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El pueblo presidente

“Si el pueblo está en el poder, pero el pueblo quiere un cambio de poder, por qué el pueblo en el poder, ¿no le da el poder al pueblo”?

Este es el año del “pueblo presidente”, año en que la fraseología y el discurso revolucionario deberán confrontarse con la realidad a través del voto secreto, directo, informado y observado nacional e internacionalmente. Ya es hora de probar que la retórica acerca de que “el pueblo es presidente” está respaldada por la verdad y no es demagogia clientelista, sino un genuino afán de empoderar al pueblo a que ejerza ciudadanía, hasta ser el presidente de su propio destino. No olvidemos que la soberanía reside en el pueblo que tiene el derecho —y debería ser también el deber— de ejercerla con su poder, el voto, para de manera pacífica y cívica otorgar mandatos o revocarlos, instalando o removiendo a las autoridades de su país, garantizando la alternabilidad en la cosa pública, lo que es el corazón y la médula de un sistema democrático. Y esto no es una concesión gratuita de quien detenta el poder sino el resultado de la evolución de la democracia, la libertad y los derechos humanos en el mundo, más allá de posiciones políticas o partidarias.

En Nicaragua llegamos donde estamos —involucionamos— por la falta de participación ciudadana en las cuestiones del “buen gobierno”, lo que ha venido siendo aprovechado para intentar consolidar una dictadura familiar, que aún pretende ser dinástica, destruyendo los derechos civiles de los gobernados y, en nuestro caso, en contra de la vida misma de los nicaragüenses. Y nos ha costado mucho: sangre, lágrimas, luto, exilio, pobreza, desesperanza y más sacrificios en la medida en que la fuerza bruta se asienta como el imperio de la irracionalidad o el derecho de las bestias. Para graficar esa falta de ciudadanía basta ver el tratamiento que se nos brinda en los servicios públicos, el peor de Centroamérica, en las gestiones de cualquier naturaleza que un ciudadano deba efectuar sea en la Alcaldía, en la Policía, en el Minsa, en Aduanas, para obtener una cédula de identidad, etc., donde ni las infraestructuras para atención pública cuentan con las mínimas condiciones para dignificar a las personas humanas. Pero, por supuesto, quienes detentan el poder se han construido residencias y mansiones de lujo en playas y montañas, como la mejor nomenclatura de la peor época del comunismo tras la cortina de hierro, o el actual sistema cubano y venezolano.

¿Y “el pueblo presidente”? ¡Muy bien gracias! Bajo “el nicaragüense sol de encendidos oros” luchando por su sobrevivencia y otros engañados con la falacia de que este es un gobierno socialista, cristiano y solidario. Todos esos tabúes y cuentos chinos como el gran canal, el Supremo Sueño de Bolívar, el puerto de aguas profundas, el satélite y tantas ilusiones ofrecidas, serán medidos a través del voto, que es el medio por excelencia para conocer la voluntad popular, y en noviembre de este año tenemos la oportunidad de decidir si estamos satisfechos con el gobierno actual o queremos un cambio. Así de sencillo.

Estarán en la balanza los logros alcanzados por el gobierno, que son considerables en materia de infraestructuras, carreteras, energía eléctrica, versus violaciones a los derechos humanos comenzando por el derecho a la vida, a la libertad, a la libre movilidad, a la libertad de expresión, de organización, al derecho de ser ciudadanos y no esclavos.

Pondremos a prueba si estamos satisfechos con la dictadura o si queremos recuperar la democracia.

El pueblo es el presidente, él decidirá.

El autor es miembro del CEN del partido Ciudadanos por la Libertad.

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