CONTENIDO EXCLUSIVO.
A tres años de la brutal represión perpetrada por la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo en contra del pueblo nicaragüense, la pareja se ha mantenido este tiempo en el poder solo por el apoyo de las Fuerzas Armadas, con las cuales ha construido un sistema autoritario y represivo similar al régimen de Venezuela, que si bien por ahora no ha alcanzado el nivel de ese país, el régimen encamina a Nicaragua hacia esa “venezolanización”, consideran analistas políticos, quienes explican por qué el dictador sigue en el poder pese a la presión internacional y nacional.
Desde la rebelión cívica de abril de 2018, los ciudadanos disidentes de la línea política de los Ortega Murillo viven bajo un estado policial que asedia, persigue, asalta, encarcela y hasta asesina. La oposición ha tratado infructuosamente de encontrar una salida dialogada a la crisis sociopolítica, pero la pareja dictatorial más bien responde con más opresión, censura, confiscaciones y la creación de leyes represivas para asfixiar al bloque opositor.
Lea además: Galería | Managua sitiada por la PO en vísperas del tercer aniversario de las protestas de abril
La presión internacional durante los siguientes años posteriores al 18 de abril se ha elevado y la gente en Nicaragua no ha parado de reclamar un cambio, aunque ahora se hace desde las redes sociales, porque el régimen mantiene tomadas las calles y bajo amenaza a la población de ser detenida y enjuiciada mediante la fabricación de delitos.
Para el analista político y exrepresentante de Nicaragua ante la Organización de Naciones Unidas, Julio Icaza Gallard, hay tres factores que explican la permanencia de Ortega en el poder a pesar de la crisis múltiple que atraviesa el régimen. En primer lugar, está el apoyo recibido de la Policía y el Ejército, “lo que la ha permitido organizar fuerzas paraestatales y reprimir todo movimiento de oposición, imponiendo un Estado policíaco”.
En segundo lugar, la falta de un liderazgo fuerte y unificado en la oposición, carente de “una estrategia clara de lucha”; y en tercer lugar, la falta de una presión efectiva de parte de la comunidad internacional, “que no ha ido más allá de las sanciones individuales a personas o entidades”.
El sombrío panorama para Nicaragua
Partiendo de estos puntos, Icaza Gallard señala que el riesgo de que Nicaragua se convierta en otra Venezuela “es claro”, sobre todo si fracasa la salida electoral y el régimen cae en una situación de ilegitimidad, que llevaría a que la comunidad internacional desconozca su mandato.
“Eso se traduciría en un bloqueo de los organismos financieros internacionales y una reducción drástica de las inversiones privadas. Nos encaminaríamos a un declive quizás peor que el de Venezuela, porque Nicaragua no tiene los recursos naturales del vecino país”, expone.
En el 2014, jóvenes venezolanos protestaron contra el régimen de Nicolás Maduro —sucesor de Hugo Chávez— por la crisis social reflejada en la inseguridad, la escasez, la inflación y el corte constante de la electricidad. La respuesta de Maduro fue represión y muerte, y el discurso de un intento “golpe de Estado” (el mismo argumento y actuar que ha tenido el régimen orteguista para justificar sus violaciones a los derechos humanos). Desde entonces, la situación en Venezuela se ha vuelto más crítica —más desempleo, pobreza, inflación e inseguridad—, lo que ha obligado a más de cinco millones de venezolanos emigrar a otros países, según datos de la Organización de Estados Americanos (OEA).
