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La escalada represiva de la dictadura

La última escalada represiva de la dictadura claramente tiene como objetivos: la exclusión de la política activa de los precandidatos presidenciales con mayor potencial, descabezar a la oposición y callar al periodismo y a las voces independientes.

La embestida generalizada está orientada contra cualquier opositor independientemente de su condición social y económica o filiación política.

El orteguismo es totalitario. Lo es por los métodos de represión y el uso combinado de las instituciones del Estado: diputados que aprueban leyes espurias, el Ministerio Público que acusa, los jueces que sin dilación condenan y la Policía que secuestra y encarcela. Allí están a mano también los grupos de civiles armados y los sicarios del micrófono.

Los derechos de los secuestrados siguen siendo atropellados: apresados sin orden judicial, impedidos de asistencia legal son llevados a audiencias secretas y no los presentan. La condición de salud de algunos de ellos es delicada y no hay seguridad que se les administre el medicamento adecuado. Están en condición de desaparecidos.

La situación de los otros 124 presos políticos no es mucho mejor.

Cada acción de la dictadura suma una nueva ilegalidad.

La atención de la comunidad internacional se ha reavivado, pronunciándose con contundencia y ha tomado ya, o se apresta a tomar, decisiones importantes.

La dictadura vocifera que hay una conspiración internacional de “los imperialistas y de los colonialistas”. El objetivo es fabricar un enemigo externo para moralizar a sus debilitadas bases. Presenta la crisis, además, como un conflicto entre ellos y la derecha, que concertada con “el imperialismo y los colonialistas”, pretende derrocar su poder, dicen ellos, revolucionario. Mentiras de patas cortas.

La comunidad internacional reclama el respeto a los derechos humanos porque constituyen un valor universal y el Estado de Nicaragua, desde 1948, está comprometido a respetarlos. Y porque igualmente, desde hace 20 años, es suscriptor de la Carta Democrática Interamericana.

El orteguismo es una dictadura a secas, y a ella adversamos fuerzas democráticas de amplio espectro. Basta ver la diversidad de representantes de la sociedad nicaragüense que Ortega ha secuestrado o persigue.

Tanto se ha revelado su naturaleza el orteguismo, que incluso amigos suyos que hasta hace poco vacilaban, han empezado a darle la espalda.

El modelo de la dictadura orteguista no es sostenible. Vive una crisis terminal que no se prolongará indefinidamente. Los zarpazos solo reflejan su miedo, porque saben que no cuentan con el apoyo ciudadano, por eso han aniquilado la mínima posibilidad que las elecciones sean libres.

La lucha cívica se mantiene y se mantendrá más allá del 7 de noviembre. Aunque el 8 de noviembre, Ortega se autodeclare victorioso, su salida, más temprano que tarde, es inevitable.

El autor es vocero de Unamos.

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