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Mao Tse-Tung

Aunque China se abrió al capitalismo hace ya cuatro décadas, la alegada “legitimidad” que mantiene la dictadura férrea del Partido Comunista descansa en el gran mito creado alrededor del “Padre de la nueva China”, su “Gran Timonel” Mao Tse-Tung, a pesar de haber causado las dos mayores catástrofes de esa nación: el “Gran Salto Adelante” y la “Revolución Cultural”, que costaron millones de vidas humanas. Nacido el 26 de diciembre de 1893 en el seno de una familia campesina en la provincia de Hunan, Mao participó siendo adolescente en el movimiento revolucionario que derrocó a la dinastía Qing e instauró la Primera República en China en 1911. Mao asumió el marxismo mientras trabajaba en la Biblioteca de la Universidad de Pekín y fue uno de los fundadores del Partido Comunista de China en 1921.  

Su ascenso al poder no llegó hasta que, después de más de una década dirigiendo las guerrillas rurales, encabezó la “Larga Marcha” (1934) en que solo terminaron 10,000 de los 80,000 hombres que la habían empezado. Aunque Mao luchó contra el pasado feudal de China, acabó viviendo como un “emperador”, matando o encarcelando a todo el que considerara sospechoso de interponerse en su camino, incluyendo hasta algunos cercanos colaboradores. Durante décadas (1949-1976) ejerció con crueldad el poder absoluto sobre la cuarta parte de los habitantes del planeta y fue responsable de la muerte de más de 70 millones de personas. Todo ello sumado a que desplegó uno de los cultos a la personalidad más extravagantes y profusos de los que se tenga memoria.

Mao Tse-Tung era un ególatra, inescrupuloso, paranoico, envidioso, sanguinario y vil. Considerado uno de los baluartes del comunismo, el mayor ideal en su vida fue conservar el poder. En lo personal, Mao siempre estuvo lejos de la más mínima higiene corporal; pero, eso sí, estaba obsesionado con el sexo. Se acostaba con cuatro o cinco mujeres juntas. Durante la “Larga Marcha” exigía acostarse con una muchacha virgen en cada pueblo que pasaba. Ocasionalmente también con algún joven soldado de su guardia personal.

El “Gran Salto Adelante” (1958-1961), con el que Mao trató de transformar la tradicional economía agraria del país, lo único que consiguió fue acabar con la vida de 40 millones de personas. Una rápida industrialización y colectivización con la que quiso convertir a China en una superpotencia económica y militar, acabó en la peor hambruna de la historia, provocada principalmente al expropiar los alimentos del pueblo para enviarlos a la Unión Soviética a cambio de maquinarias industriales y armas. Mao afirmó: “Hay que pensar en términos estratégicos. Si alcanzar el rango de potencia nos costará el 10 o 15 % de la población, es un precio muy razonable”.

En la “Revolución Cultural” (1966-1976) con la que Mao Tse-Tung eliminó sin contemplaciones a quienes consideraba sus enemigos, mató a un millón y medio de personas y otros 20 millones fueron enviados a “campos de reeducación” (en realidad, campos de concentración). Era, como la calificó él mismo, “una purga” contra “la camarilla derechista y burguesa”. Y también fue el periodo de clímax en lo que respecta al culto a su personalidad, que Mao defendió bajo el pretexto de “fomentar así la alta moral de las tropas”. Mao creía ser el intelectual e ideólogo más importante de todos los tiempos. De ahí la enorme difusión que hizo de su “Libro Rojo”, una recopilación de citas, discursos, escritos y ocurrencias que, cumpliendo sus órdenes, en tres años se convirtió en el libro más publicado del mundo después de la Biblia.  

El 9 de septiembre de 1976 la radio china daba la noticia de su muerte. Ha costado mucho quitar el velo del secretismo para conocer la verdad sobre el mito de Mao. Porque ese mito fundamenta la feroz dictadura del partido comunista que desarrolla China despóticamente, pero utilizando la economía capitalista de libre mercado.

El autor es abogado y comentarista de temas políticos y religiosos
www.adolfomirandasaenz.blogspot.com

Opinión
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