Anoche Managua no se convirtió en manicomio por el beisbol, pero el Estadio Nacional albergó con nostalgia la última final del Campeonato de Primera División. El primer partido de la serie Dantos contra el Bóer se disfrutó con mucha comodidad, las más de 7 mil almas en el viejo coloso se deleitaron con los batazos explosivos, los doble play oportunos y las carreras de aliento. Nuestro pequeño beisbol había tomado dos colores, el rojo sangre de los pertenecientes al Ejército, y el blanco y rojo de los mimados de la capital.
Managua recibió la fiesta del beisbol con un chapuzón tardero, la lluvia apagó la calurosa tarde, le dio frescura al ambiente y evitó que en el interior del estadio se sintiera como una olla hirviendo. Las taquillas que fueron abiertas a las 1:00 p.m. estaban vacía de boletos de home plate desde las 4:30, si usted llegó tarde ¡Cómo lo siento! Porque los revendedores ofrecían a 150 y 200 el mismo boleto que horas antes se vendía oficialmente por 80 córdobas.
Según se conoció en la distribución de boletos, la directiva del Bóer colocó a la venta 3,300 entradas para home plate, 650 en mezzanini y 8,500 gradas en sereno, pero si algo denotaban los presentes era la comodidad con la cual estaban. Había agentes de la Policía Nacional en todas partes, personal del Sinapred y Defensa Civil distribuidos, todos los portones abiertos y muchos pasillos despejados.
Se incendió el público
El famoso “Negro del Patí” con su camisa del Bóer sorprendió al dirigirse al terreno de juego 15 minutos antes del “Play Ball”, tomó su vestimenta y empezó a echarle maldición a los Dantos, limpió el plato deseándole suerte a los Indios, mientras movía sus caderas tectónicas y todos reían como si estuvieran en un show de comedia, luego Keith Taylor el brujo de los Dantos, sacó sus muñecos del sarcófago e igualó en superstición antes del encuentro.
No obstante, lo que más dejó a los presentes con la boca abierta, fue cuando los Dantos llevaron el zoológico al estadio. ¡Sí, créalo! Cinco minutos previo al duelo, abrieron las puertas del jardín central, entró un camión con unas 10 personas rodeándolo y en el centro una jaula, ¿Qué iba adentro? Todos se preguntaban, y no era más y menos que un Danto, de carne y hueso, con su hedor y sus ruidos, era el éxtasis de la marea roja, la cual terminaron más emocionados con el triunfo diciendo: “Los Dantos son los Dantos…”.