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7 de noviembre: una lección para Ortega y otra para la oposición

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Perdedor

Quienes piensen que Daniel Ortega ganó este domingo están equivocados. El lunes 8 de noviembre Ortega estaba peor que el día anterior. Incluso lo demostró. Supuró por la herida en su rabioso discurso de esa noche. No era un vencedor el que estaba ahí. Era un hombre acorralado. Por un lado, el pueblo gritándole con su silencio que ya no lo quiere más y por el otro la comunidad internacional diciéndole que no se traga el cuento de que ganó unas elecciones. ¿Cuáles elecciones? ¿A quién le ganó? A partir del 10 de enero próximo será un presidente ilegítimo. Podrá sostenerse en el poder por la fuerza, pero no tendrá reconocimiento internacional, ni legalidad que lo respalde ni la autoridad que otorga el voto ciudadano.

Oscuridad

El régimen quedó enredado en sus propias trampas. Quiere que le crean que hubo competencia cuando echó presos a los candidatos opositores que le podían ganar, quiere que le crean que la gente salió a votar masivamente y que votó por Ortega, pero no dejó que observadores ni periodistas extranjeros certificaran que eso que dice ocurrió en Nicaragua. Es su palabra y la de los suyos, repitiendo y repitiendo que eso ocurrió con el propósito de convertirlo en verdad de tanto decirlo. Pero nadie más que ellos dicen eso. Nadie con cierta independencia puede asegurarlo, porque como todo crimen buscaron cómo hacerlo en la mayor oscuridad posible.

Imperialismo

Sin poder demostrar competencia y transparencia, recurren a la “vieja confiable”: el imperialismo norteamericano. Es la patente de corso. Atrapados con la gallina en el hocico, dicen que esta no es una zorrería más, sino que pretenden darle la dignidad de un enfrentamiento entre David y Goliat, entre Nicaragua, que son ellos, y el imperialismo norteamericano, que es todo lo que se les opone. Entonces, como no pueden decir que elegir a Ortega es una elección democrática, dicen que es una elección soberana, los presos políticos no son opositores, sino agentes del imperialismo atrapados conspirando contra Nicaragua. Esa es una receta fácil y cansona: yo soy Nicaragua y todo lo que se me opone es imperialismo. ¡Ve qué lindo! ¿Quién con dos dedos de frente cree eso?

William Walker

Son tiempos de locura. Tan mal están las cosas que a estas alturas a nadie le extrañaría que un día de estos la Fiscalía salga acusando a los presos políticos de la llegada de William Walker a Nicaragua en 1856. Es que, a falta de delitos con que justificar su prisión, Ortega los responsabiliza del exterminio de los indígenas durante la colonia, de los asesinatos de Benjamín Zeledón y Augusto C. Sandino y la proclamación de William Walker como presidente de Nicaragua en 1856, en unas elecciones tan fraudulentas como las ocurridas este domingo. Es una locura.

Grito

La decisión de los nicaragüenses de darle la espalda a la simulación de elecciones que organizó el régimen de Daniel Ortega fue un grito que resonó en todo el mundo. Se logró, entre otras cosas, porque esta vez los opositores se pusieron de acuerdo en una sola forma de responder a la farsa: quedarse en casa. ¿Se imaginan si, como ha ocurrido anteriormente, unos grupos hubiesen alentado la abstención, otros el voto nulo y otros a votar por alguien en la boleta electoral, aunque sea por Gasparín para hacer el chiste? Nuevamente hubiese desembocado en la inmovilidad, en ese no hacer nada en que se ha ido montando Daniel Ortega para sostener su dictadura.

Lección

El 7 de noviembre es, en primer lugar, una lección para la oposición organizada. ¿Acaso no ven que la población inconforme y deseosa de un cambio les mostró otra vez con hechos que ella está lista para hacer su parte siempre que quienes dicen representar a la oposición se muestren unidos, que manejen una sola estrategia frente a la dictadura? Desde hace más de tres años les está gritando: “¡Júntense por Dios! Júntense a pesar de sus diferencias, que nosotros, sin estar de acuerdo en algunas cosas o con algunas personas, vamos a ir juntos en esa dirección porque es la única forma de sobrevivir y enfrentar a la dictadura. Lo demostró en 2018, llenando las calles con banderas azul y blanco, y lo demostró este domingo, vaciando las calles, negándole su voto y la foto a la dictadura.

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