El analista político y exembajador de Nicaragua ante la OEA, Mauricio Díaz, coincide por aparte que por ahora Nicaragua no se ha convertido en Venezuela, pero está en “proceso” de hacerlo si se mantiene el panorama actual. “No tenemos las dimensiones de la crisis venezolana, además siguen contando con los recursos petroleros con sus riquezas naturales, pero sí tenemos por desgracia la aplicación de un mismo modelo en donde el poder radica en la fuerza de los fusiles y la represión. La venezolanización de Nicaragua es un proceso (…) y creo que debemos de contestarnos si vamos a permitir que eso suceda. ¿Vamos a permitir que aquí se instaure el modelo de partido único, que es el máximo sueño de Ortega, tal y como lo ha expresado públicamente, como es el modelo cubano de partido único? Yo creo que los nicas no quieren eso, pero tampoco tienen medios para enfrentar a un régimen que ya optó por lo peor, que es eliminar a sus adversarios”, expresa Díaz.
Por su parte, el también analista político y exdiputado Eliseo Núñez considera que el comparativo de represión entre Nicaragua y Venezuela “es peor” para los nicaragüenses, porque “hay cero tolerancia” con las manifestaciones; pero si el país sigue bajo esta misma línea represiva, le iría muy mal, porque quedaría más empobrecido.
“Según su mentalidad, Ortega no necesita de votos para estar en el poder, lo que requiere es de 10 mil hombres dispuestos a morir y matar por él (…) Y la comunidad internacional lo que puede hacer es ir aislándolo y lo que vamos a tener nosotros es una economía en crisis, y en lo que sí podemos parecernos a Venezuela, no inmediato pero sí en los años venideros ya con una economía aislada y desempleo abierto por el aislamiento que Ortega está provocando, es con su inflación, falta de empleo, escasez de productos, importaciones cayendo…”, analiza Núñez.
Nicaragüenses “manos arriba”
Por ahora, Díaz ve a Nicaragua encaminándose a convertirse en un híbrido “entre lo peor de ambos modelos” de Venezuela y Cuba, alejado de los compromisos jurídicos políticos internacionales con la ONU, la OEA y los países democráticos, “que quisieran que Nicaragua vuelva al redil de las naciones civilizadas donde se respete la voluntad popular”.
El uso de la fuerza, a través de la Policía y grupos de parapolicías, es el principal recurso de “defensa” del régimen orteguista, y que tiene “manos arriba” a los nicaragüenses, agrega Díaz. “Los Ortega Murillo han tenido la habilidad de fracturar, debilitar y perseguir a esa oleada que inició en abril de 2018, y utilizaron los diálogos para ganar tiempo y después desatar una represión sin precedente en la historia política de nuestro país con la frase de ‘vamos con todo’ (…) Entonces tienen al país en estado de guerra unilateral, no declarada por ellos desde el Estado, lo cual ha desmovilizado a la oposición política. ¿Qué es lo que está pasando? Que nos tienen manos arriba”, dijo Díaz.
Desde el sábado 17 de abril, en víspera de la conmemoración del 18 de abril de 2018, la dictadura impuso un estado policial en las principales avenidas de Managua, e intensificó el asedio y la persecución a los ciudadanos opositores en distintos departamentos del país, para reprimir toda protesta en contra de los Ortega Murillo.
Puede interesarle: Opositores al régimen convocan a protesta pacífica el lunes 19 de abril, a tres años del estallido social
Es debido a este escenario que a los ciudadanos y políticos opositores se les hace difícil acelerar la salida de Ortega, según Díaz, porque el mandatario tiene de su lado las armas. “¿Por qué no ha cambiado nada (en Nicaragua)? Por una razón muy fundamental, porque hay una capital militarmente tomada, hay una especie de intervención desde adentro con una fuerza que dice ser nacional, pero más bien parece una fuerza de ocupación, porque lo que quieren evitar es que las ansias de libertad y democracia de los nicaragüenses se fortalezcan. No podemos superar esto porque tenemos la bota militar, la escopeta, el fusil en las espaldas como una amenaza permanente”, manifiesta.
Lo que debe aprender la oposición
En Venezuela, la oposición ha quedado relegada luego que el chavismo retomara mediante elecciones fraudulentas el control de la Asamblea Nacional. La idea de sacar a Maduro del poder cada vez se vuelve una utopía. Mientras que en Cuba, se impuso un partido único, el Partido Comunista de Cuba (PCC).
