Los niños son el futuro de la humanidad y nacen para ser felices, dijo José Martí. Pero en la dimensión global del planeta eso sigue siendo una hermosa ilusión.
Con motivo de cumplir 70 años este domingo 11 de diciembre, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), ha informado al mundo sobre sus programas y actividades, llamando la atención al hecho trágico de que alrededor de 553 millones de niños en el mundo, uno de cada cuatro, “viven en países afectados por conflictos o desastres, a menudo sin acceso a ningún tipo de atención médica, educación de calidad o una nutrición y protección adecuadas”.
Se trata de países como Haití, en América Latina, azotado por gobiernos corruptos e ineptos y por terribles desastres naturales, como el terremoto del 12 de enero del 2010 y el huracán Matthew en octubre de este año. O, Siria en el Oriente Medio, devastado por la guerra y en particular por los bombardeos aéreos de Rusia, que sostiene a la criminal dictadura de Bashar al Asad, y de los países aliados que apoyan a los rebeldes.
Unicef fue creada el 11 de diciembre de 1946 por las Naciones Unidas con el objeto de atender a decenas de miles de niños huérfanos, hambrientos y abandonados de los países de Europa, Asia y África que fueron afectados directamente por la Segunda Guerra Mundial. Desde entonces Unicef extendió sus programas a más de 190 países, particularmente los más pobres, brindando atención a niños y madres que requieren apoyo.
Unicef se guía en la actualidad por los enunciados de la Convención sobre los Derechos del Niño, aprobada por la ONU en 1989 sobre la base del principio de que los niños tienen los mismos derechos que los adultos, pero merecen una atención especial por tratarse de seres que no han alcanzado su pleno desarrollo físico y mental.
Según la Unicef, de los 553 millones de niños que viven en países afectados por desastres y conflicto, alrededor de 50 millones de ellos han sido expulsados y desarraigados de sus hogares por conflictos armados.
Se trata de luchas criminales y anacrónicas por el poder que ya no deberían tener lugar. La comunidad internacional no solo debería preocuparse por paliar las consecuencias humanas y materiales de los desastres naturales y las disfunciones sociales, como lo hace Unicef en el ámbito infantil. También debería interesarse y tomar medidas políticas y jurídicas efectivas para que la guerra sea excluida en todas partes del mundo como medio de lucha por el poder, para que esta lucha se libre exclusivamente con procedimientos democráticos, como son la libertad de organización política, el pluripartidismo y las elecciones justas y transparentes.
De todas maneras, en ocasión del 70 aniversario de Unicef es justo y necesario reconocer y celebrar los grandes logros que esta bienhechora organización ha alcanzado. Y al mismo tiempo reconocer que es mucho lo que queda por hacer.
Los 553 millones de niños que sufren hoy por los desastres naturales y los conflictos armados así se lo hacen saber, con esas dramáticas cifras, a toda la humanidad.