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La costurera de los pijamas azules

Gracias a la visita del grupo de eurodiputados la semana pasada a las prisiones, pudimos comprobar nuevamente la enorme dignidad que reside en los presos políticos por ejercer la libertad y los derechos más fundamentales.

Fue conmovedor ver en los ojos de jóvenes como Amaya Coppens la resistencia. Y también reencontrar a Lucía Pineda Ubau, nuestra “Chilindrina”, el rostro pálido, junto a compañeras, animando a resistir desde su cárcel. Y descubrir sin tapujos la enorme crueldad ejercida contra el periodista Miguel Mora para dejarle sin la luz del sol ni la luz eléctrica con la que leer una Biblia. Fue lo único que pidió el eurodiputado Ramón Jáuregui a la dirección del Chipote: “Luz y una Biblia para Miguel Mora”. ¿Habrá eso llenado de vergüenza o conmovido algún resorte de la lectora de la Biblia Rosario Murillo, y de quienes aún la siguen?

Otro eurodiputado, Javier Nart, volvió a encontrarse con viejos compañeros de guerrilla y reconoció que valió la pena jugarse la vida por un pueblo cuya reserva moral se transmite de generación en generación.

No vimos a Medardo, ni a Edwin Carache, ni al maratonista Alex Vanegas. No vimos a tantos que aún permanecen en la oscuridad de esta noche roja y negra que se va quebrando con el alba. De algunos, seguramente olvidaremos sus nombres y sus historias pasarán a contarse en familia. Pero habrá algo que nunca olvidaremos: cómo nuestras hermanas y hermanos de los pijamas azules siguen sosteniendo la sonrisa, como si recogieran las de aquellos que perdieron sus vidas y esperanzas, las de los golpeados y abusados o los que ya no tienen fuerza de abrir los labios. Entendimos el mensaje invencible de la sonrisa blanca sobre pijamas azules, colores de bandera de este país-revolución.

No sé quién cose y plancha los pijamas azules que llevan nuestras hermanas y hermanos presos. Sea quien sea, me gustaría pensar que los cose como caricias. El día de mañana, esos pijamas serán parte de un museo de la dignidad. Ni siquiera sé si son hombres o mujeres los encargados de coser esos pijamas.

Me atrevo a sospechar que son mujeres. Aún arrastramos demasiado machismo como para imaginarlo de otro modo. Mi propia madre también cosió mucho tiempo y sé del amor que hay detrás de ese oficio. Así que imagino a una mujer cosiendo de noche esos pijamas azules, y le encomiendo una aguja que no hiera, una plancha que no queme. Estoy seguro que algún día, usted, madre (si así me permite llamarle), también contará la historia de cómo los doblaba, recién lavados con olor a patio de primeras lluvias; de cómo los enviaba con cuidado. Hágalo con honor, madre, no se avergüence. Esos pijamas van a vestir la piel de la dignidad de un pueblo.

El autor es periodista y escritor.
@sancho_mas

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