los jefes temen que la soldadesca se rinda, o que los mandos intermedios negocien su entrega. Los traicionen. Desconfían de todos y le tiran a todo los que se mueve, aunque sean de los suyos. Este es el momento en que todos desconfían de todos.

Niemöller

Parafraseando Niemöller, cuando régimen vino por lo opositores, muchos guardaron silencio porque no eran opositores. Cuando llegaron por los empresarios no protestaron, pues tampoco eran empresarios. Cuando el régimen fue por sus propios zancudos, no dijeron nada porque ellos no eran zancudos. Cuando llegaron por los indiferentes, los hijos del régimen guardaron silencio y hasta celebraron porque ellos no eran ni opositores ni indiferentes ni empresarios ni zancudos. Ahora que llegan por los hijos del régimen ya no queda nadie que pueda protestar por ellos.

Monstruo

Probablemente entre los hijos del régimen queden aún aquellos que creen que mostrando la fidelidad perruna que se exige, pueden mantenerse a salvo. Así pensaron los opositores cuando creían que defender derechos y cumplir la ley bastaría. Igual pensaron los indiferentes cuando decían que el asunto era no meterse en política. También aquellos que escupían en rueda y de pronto cayeron en desgracia. Nadie, nadie está a salvo cuando la paranoia rige las acciones de quien tiene un fusil en sus manos. Es entonces que solo queda esperar que le llegue el turno o hacer algo para no ser otra víctima más del monstruo que ayudaron a construir.

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