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Xavier Araquistain, cronista deportivo. Video: Óscar Navarrete

Xavier Araquistain, el hombre que quiere narrar hasta en el cielo

Xavier Araquistain ha narrado más de 60 deportes distintos en toda su carrera como periodista deportivo. Su voz ha acompañado a los nicaragüenses en los mundiales de futbol y Juegos Olímpicos. En los últimos años las enfermedades lo han golpeado y hace unos días fue exaltado al Salón de la Fama del Deporte Nicaragüense

Bajo una lámpara que ilumina su rostro, Xavier Araquistain espera en la sala de la casa del bicampeón mundial de boxeo en retiro Rosendo Álvarez, en Managua. Ha viajado desde su casa en un reparto de Ciudad Sandino, hasta la del boxeador, con el que mantiene una amistad desde hace décadas.

—Están con la leyenda —dice Rosendo, cuando baja de su cuarto, en el segundo piso de su casa, mientras saluda al fotógrafo y a mí.

—¿Cómo estás, campeón? —le responde Araquistain con un choque de puños.

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Hoy, Xavier Araquistain, mejor conocido con el Chele Araquistain, está vestido con un pantalón negro de tela que ha combinado con los zapatos y un saco. Debajo tiene una camiseta amarilla cuello en V que se le empapará de sudor durante esta mañana de jueves. En los últimos años usa el pelo muy corto, distinto a la melena larga que veo en las fotografías que me enseñará más tarde.

Mantiene la robusta voz que ha acompañado a varias generaciones de nicaragüenses, que pegados a los televisores nacionales, han visto los Mundiales de Futbol, los Juegos Olímpicos o el beisbol de Grandes Ligas. Solo que ahora, después de operaciones en los riñones, en la columna y en la vesícula, se le siente unos tonos más bajos. “En estos días debieron de haberme operado de la vesícula”, dice Araquistain, señalándose al lado derecho de su abdomen, donde siente dolores.

La operación estaba programada para finales de noviembre, pero fue suspendida. Eso fue lo que le permitió estar el sábado 28 de noviembre en la gala del Salón de la Fama del Deporte Nicaragüense, en la que lo exaltaron junto a dos cronistas deportivos más: Gustavo Argüello y Juan Navarro. Araquistain fue el único que lo recibió en vida. “Agradezco a Dios por haberme permitido estar en ese homenaje en carne y hueso”, refiere.

Tiene 40 años en el periodismo deportivo. LAPRENSA/Óscar Navarrete

En la placa que le otorgaron a Araquistain está escrito: “Considerado el cronista deportivo más completo de país”. Y su currículo lo avala: en sus 40 años como periodista deportivo ha narrado o comentado hasta 60 deportes distintos, entre ellos, todas las disciplinas de los Juegos Olímpicos de verano e invierno.

“Siempre me buscaban porque yo era responsable con mi trabajo y era versátil: comentaba, narraba y anotaba”, dice Araquistain, y agrega riéndose: “Pero sobre todo porque decían ‘llamemos al Chele, que toda mierda sabe, todos los deportes los domina’”. Fue así que, además de deportes, llegó a comentar carreras de carretones de caballos de las famosas competencias de Ben-Hur, y “el colmo”, dice, hasta exhibiciones de aviones.

Portero

En el Instituto Pedagógico de Diriamba fue la primera vez que se puso unos tacos de futbol. En ese instituto, desde que los alumnos se matriculaban ya estaban inscritos en los equipos. Entonces, cuando le entregaron los zapatos deportivos, Araquistain no sabía cómo amarrar los largos cordones. Por eso fue el último en salir del vestuario. En el camino se topó con el hermano Basilio, que tenía fama de tener un carácter fuerte.

—¿Por qué no estás jugado futbol? —recuerda que le reclamó Basilio y Araquistain le explicó que se había demorado porque no sabía cómo amarrarse los zapatos.

—¡Vaya ya a ponerse de portero! —le dijo Basilio. Araquistain creyó que lo estaba castigando mandándolo a cuidar el portón principal del colegio, y no la portería del campo de futbol. Siendo un niño de ocho años de edad la palabra “portero” para él significaba el señor que en la entrada del colegio le avisaba cuando llegaba una visita. Pues entonces eso hizo, y se plantó a cuidar el portón. Minutos más tarde el hermano se lo volvió a encontrar y le gritó más fuerte:

—¡Lo que quiero es verlo allá pateando la pelota!

Después de recibir una bofetada de Basilio, Araquistain salió corriendo al campo, y sin importarle interrumpir el juego, cogió el balón con las manos y lo pateó bien alto para que el padre mirara que le había acatado la orden.

Durante su primera comunión. LAPRENSA/Cortesía

La anécdota le causa risa ahora a Xavier Araquistain. Pero da una idea de cómo entró a ese colegio sabiendo de deportes y cómo salió cuatro años más tarde. Ahí aprendió a jugar beisbol, futbol y basquetbol. Pero también había un club donde se podía jugar ping pong, ajedrez y billar. “Empecé a aprender de todos los deportes que me salían”, dice.

