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De las pacas a Instagram. Cómo la pandemia ha transformado el negocio de la ropa usada en Nicaragua

Carol Castro cerró su tienda y se mudó a Instagram. Sofía Laguna y Karina Rojas vieron en tiempos de pandemia una oportunidad de vender ropa usada en línea

Carol Castro salvó su negocio de ropa usada gracias a Instagram. Fue en esta red social que encontró una nueva forma para ofrecer la venta de sus productos, generar ingresos y mantenerse a salvo de la pandemia del Covid-19.

Antes de marzo de este año, cuando aún no se había reportado ningún caso de Covid-19 en el país, Castro atendía a sus clientas en una tienda en el barrio Edgar Munguia, en Managua. Sin embargo, tuvo miedo de contagiarse de coronavirus y decidió junto con su familia ponerse en cuarentena. Se rehusaba, sin embargo, a perder lo que había construido por meses.

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“Decidí migrar a lo digital y creé mi cuenta de empresa en Instagram, porque es un espacio selecto y tenés control de tus clientes. Además, que es mi red social favorita”, dice Castro, quien ahora ofrece ropa usada para mujeres bajo el nombre de Kalola.

En Nicaragua entre 2013 y 2015, se importaba más de 1,400 toneladas de ropa usada en promedio mensualmente, y se hacía un gasto promedio de más de 2.2 millones de dólares mensuales, según cifras de la Dirección General de Aduanas (DGA), publicadas por el Banco Central de Nicaragua (BCN). Esas cifras fueron publicadas por última vez en agosto de 2015. Las importaciones de esos productos iban en crecimiento.

Cuando Castro migró a Instagram y cerró la tienda física el golpe económico le llegó de un solo: pasó de vender 8,000 córdobas al mes a no vender nada en los peores meses de la pandemia. Actualmente logra vender poco más de 3,000 córdobas.

Carol castro, de 35 años, propietaria de Kalola. LA PRENSA/Cortesía

No fue un proceso fácil acostumbrar a los clientes a este nuevo sistema de compra, cuenta. “Tenés que comenzar a crear algo llamativo y competir con que antes la gente se medía la ropa y ahora todo es visual, pero ellas también tenían miedo de llegar a comprar y (contagiarse)”, dice Castro, quien es contadora pública y quedó en el desempleo en octubre de 2019.

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Con la llegada de la pandemia a Nicaragua, los métodos de compra cambiaron y el consumidor pasó de lo físico a lo digital. Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), en junio de 2020, el comercio electrónico creció más de 150 por ciento en Latinoamérica.

El informe de la Cepal, titulado “Universalizar el acceso a las tecnologías digitales para enfrentar los efectos del Covid-19”, refleja que con la llegada de la pandemia se han acelerado los modelos de gestión, de producción, de demanda y de negocios que privilegian los canales online. En junio de este año las empresas de comercio minoristas aumentaron su presencia en las redes sociales en un 431 por ciento, con respecto al mismo mes de 2019.

Aunque en Nicaragua no se decretó una cuarentena oficial por el virus, miles de personas decidieron tomarla por cuenta propia para protegerse. Decidieron comprar y vender en línea. Como Margarita González que cada quincena le gusta ir a las tiendas de ropa usada, pero el miedo la hizo dejar de ir, pero siguió comprando en línea. “De esta manera no tengo ningún tipo de contacto con otras personas. Cuando me hacen la entrega es con mascarilla y con distanciamiento social y, cuando me entregan las prendas, vienen desinfectadas, entonces eso me da confianza”, asegura.

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Pero las desventajas, dice, que es “los colores (que ve en las imágenes) a veces no son los mismos que en físico y no me puedo medir la ropa”.

“La pandemia me dio el empujón”

Karina Rojas, de 27 años, y Sofía Laguna, de 21 años, no se conocen, pero tienen cosas en común: ambas comenzaron a vender ropa usada en julio de este año a través de Instagram. La primera empezó porque la pandemia la dejó sin empleo y la segunda aprovechó el autoconfinamiento para iniciar su negocio.

Sofía Laguna, de 21 años. LA PRENSA/Cortesía

“Soñaba con ser mi propia jefa, pero no me atrevía porque tenía un trabajo estable, pero con el virus quedé sin trabajo. Es más, la pandemia me dio el empujón”, cuenta Rojas, quien vive en Managua.

Laguna, de Diriamba, creó Cacao y Miel. Dice que llevaba cinco años postergando este proyecto, y no había logrado materializarlo por miedo al fracaso y la crisis económica que atraviesa el país. “Yo soy universitaria y quería unos ingresos extras, y a pesar del miedo, ha sido todo un éxito y las estadísticas que brinda esta red social me han ayudado bastante”, señala.

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Las jóvenes coinciden que parte de su éxito ha sido el mercado segmentado y exclusivo que encuentran en Instagram. “Cacao y Miel ha enganchado bien en Instagram porque es una red más visual y yo he tratado de cuidar la línea gráfica en mis publicaciones”, dice Laguna.

Rojas asegura que con su página Autentika ella puede llegar a las personas que necesita. “En Instagram le pongo amor, sé la hora en que la gente está más activa y es cuando aprovecho a publicar, sé si son mujeres o varones, los gustos, las edades”, dice.

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