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Enoc e Isaac son dos casos de jóvenes lisiados a partir de las protestas de abril del 2018 que fueron reprimidas a sangre y fuego por la Policía y grupos paramilitares obedientes al FSLN.

Los lisiados de la rebelión agonizan en el abandono

Parapléjicos, en estado vegetativo, otros con balas en su cabeza y algunos sin sus ojos, se cuestionan si valió la pena salir a protestar

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Parapléjicos, en estado vegetativo, otros con balas en su cabeza y algunos sin sus ojos. La represión de Daniel Ortega dejó una cifra indeterminada de lesionados. Están abandonados a su suerte. Algunos se cuestionan hoy si valió la pena salir a protestar.

Hoy tiene 20 años, pero el día de la tragedia tenía 17. Cursaba el primer año de Gastronomía en la Universidad Politécnica de Nicaragua, le gustaba jugar béisbol y practicaba artes marciales en un gimnasio cerca de su casa, pero eso se acabó el 23 de junio de 2018 cuando un escopetazo le dejó el pie derecho colgando a Isaac Ramírez.

Isaac prefiere omitir su primer apellido porque su padre “me tiene abandonado. Para mí es como que no existe”. Su madre, Lorena Ramírez, de 52 años, es quien se ha hecho cargo de su “cumiche” y asegura entre lágrimas que solamente Dios sabe cómo hace para juntar los 13 de cada mes, los 2 mil córdobas de la pastilla que necesita tomar su hijo para ayudar a recuperarse a la tibia y peroné de su pierna derecha.

El joven vive en una casita construida con láminas de zinc. Un pequeño chocoyo a lado de su cama lo ha acompañado estos últimos meses en su recuperación. Desde muy chico formó familia. Su cama unipersonal donde duerme con su esposa ocupa más de la mitad del espacio de su pequeño cuarto con piso de tierra. Una subdivisión hecha con sábanas lo separa del otro espacio donde duermen sus dos hijos, una niña de siete años y otro de seis.

Isaac Ramírez duerme con su esposa en su cama unipersonal. Óscar Navarrete/ LA PRENSA.

Ramírez no pudo continuar con sus estudios y tampoco puede trabajar. Con costo se levanta apoyado en un par de muletas fregadas. En su pierna derecha tiene tornillos que tras 14 horas de operación le pusieron en el hospital Vélez Paiz y está esperanzado en que el próximo 5 de mayo se los retiren para continuar con su proceso de recuperación.

Isaac recuerda que el 23 de junio de 2018 se encontraba en una de las barricadas de la calle trasera de la UPOLI. Eran las 10 de la noche cuando en ese sector se cortó la energía eléctrica y la Policía junto a paramilitares empezaron a atacar el recinto. Desde su barricada se defendía con una hulera, tirando chibolas que cargaba en un canguro.

Cuando Isaac y su grupo vieron que no podía hacer frente a las balas de las fuerzas represivas de Daniel Ortega, decidieron abandonar la barricada y refugiarse en la UPOLI. Iban corriendo en la oscuridad cuando Isaac cayó al suelo. “Sentí que el pie se me entumió”. En la oscuridad solo se tocó y se sintió mojado.  Todavía vio venir una sombra antes de recibir el culatazo que lo dejó inconsciente.

En esa misma calle, el 20 de abril de 2018, Enoc López recibió dos disparos de bala que aún están alojados en su cabeza, uno detrás del ojo derecho y otro en la parte posterior del cerebro, el cual lo hizo perder la movilidad de todo el lado derecho de su cuerpo. Un día antes, en la UNAN Managua donde cursaba el cuarto año de Comunicación para el Desarrollo Social, turbas del FSLN le habían pegado un batazo en la espalda cuando pretendía unirse a una protesta contra el gobierno sandinista.

Antes de que las dos balas le atravesaran la frente, a Enoc no le gustaba usar el cabello largo, pero ahora “me hago tratamiento y me lo corto en luna llena”, dice entre risas acomodando sus colochos que cuelgan hasta sus hombros. Le encantaba jugar fútbol como portero y béisbol como pitcher. Muy pocos le bateaban sus lanzamientos con la derecha, pero eso ya quedó atrás, asegura. Aunque ha recuperado la movilidad de la parte derecha de su cuerpo, ya no es lo mismo, ha perdido fuerza y ahora es ambidiestro porque aprendió a comer y escribir con su mano izquierda mientras la otra la tuvo inmóvil.

El día de la tragedia se unió con unos amigos a las protestas de la UPOLI como a eso de las una de la tarde. La Policía ya estaba reprimiendo a los manifestantes que trataban de replegarlos con piedras y morteros. Tres horas más tarde, los antimotines lanzaron gases lacrimógenos.