A los 12 años de edad regresó a su casa en Managua, siendo un jugador de billar que podía ganar dinero apostando. Araquistain se iba a los clubes de billar para que le prestaran para la apuesta inicial, y cuando ganaba, se repartía la mitad con el dueño del negocio. Durante varios años lo hizo y regresaba a su casa bien entrada la noche. A su madre, Guadalupe Cisneros Leiva, no le gustaba verlo llegar a esas horas, a pesar que su hijo siempre le entregaba todo lo que había ganado “para la comida de mañana”.

Cuando Xavier Araquistain Cisneros nació el 6 de febrero de 1956, su familia era acomodada. Su padre Julio Ignacio Araquistain Ortega era un comerciante de la vieja Managua. Había tenido un matrimonio con siete hijos antes de conocer a la madre del Chele, Guadalupe Cisneros Leiva. Julio enviudó y se fue a vivir con sus siete hijos con Guadalupe, quien dio a luz a otros siete más. El último de ellos es Xavier, quien no llegó a conocer bien a su padre, pues este falleció cuando apenas tenía tres años de edad.

Así que los primeros años, Guadalupe se fajó criando a 14 hijos. Luego, algunas tías la ayudaron y los primeros siete fueron a vivir aparte, muchos de ellos viajaron a Estados Unidos. Esos años serían importantes para el Chele porque en su casa vivió durante año y medio su hermano Jorge Araquistain Wheelock, quien era un narrador de beisbol en la radio.

Xavier llegaba siempre al cuarto de Jorge, quien todas las noches escuchaba la emisora de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos, en la que anunciaban la actualidad de los equipos de Grandes Ligas. Su hermano tomaba apuntes y leía revistas en inglés, que cuando se marchó de la casa se las heredó. “Ahí empezó mi pasión por el beisbol de Grandes Ligas”, dice Araquistaín, quien todavía se emociona cuando recuerda las fotografías que recortaba para adornar sus cuadernos.

Años más tarde, cuando Araquistain ya se estaba dedicando a la crónica deportiva, su hermano Jorge le aconsejó que se especializara en unos pocos deportes, porque “el que mucho abarca poco aprieta”. Los años han mostrado que “ese fue el único consejo que no le hice caso”, dice riéndose. Un día, con su hermano de visita en Nicaragua, lo invitó a narrar un partido de Grandes Ligas en Canal 10. Fue la única vez que se escuchó: “Bienvenidos, al beisbol, les saluda Jorge Araquistain y Xavier Araquistain”.

A la derecha de la foto, de calzoneta amarilla, Xavier Araquistain. LAPRENSA/Cortesía.

Reconocimientos

Como jugador de billar y ajedrez de la Asociación Internacional de Prensa Deportiva (AIPS), tiene 3 medallas de bronce y 3 de plata en torneos de ajedrez y billar en los eventos internacionales que esta organización monta entre los periodistas deportivos.

Ha dado cobertura a 10 ediciones de la Copa Mundial de Futbol en canales de televisión. Desde España 1982 hasta Rusia 2018. Tiene más de 50 coberturas de boxeo en peleas de título mundial. Ha transmitido automovilismo, motovelocidad, motocross, supercross, boliche, billar, carambola, golf y hasta competencias de aeronaves de la empresa Red Bull.

En los años noventa, en un solo día estuvo en tres canales de televisión distintos. Al mediodía transmitió beisbol, en la tarde baloncesto y en la noche boxeo.

Inicios

Como le gustaba dibujar desde la primaria, Xavier Araquistain quería ser arquitecto. Aprobó los exámenes de Arquitectura e Ingeniería en la UNAN-Managua, pero prefirió la última porque era una carrera menos demandante de dinero. Cursó varios semestres en Nicaragua y se ganó una beca para culminar sus estudios en la universidad de Heredia, en Costa Rica. De ahí que le dicen ingeniero.

Al regreso a Nicaragua, estuvo trabajando en la universidad y luego en una constructora. Pero su afición por el deporte siempre estaba presente. Fue árbitro de basquetbol y sabía anotar partidos de beisbol. Iba a ver juegos todas las semanas. Y ahí fue que viendo que los periodistas deportivos tenían la posición más cómoda del campo, se ofreció en Radio Mundial para anotar gratis con tal de sentarse en el lugar privilegiado.

De izquierda a derecha, Xavier Araquistain y Alexis Argüello. LAPRENSA/Cortesía

Con el tiempo, al saber mucho sobre las reglas del beisbol que las había aprendido como lo hizo con todos los deportes que jugó, fue haciendo comentarios y correcciones a los narradores y comentaristas de la radio. Poco a poco fue tomando el micrófono, hasta que le dieron su silla titular en el equipo.

Aun así, combinaba su trabajo como ingeniero con su naciente carrera de periodista deportivo. A la hora del almuerzo en la constructora se iba corriendo a la radio para estar en el programa del mediodía. Hasta que su fama de conocedor se fue esparciendo y fue requerido en otros medios televisivos y radiales. Ganaba más dinero por algo que lo apasionaba, como eran los deportes, y de esta manera abandonó la carrera de ingeniero para convertirse en cronista deportivo.

