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Papeles de Pandora y confusión de la política con los negocios

Ya hemos hablado antes de los Papeles de Pandora, la reciente investigación periodística que puso al descubierto casi 12 millones de documentos sobre negocios offshore y fortunas colocadas en los llamados “paraísos fiscales”. Pero en Nicaragua esto no ha tenido mayor repercusión.

La investigación de los Papeles de Pandora, en la que trabajaron más de 600 periodistas de 117 países, fue hecha por el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (CIPJ). Este ya había hecho otras investigaciones similares, pero de menor dimensión, como fueron los Papeles de Panamá y los Papeles del Paraíso.

Como se sabe, negocios offshore son aquellos que no están registrados en los países de origen o residencia de sus dueños o titulares; y paraísos fiscales son los países donde no se paga impuestos o la fiscalidad es casi nula.

Ahora bien, los Papeles de Pandora mencionan empresas y personas de 91 países, entre ellos 35 gobernantes actuales y anteriores y más de 330 otros políticos y funcionarios públicos.

De los 35 gobernantes y exgobernantes que aparecen en los Papeles de Pandora, 14 son de América Latina, entre ellos tres presidentes en ejercicio: Sebastián Piñera, de Chile; Guillermo Lasso, de Ecuador, y Luis Abinader, de República Dominicana. Los expertos aseguran que tener negocios offshore y depósitos en los paraísos fiscales no necesariamente es delito. Sin embargo muchas personas corruptas ocultan y lavan en ellos riqueza mal habida.

De lo que se acusa en general a quienes esconden sus riquezas en esos lugares es de causar un grave daño económico a sus países porque los Estados dejan de percibir enormes cantidades de dinero en concepto de impuestos, que debería servir para financiar proyectos de desarrollo, obras públicas y programas sociales.

El diario El País, de España, cita un estudio de 2017, actualizado en 2019, según el cual el 10 por ciento de todo el producto bruto mundial es generado por los negocios offshore ubicados en los paraísos fiscales. Por esa causa “América Latina pierde más de 40,000 millones de dólares en impuestos cada año… Brasil es el país de la región que más impuestos pierde anualmente: 14,600 millones de dólares. Le siguen Colombia, con 11,600 millones de dólares, y México, con 8,250 millones”.

Los tres presidentes latinoamericanos que aparecen en los Papeles de Pandora están por eso en problemas políticos. Pero la peor situación es la del chileno Sebastián Piñera, quien podría ser destituido a pesar de que en noviembre próximo será la elección presidencial y en marzo terminará su mandato.

No obstante que en Nicaragua no hay trascendencia de los Papeles de Pandora, también aquí se deberían aprovechar sus lecciones que son válidas para todos los países. Se trata por un lado de que se deben fortalecer los mecanismos de control de los paraísos fiscales y aplicar políticas tributarias más eficientes. Y por otra parte ser más rigurosos éticamente en la escogencia o elección de los gobernantes.

En relación con el caso del presidente chileno Piñera, su canciller Andrés Allamand declaró al periódico La Tercera que “hay que establecer una separación tajante entre el mundo de los negocios y el mundo de la política”. Y reveló que en más de una ocasión le dijo a Piñera “que no se puede ser protagonista de la política y simultáneamente activista de los negocios. Aquí hay que escoger: el que entre en la política, abandona los negocios; y el que está en los negocios, debe abandonar la política”.

Es cierto. A nadie se le debería permitir que use los dos sombreros, de empresario y de gobernante. Para eso hay que aprobar prohibiciones constitucionales de desempeñar responsabilidades políticas y al mismo tiempo manejar negocios particulares, directamente o por medio de otras personas.

Zapatero a tus zapatos, dice el conocido refrán. El empresario que se dedique a sus empresas y el político al servicio público. Esta es una regla de oro de la ética de la política y los negocios que se debería establecer en Nicaragua, cuando vuelva a haber democracia.

Editorial
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