Enoc López recibe burlas por los daños que le causaron las dos balas que tiene en su cabeza. Óscar Navarrete/ LA PRENSA.

Mientras corría, Enoc giró su cabeza para ver a una joven que lloraba por los efectos de los gases y fue cuando sintió un golpe en la frente. Cayó tendido en el suelo, pero consciente. No sabía que le habían disparado. Un grupo de jóvenes llegó a auxiliarlo y lo llevaron al hospital Manolo Morales. Le hicieron placas de rayos X y vieron que no podían con él. A las seis de la tarde fue remitido al hospital Lenín Fonseca donde lo operaron para extraerle los proyectiles.

“Me abrieron la cabeza” dice Enoc, mostrando su cicatriz que va de sien a sien. La frente le quedó hundida y aún se ve la seña de los dos proyectiles que lo impactaron. En el hospital Lenín Fonseca le dijeron que solamente pudieron extraerle una de las balas, pero tiempo después se hizo una radiografía y se dio cuenta que le mintieron, aún tiene las dos balas en la cabeza.

Más de mil heridos por la represión

Enoc e Isaac son dos casos de jóvenes lisiados a partir de las protestas de abril del 2018 que fueron reprimidas a sangre y fuego por la Policía y grupos paramilitares obedientes al FSLN. El Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes que señaló a Daniel Ortega de cometer crímenes de lesa humanidad, determinó que hasta el 30 de mayo de 2018 había más de 1,400 personas heridas de las cuales 599 fueron por arma de fuego.

Hasta esa fecha, la cifra total de heridos es indeterminada, ya que “muchas personas heridas no figuran en las cifras oficiales, aún cuando recibieron atención en hospitales públicos” indica el informe del GIEI, y tampoco existe un conteo por parte de otros organismos que registre la cantidad de personas lisiadas que dejó la represión.

El doctor Alejandro Lagos es un médico privado que prestó sus servicios para atender a lisiados de las protestas de abril. No tiene una cifra exacta, pero calcula que ha atendido a más de cien personas y hasta hoy continúa dándoles seguimiento.

Los casos van desde paraplejia, pérdida de ojos, miembros amputados, perforaciones de órganos vitales y hasta víctimas en estado vegetativo. Al médico le preocupa que estas personas están prácticamente abandonadas a su suerte.

El caso de Néstor Sotelo es uno de los más complejos, reconoce Lagos. Néstor es un hombre de 41 años que a las siete de la mañana del 21 de abril del 2018 iba caminando para su trabajo en el sector del puente El Edén, cuando paramilitares le dispararon desde una camioneta en uno de sus glúteos y posteriormente se bajaron del vehículo y lo golpearon brutalmente.

Lagos ha seguido el caso muy de cerca, e indica que el disparo que recibió Néstor en el glúteo no fue grave y podía recuperarse, pero la golpiza fue la causante de que hoy el hombre se encuentre en estado vegetal y solo, a cargo del cuidado de su madre de 81 años. Néstor no habla, no puede moverse, se alimenta por una sonda solo de líquidos, está desnutrido, respira gracias a una traqueotomía y defeca por una colostomía.

Gracias a sus publicaciones en redes sociales, el doctor Lagos ha podido recoger algunos alimentos, pampers, leche y demás insumos que Néstor necesita para su subsistencia. Lo mismo ha pasado con otros lisiados que también necesitan ayuda médica y humanitaria.

Lagos critica que “el sistema de salud no está listo para atender a estos lisiados”, además de que la mayoría teme asistir a una unidad de salud porque están controladas por el partido de gobierno, el mismo que los dejó lisiados.

Otro caso que el doctor Lagos atiende es el de un joven de Ciudad Sandino que ni siquiera estuvo en las protestas. Su “pecado” fue salir de noche en una caponera junto a otro amigo. Paramilitares les dispararon desde una camioneta y una de las balas entró por la cadera de uno, le rompió parte de los intestinos, salió por su abdomen y se le incrustó en la rodilla al otro joven.

Lagos asegura que uno de los jóvenes ha podido recuperarse y camina con un bastón, mientras el otro tendrá que vivir con la bala en su rodilla de por vida. Como él, hay muchas personas que quedaron con proyectiles en su cuerpo.

Un campesino que solicita anonimato tiene 10 balas en su cuerpo. Es originario de Puerto Príncipe, comunidad del municipio de Nueva Guinea. Estuvo atrincherado en el tranque de San Pedro de Lóvago y fue parte del Movimiento Campesino desde que supo que en 2013 Daniel Ortega autorizó a un chino de nombre Wang Jin para que construyera un Canal Interoceánico que desaparecería su comunidad.

El hombre de 34 años mide seis pies, de hombros anchos y fornido. Le gustaba montar a caballo y jugar béisbol, pero ya no puede porque quedó parapléjico después de que un perdigón de escopeta le rompiera la médula espinal. En su brazo derecho y espalda tiene otros 10 balines incrustados.

