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¿Y ahora qué pasará?

Las elecciones pasaron desapercibidas, sin el ambiente festivo y competitivo de las campañas electorales, sin discursos, concentraciones, caravanas, propaganda, etc. El único participante con cierto número significativo de simpatizantes fue el Frente Sandinista, con el presidente Daniel Ortega de candidato. Según la última encuesta de CID-Gallup tendría un 19 por ciento de votantes. Los otros no marcaban nada significativo y sus candidatos eran desconocidos. Según CID-Gallup, el 65 por ciento hubiera votado por quienes no participaron. La abstención, según informes de prensa y lo que se pudo observar, fue grande.

¿Qué pasará ahora? Hay más preguntas que respuestas. Algunas cosas podemos asumir con cierta certeza: Daniel Ortega tomará posesión el 10 de enero y continuará gobernando durante este período de cinco años hasta el 2027. Entonces habrá cumplido 81 años de edad y 33 en el poder (6 en la Junta de Gobierno y 27 como presidente). Según agencias de prensa internacionales varios gobiernos del mundo, incluyendo el de Estados Unidos, la mayoría de latinoamericanos, algunos de Europa, la Unión Europea como tal, así como la OEA, entre otros, no reconocerían legítimo al gobierno, lo cual no significa necesariamente que romperán relaciones diplomáticas ni comerciales. Ya ha sucedido que no se reconoce la legitimidad de un gobierno, pero se acepta como realidad, que de hecho existe como tal y no se puede ignorar. Es una forma de manejar las cosas en la política internacional. 

Leímos en LA PRENSA recientes declaraciones del secretario de Estado de los Estados Unidos, Anthony Blinken, diciendo que están revisando el Tratado de Libre Comercio con respecto a Nicaragua, tal como han pedido algunos legisladores, pero agregó que existen dificultades legales para excluir a nuestro país, mientras importantes funcionarios del gobierno de Biden expresan que sacar a Nicaragua del Tratado causaría mucho sufrimiento al pueblo. En conclusión, todo indica que no será tomada ninguna medida sobre eso. Seguramente los países europeos, Canadá y otros, seguirán la misma política de Estados Unidos. Ante esto y otros factores, me parece que estamos frente a una realidad: ni la comunidad internacional ni la oposición de Nicaragua tienen la capacidad de impedir que Daniel Ortega siga gobernando hasta el 2027.

Lo que no sabemos es el camino que el gobierno tomará: ¿Continuará manteniendo presos políticos? ¿Impidiendo la circulación impresa de LA PRENSA y manteniendo reprimidos otros medios? ¿Reprimirá a los partidos cívicos y pacíficos que no pudieron participar en las elecciones? ¿Continuará distanciándose de Estados Unidos y de otros países? O por el contrario: ¿Buscará cómo crear un ambiente distendido y calmo a pesar de las diferencias políticas? ¿Permitirá, por ejemplo, una Navidad sin presos políticos? ¿Dará los pasos para crear una situación de convivencia en que se pueda gobernar y también hacer oposición cívicamente, libremente, sin violencias? ¿Creará las condiciones para diálogos que beneficien al país? ¿Procurará normalizar las relaciones con nuestro principal socio comercial, Estados Unidos? Ya sabemos que hay un sector radical opositor que rechaza todo, pero la mayoría quiere arreglar las cosas en paz.

La pregunta más importante es si al llegar el presidente Ortega al 2027 con más de 81 años y después de gobernar durante 33 años, ¿habrá aprovechado estos cinco años para arreglar las cosas y permitir a su familia y al Frente Sandinista convivir en paz con la mayoría de nicaragüenses y el mundo, y entregará el gobierno en el 2027 en una transición tranquila y pacífica? ¿O pensará crear una dinastía, aunque la historia demuestre que las dinastías no duran para siempre y tienen un final incierto? El presidente Ortega tiene ahora en sus manos la oportunidad y las condiciones necesarias para gobernar con tranquilidad realizando los cambios que permitan un equilibrio político que traiga calma al país y produzca las transformaciones y soluciones que beneficien a todos: a él, su familia y su partido, y a la verdadera oposición cívica y pacífica. 

Los nicaragüenses somos un pueblo que confía en Dios y María Santísima y no pierde nunca la fe y la esperanza. Sabemos que el Espíritu Divino actúa de manera misteriosa, mueve corazones y crea condiciones nuevas e insospechadas. Para Dios nada es imposible (Lucas 18,27).  

El autor es abogado y comentarista de temas políticos y religiosos

www.adolfomirandasaenz.blogspot.com 

Opinión Daniel Ortega elecciones en Nicaragua archivo
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