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Anielka Espino, piloto originaria de Ocotal. LAPRENSA/Cortesía

Anielka Espino, una piloto nicaragüense de helicópteros. ¿Cómo lo logró?

Anielka Espino en unos meses se convertirá en piloto de helicópteros, con lo cual sería la primera mujer nicaragüense civil en conseguirlo, según se tienen registros.

Sobrevolando el volcán Momotombo, Anielka Espino mira que unos niños mueven las manos para saludar. Es 2015 y ella pilotea un avión Cessna. Cuando ve aquella escena se le humedecen los ojos porque de inmediato recuerda cuando, junto a sus amigos de Ocotal, miraba a los aviones y helicópteros pasar sobre el pueblo y también hacían señas con las manos.

Una mañana, cuando tenía ocho años de edad, un helicóptero volaba muy bajo en Ocotal. Sin bañarse y con sus amigos lo siguieron hasta donde aterrizó en un campo del pueblo llamado La Yarda. Ese día, maravillada, soñó con algún día volar uno de aquellos aparatos.

Este sueño lo volvió a revivir unos 15 años después, cuando se montó en un avión como copiloto en Estados Unidos. Solo regresó a Nicaragua para meterse a la escuela de aviación Golden Wings Nicaragua, la única que existe en el país.
Desde entonces, no ha parado para obtener las licencias de aviones comerciales (ala fija) y helicópteros (rotativos). Está muy cerca de conseguir ambas de forma civil, con lo cual se convertiría en la primera mujer nicaragüense en lograrlo, según se tienen registros.

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La primera vez que voló sola un avión Cessna, Anielka pasó por el ritual de los pilotos: la bañaron en aceite de avión, le cortaron un poco el cabello y le dieron una patadita de iniciación. “A mí me gusta estar más en el aire que en el suelo”, dice.

Montada en uno de los helicópteros que pilotea.
LAPRENSA/Cortesía

De Ocotal

Anielka Ivania Espino López, de 29 años de edad, nació en Ocotal, Nueva Segovia, al noreste del país. Hija única del matrimonio de Iván Espino, contador, y Miriam López Salgado, administradora de empresas. Desde preescolar, como a los seis años de edad, participó en certámenes de belleza por insistencia de su madre.

A los 18 años de edad participó en Miss Nicaragua, entre otros concursos, que la llevaron a conocer países como Trinidad y Tobago, República Checa y Estados Unidos. “Me gustaron los certámenes de belleza, fue algo que hice durante mi adolescencia, pero ahora tengo otros intereses”, dice Anielka.

En 2012, cuando tenía 21 años de edad, nació su hija Valentina. Aunque se separó del padre de la niña, ella dice que él y su familia la apoyaron para meterse en la aviación dos años después. “Cuando ella nació, supe que tendría que dar el máximo porque ya hay una persona que depende de mí”, dice.

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Con Valentina, su hija, se monta en ocasiones en aviones alquilados para practicar. “Aunque a mis padres les dé mucho miedo las alturas, a mi hija le encanta”, dice Anielka, quien sube a sus redes sociales fotografías con su hija pilotando aviones Cessna.

La segunda, de izquierda a derecha, es Anielka en una actividad en el colegio.
LAPRENSA/Cortesía

Piloto

Para ingresar a la escuela de aviación, una persona tiene que pasar exámenes médicos, físicos y psicológicos. Sin embargo, los instructores siempre señalan que la hora de la verdad es cuando sus alumnos entran a la cabina por primera vez para pilotear un avión. Los pilotos deben tener la capacidad de reaccionar ante circunstancias difíciles: una emergencia en la ruta o una falla en la aeronave.

Anielka nunca tiene nervios cuando entra a la cabina. Se siente más segura en el aire que cuando va manejando un automóvil. “Dame un momento para parquearme y seguir hablando”, dice Espino, quien al momento de la entrevista iba hacia su trabajo en una marca de vehículos en Miami, Estados Unidos. “Ocurren más accidentes de carros que de aviones o helicópteros”, agrega.

—Ocurren menos accidentes aéreos, pero no hay duda que son más mortales. ¿No le da miedo que falle algo? —le pregunto.

—No pienso que algo malo pueda pasar —responde. —Sé que a otros les ha pasado, pero creo en mis capacidades. Además, en ala fija (aviones) existe la opción de que, si falla algo, uno puede planear un aterrizaje. En cambio, con helicóptero, no, porque es como un coco en el aire, si se para, va para el suelo rápido.

Sin embargo, la emoción por convertirse en piloto de helicópteros sigue intacta. Después de sacar la licencia, le gustaría trabajar como piloto privado o en vuelos de rescates aéreos. Haciéndolo podría ganar entre 60 y 80 dólares la hora. Claro, para llegar a sacar una licencia de piloto de helicópteros la inversión que ha hecho podría oscilar entre 60 mil y 80 mil dólares. Por esa razón, a Anielka le ha tomado más de seis años conseguirla, pues solo el alquiler de un helicóptero para acumular horas de vuelo cuesta 400 dólares.

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Una de las razones por las que ha podido pagar esta carrera es su tienda de productos naturales para mejorar el acondicionamiento físico, llamada Buena Vida. Estos productos, registrados por la Administración de Medicamentos y Alimentos (FDA), se pueden encontrar en diferentes tiendas en Nicaragua y próximamente se venderán en algunos supermercados en Estados Unidos.

Anielka es una muchacha atractiva. Alta, blanca y usa el pelo largo y negro. Es una de las modelos de su tienda de productos, por lo que en ocasiones se toma fotografías luciendo trajes de baño o ropa ajustada. En su cuerpo tiene tres tatuajes. Uno es el nombre de su hija, y los otros dos son de aviación. Uno de ellos es un jet que se tatuó en su mano derecha, como el recuerdo del día que pilotó un avión por primera vez.

Actualmente vive con su madre, Miriam, y su hija, en Miami.
LAPRENSA/Cortesía.

La Prensa Domingo

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