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Economista Adolfo Acevedo. LA PRENSA/ARCHIVO

La actual crisis: entre la macroeconomía y las empresas

Como hemos venido insistiendo, el proceso de desaceleración de la actividad económica interna inició desde el segundo semestre de 2016. Desde entonces, diversos indicadores clave de actividad económica comenzaron a desacelerarse

Como hemos venido insistiendo, el proceso de desaceleración de la actividad económica interna inició desde el segundo semestre de 2016. Ese año, la construcción privada cayó 6 por ciento y la construcción residencial en 10 por ciento. Desde entonces, diversos indicadores clave de actividad económica comenzaron a desacelerarse. Esto estaría poniendo de manifiesto que había elementos de la demanda interna que comenzaban a debilitarse.

Recuérdese, por ejemplo, que la Encuesta de Medición de Nivel de Vida (EMNV)  2016 registró una caída del consumo de los sectores medios del 13 por ciento. Es interesante resaltar que este proceso de desaceleración estuvo fuertemente asociado al colapso de la cooperación petrolera venezolana.

En 2017 se acentuó el proceso de desaceleración. Esta vez la construcción privada volvió a caer 6 por ciento pero la construcción residencial cayó 15 por ciento. La venta de automóviles cayó 14 por ciento y la importación de bienes de consumo duradero cayó 7 por ciento. Indicadores como el consumo de energía eléctrica y de combustible mostraron una acentuada desaceleración. El número de afiliados activos del Instituto Nicaragüense del Seguro Social (INSS) desaceleró su crecimiento a un nivel más bajo que cuando se produjo el impacto de la gran recesión global de 2009. La inversión privada y la Inversión Extranjera Directa (IED) también mostraron caídas.

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Desde entonces, las ventas de un gran número de micro, pequeñas y medianas empresas (miypimes) comenzaron a resentirse, pero también las de algunas empresas medianas y grandes. La desaceleración se profundizó en el primer trimestre de 2018. El número de afiliados del INSS se redujo en 24 mil entre noviembre de 2017 y marzo de 2018. La política monetaria y fiscal marcadamente restrictiva implementada por las autoridades para apuntalar las reservas internacionales, ha contribuido a la desaceleración.

Una pregunta interesante es cuánto del actual deterioro del desempeño económico se hubiese producido de cualquier manera en ausencia de la actual crisis política.

La actual crisis ha contribuido a profundizar el proceso de deterioro del desempeño económico por su afectación sobre los dos componentes fundamentales de la demanda interna, el consumo y la inversión. La magnitud de esta afectación se explica por el hecho de que el gobierno, habiendo perdido toda legitimidad y el control sobre la población, ha respondido a la movilización ciudadana utilizando las instituciones públicas en su conjunto como aparatos represivos, y vinculándolas a fuerzas de choque, con lo cual, en lugar de ser fuentes de tranquilidad y confianza, se han convertido en causantes de temor, inseguridad e incertidumbre.

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Ante esta situación de inseguridad y completa incertidumbre, los hogares responden con un comportamiento fuertemente precautorio, limitando su gasto a los elementos estrictamente indispensables, o restringiéndolo ante la pérdida de ingresos.

Esto hace caer la demanda interna agregada de bienes y servicios destinados al consumo, y se refleja en la retracción de las ventas, la cual afecta de manera general pero diferenciada a los distintos sectores y ramas, en función, entre otras cosas, de la elasticidad ingreso de los respectivos productos, y de si se consideran de carácter de esencial o prescindible. La caída de las ventas y de los ingresos a su vez se difunde a través de la matriz de encadenamientos de la economía, según la densidad de estos.

Por otra parte, en un contexto de inseguridad e incertidumbre radical, en el que las instituciones dejaron de funcionar y ya no son fuente de confianza, se retrae también el otro gran componente de la demanda interna, la inversión, en particular la inversión privada y la IED. La caída de la inversión, y su efecto multiplicador, tienden a deprimir más la actividad económica.

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Aunque se suspendió la publicación de indicadores fiscales, la caída de la recaudación que con seguridad se ha producido, y la política fiscal sobre-restrictiva orientada  a apuntalar las reservas internacionales, con toda probabilidad han producido también la retracción de la demanda de bienes y servicios por parte del sector público.

Esto significa que el único motor de crecimiento de la actividad económica lo estarían representando las exportaciones netas de bienes y servicios, que continúan creciendo fuerte en términos de volumen, aunque con seguridad no lo suficiente para contrarrestar el comportamiento del consumo y la inversión.

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Para estar claros, la economía normalmente se recupera después de una caída o de una fuerte desaceleración. Pero deben considerarse dos cosas. Primero, los factores que estuvieron detrás de las tasas de crecimiento de 2010-2015 se han agotado. Segundo, la economía difícilmente podrá recuperarse mientras no se restaure la confianza, la seguridad y un grado razonable de certidumbre, que las actuales instituciones nacionales resultan incapaces de proporcionar.

El autor es economista

[email protected]

Economía Adolfo Acevedo Vogl Economía y Desarollo archivo

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