Desde entonces, ha trabajado en casi todos los canales de televisión, en varias radios, y en periódicos como LA PRENSA, El Nuevo Diario, Semanario Deportes y Tiempos del Mundo. Una de sus ventajas, dice, fue que como en ese entonces no existía internet, él sabía hablar inglés y podía traducir revistas o programas radiales que contenían la última información deportiva.

Al igual que su hermano, escuchaba la emisora de las Fuerzas Armadas. Incluso, en la Radio Mundial empezaron a narrar beisbol de la siguiente manera: Araquistain escuchaba un inning en inglés y lo anotaba en un papel, que luego se los pasaba a unos narradores, que con esos apuntes hacían el teatro de estar narrando “en vivo” desde el terreno. “No podían avanzar en el partido mientras yo no le pasara la siguiente entrada… Eran otros tiempos aquellos”, confía.

El idioma inglés lo aprendería por casualidad. Una tarde que regresaba del colegio miró por la Avenida Roosevelt un edificio de cuatro pisos que era el Centro Cultural Nicaragüense Americano. Se metió por curiosidad y ahí estuvo de pie detrás de una puerta viendo la clase durante unas horas. Eso mismo hizo durante cuatro días seguidos, hasta que la profesora lo invitó a sentarse en la sección. Ella le dijo que había mirado su interés y que al día siguiente le iba a conseguir una beca. Así empezó a estudiar el idioma que le dio una ventaja en su carrera. A su casa ya no llegaba tarde por jugar billar, sino que ahora lo hacía por sus estudios de inglés.

Durante su exaltación al Salón de la Fama, junto a su hijo Jénnier, de nueve años, su madre, Guadalupe Cisneros y su esposa Jennifer. LAPRENSA/Tomada de El 19 Digital.

Enfermedades

Lo que más impresiona de Xavier Araquistain es su delgadez. Cuando se quita el saco, se ve lo holgado que le queda el pantalón. Tiene 64 años de edad, pero pareciera de unos años más. No obstante, la coherencia y la fuerza en su relato siguen intactos. “Ya no trabajo en la televisión porque como estoy enfermo no me buscan”, dice Araquistain, quien solo tiene confirmado transmitir los Juegos Olímpicos 2020 en Canal 10.

Hace cinco años lo empezaron a afectar las enfermedades. Lo operaron de los riñones para sacarle varias piedras. Estuvo un mes de subsidio. Sin embargo, cuando regresó a trabajar en Canal 4, lo despidieron. A los tres días, mientras se preparaba para narrar un partido de beisbol le dio un derrame cerebral. “Creo que la misma preocupación por quedarme sin trabajo y tener todavía a un hijo pequeño, me dio ese derrame”, dice Araquistain, que ahora trabaja en el Comité Olímpico Nicaragüense.

El niño se llama Jénnier Samuel Araquistain González y tiene nueve años de edad. Con él, Xavier sube fotografías al Facebook jugando ajedrez y beisbol o bailando rock and roll. “De todos mis hijos es el que me ha aprovechado más porque ahora me mantengo más tiempo en la casa”, dice, mientras Jennifer, madre de Jénnier y pareja del Chele desde 23 años, está pendiente de cómo su esposo sale en las fotografías.

Con su amigo Rosendo Álvarez en China. LAPRENSA/Cortesía.

Araquistain dice que tuvo dos vicios en su vida: las mujeres y la comida. De las mujeres hablan los nueve hijos que tuvo en cinco relaciones distintas. De la comida, cuenta, que se comía hasta cinco vigorones en una jornada doble en el estadio. Quesillos, morongas, gallo pinto y frituras eran parte de la dieta que desde hace cinco años le ha pasado facturas. “Yo sentía que no era gula, porque yo entraba al estadio y me daba un apetito, como que si no había comido en todo el día. Era un adicto” .

En 2017 se le quebró la columna cuando sacaba con un balde el agua de su casa que se estaba inundando. Le colocaron dos varillas de titanio con tres pernos cada una. Durante la operación, adquirió una infección y lo operaron otra vez. Un año después, le estalló la vesícula y también cogió una bacteria durante la intervención.

Desde entonces Araquistain está batallando todos los días contra esa enfermedad. En los últimos meses algo está obstruyendo en las vías biliares, por lo que tenía programada la operación en noviembre. Esto le ha quitado el apetito que explica su delgadez y le produce una picazón insoportable en todo el cuerpo. A veces se desespera y lo que hace es ducharse para calmar la sensación. Pero desde hace tiempo padece de fiebre al bañarse después de mediodía.

“Estoy preocupado porque no sé si voy a seguir (vivo)”, dice Araquistain, quien todavía tiene ánimo para una broma: “A mí me dan ganas de morirme este año: se han muerto los beisbolistas Bob Gibson, Whitey Ford, Joe Morgan y ahora hasta Diego Armando Maradona… Esos hijueputas en algún lado del cielo están jugando, y yo tengo que verlos para narrarlo”.

El cronista deportivo Xavier Araquistain. LAPRENSA/Óscar Navarrete

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