Tiene tres hijas que viven con él. Su esposa es la que se ha encargado de su cuidado. Como perdió movilidad en su zona inferior no puede defecar y hasta hace poco se hizo una colostomía porque su esposa debía sacarle las heces con sus dedos lo cual le estaba lastimando el recto y aunque él no sentía dolor, sangraba y le advirtieron que podía ser dañino.

El problema que enfrenta ahora es que cada bolsa para la colostomía cuesta 150 córdobas y no tiene ni uno. Al momento de hablar con LA PRENSA, su esposa indica que lleva ocho días con la bolsa visiblemente sucia porque no tienen para comprar otra. Sobreviven por la caridad de quienes los albergan en un pequeño terreno en algún lugar de Managua, y de vez en cuando logran vender una gallina de las que crían en su patio.

El campesino muestra su colostomía con la bolsa sucia. Cada bolsa cuesta 150 córdobas y no tiene dinero para cambiarla. Óscar Navarrete/ LA PRENSA.

Este hombre fue herido tras una emboscada que paramilitares hicieron a campesinos el 12 de junio de 2018. Él abandonó el tranque junto a un grupo de casi 20 personas, iban caminando “por monte. Y ahí nos dispararon”. Solamente tres sobrevivieron. El campesino nos pide que omitamos su nombre porque asegura que la Policía y el Ejército lo están buscando, han llegado a las casas de sus vecinos en Puerto Príncipe y lo han buscado hasta debajo de las camas.

Deprimidos

Un conejo cruza por el cuarto de Isaac Ramírez y se esconde. Luego se asoma un gato por debajo de la cama y sale corriendo al otro cuarto. En el pequeño patio de su casa también hay gallinas, patos, y un perro flaco. Hay más animales que gente en la casa. Los animales le encantan a Isaac y le han servido como terapia para sobrellevar la depresión que le causó la tragedia de su pierna derecha.

Es la fecha e Isaac aún no sabe quién lo llevó al hospital. Después de caer desmayado, despertó en una sala del hospital Lenín Fonseca a las 1 de la madrugada del 24 de junio. Le dijeron que iba a ser operado de emergencia y él pidió que no le cortaran el pie, aunque “me estaba colgando de un pellejito”.

Después de 14 horas de operación, Isaac despertó a las 5 de la tarde con los clavos que hoy tiene en su pierna. Actualmente no puede estudiar ni trabajar, está enfocado en la recuperación de su hueso y confía que en algún momento podrá retomar sus estudios, aunque acepta que no es su prioridad en este momento.

Su madre recuerda que Isaac estaba llorando una noche por el dolor y le dijo que prefería estar muerto. No quiere perder su pie. Su esposa y su madre, dedicadas al cuidado de Isaac, lavan y plancha ropa a 50 córdobas la docena.  “¿Se imagina cuántas docenas tengo que lavar para recoger el dinero para su pastilla?”. Aún no sabe si van a poder recoger lo completo para la tableta de Ibandronato que tiene que tomarse Isaac el próximo 13 de mayo.

Isaac insiste en que no quiere perder su pierna, por la cual casi muere por una fuerte infección que le provocó una caída que tuvo recién operado. Dice que no está dispuesto a tirar a la basura todo lo que ha luchado por recuperarse.

Isaac en su pequeño cuarto donde espera poder volver a caminar algún día. Óscar Navarrete/ LA PRENSA.

Enoc López también está deprimido. Asegura que incluso ha tratado de quitarse la vida porque desde abril del 2018 ha perdido más de lo que ha ganado, desde amigos hasta su relación de más de cuatro años.

Estuvo en silla de ruedas por cuatro meses, y ya puede caminar con zapatos especiales. Aunque no le molesta que le apoden “el renco”, porque quedó cojeando tras perder la movilidad de la parte derecha de su cuerpo que con terapia ha recuperado, sí le molestan las burlas que hacen sus ex compañeros de la UNAN Managua por como lo dejaron las balas.

Aún resiste dolores de cabeza y en su ojo derecho. En consultas médicas le han dicho que irá perdiendo la visibilidad debido a la bala que tiene detrás de su ojo. En 2018, por un familiar que tiene en Estados Unidos se dio cuenta que un grupo de personas desconocidas hizo una recolecta para ayudarlo, pero hasta la fecha no ha recibido esa ayuda. “Mucha gente se ha lucrado con el sufrimiento de nosotros (lisiados)”.

Enoc incluso ha llegado a cuestionarse si valió la pena salir a protestar ese día porque de haberse quedado en su casa no tendría hoy las dos balas en su cabeza.

La Prensa Domingo Abril 2018 lisiados Nicaragua archivo

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