En Nicaragua, ante las eventuales elecciones presidenciales que están previstas para noviembre de este año, el régimen presentó una reforma electoral con el que busca “cumplir” con las recomendaciones de la OEA —de hacer cambios en el sistema electoral—, pero al final pone trabas a la oposición.
Para Díaz, todavía falta la gran decisión de la oposición si se va o no a elecciones y bajo qué tipo de condiciones; sin embargo, cual sea la decisión tendrá “un costo altísimo”. “Creo que hay suficiente liderazgo y suficiente materia gris para tomar una decisión correcta en el momento correcto”, dice Díaz.
“Una equivocación podría significar la consolidación de una dictadura institucionalizada, abstenerse tiene un costo como lo vemos en el caso venezolano, y creo que debe ser el pueblo nicaragüense que en última instancia diga si se debe ir o no a elecciones, tal vez podría pensar en un referendo nacional preguntando a los nicaragüenses qué deciden. Creo que a la hora de sopesar esa decisión, quien debe de tener el mayor peso es el pueblo”, considera Díaz.
Al respecto, Icaza Gallard enfatiza que la tarea fundamental de cara a las elecciones es la unidad, para así exigir las condiciones fundamentales y garantizar el triunfo de la opción democrática con la mayoría necesaria para hacer realidad los cambios que necesita Nicaragua. De Venezuela se debe aprender, según el analista, que la división de la oposición solo favorece el fortalecimiento de las dictaduras.
Lea también: Congresistas de EE.UU. critican reforma a la Ley Electoral presentada por el régimen
“La principal lección que debemos aprender de Venezuela es que la división de las fuerzas democráticas únicamente favorece a la dictadura. La segunda lección es que las dictaduras no negocian su desaparición, sino que utilizan la negociación para mantenerse en el poder y dividir a la oposición. Por eso toda negociación debe ir acompañada de la fuerza necesaria para garantizar resultados favorables. No se puede pretender ganar en la mesa de negociación lo que no se es capaz de ganar en la calle”, aconseja Icaza Gallard.
Más presión de la comunidad internacional
A criterio de Díaz, la comunidad internacional debe presionar más y agotar todos los mecanismos para que en Nicaragua se dé una salida pacífica, tomando en cuenta que el régimen orteguista se niega a recibir misiones que ayuden a agilizar este proceso, y por el contrario, expulsa misiones de derechos humanos.
El analista político plasma que uno de los primeros problemas a resolver es el cumplimiento de la Carta Democrática Interamericana de la OEA, en cuanto a la naturaleza del sistema, por lo que por el momento solo quedan las presiones bilaterales y multilaterales contra el régimen. “Por ejemplo, se necesita un consentimiento del Estado para que vengan las misiones y esa es una de las grandes debilidades”, dice Díaz.
“A la comunidad internacional le corresponde subir la parada, trabajé como embajador de Nicaragua y conozco el sistema de Naciones Unidas y los mecanismos que podrían darse para ayudar a una salida pacífica, pero no veo nada que llegue a eso. En Naciones Unidas existe la responsabilidad de proteger el sistema de las naciones, pero tendría que pasar el caso de Nicaragua por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, pero ahí estamos vetados y pareciera que la pareja en el poder está empujándonos a los nicaragüenses para que nos rebelemos a otro año de sangre”, razona Díaz.
Y agrega: “Hasta el momento pareciera que no tenemos salida, pero tenemos la esperanza que la comunidad internacional, tanto bilateral como multinacional, las eventuales sanciones que pueden venir creciendo contra instituciones y contra personas del régimen, los obliguen a aceptar dar unas elecciones que cumplan con los parámetros del sistema democrático hemisférico tal y como lo consagra la Carta Democrática Interamericana”.