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Jesús, vida

Soy agradecido

La verdad es que a todos nos sobran motivos para ser agradecidos a Dios y a los demás. Todo lo que hacemos, debe ser el resultado de nuestra gratitud por lo que Dios ha hecho por nosotros.

A nosotros nos ha tocado vivir en un mundo de puros derechos: se escriben cartas magnas sobre los derechos humanos, sobre los derechos de la familia, de los niños, de la mujer, de los mayores… Nos manifestamos y gritamos, cuando vemos que esos derechos no se respetan.

Hoy estamos tan ciegos con la defensa de tantos derechos que ya nos adjudicamos hasta el derecho de matar en defensa de nuestras posturas políticas, sociales y, lo que es más inconcebible, hasta de matar en nombre del mismo Dios. Tenemos siempre en la boca palabras como estas: “Es que yo tengo derecho a…”.

Lo que ya se nos está olvidando en este mundo de tantos derechos, es que cada derecho conlleva sus obligaciones. En todo caso, sin embargo, da la impresión que las obligaciones son siempre de los demás y no de nosotros.

En un mundo así, en el que nos creemos con derecho a todo, se hace muy difícil la presencia de valores como la gratuidad y el agradecimiento.

Cada vez va desapareciendo más de nuestro lenguaje la palabra “gracias”. Hasta los esposos pocas veces suelen decirse: “Gracias, mi amor”. Los hijos raras veces les dicen a sus padres: “Gracias, mamá, gracias papá”. Hasta con el mismo Dios somos desagradecidos.

La verdad es que siempre estamos dispuestos a exigir, pero pocas veces a agradecer. Nos creemos con derecho a todo.

Y mira la paradoja: el desagradecido es un pobre orgulloso que todo se lo cree y todo lo exige. Es incapaz de ver y agradecer el servicio que el otro le ha hecho con todo amor.

Se me viene a la mente la curación de los leprosos, Jesús nos hace ver la mezquindad e ingratitud de los nueve leprosos curados a quienes ni se les ocurre dar las gracias por la recuperación de su salud: “No quedaron limpios los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios sino este extranjero?” (Lc.17,17-18).

No es que Jesús les curara con el fin de obtener la recompensa del agradecimiento; pero quien recibe un servicio del hermano, sí debe sentirse obligado a hacerlo.
Quien no sabe ser agradecido con los demás, tampoco sabe ser agradecido con Dios.

Ser agradecidos: es reconocer el servicio que me han hecho con amor; es salir de nuestro yo para reconocer que el otro se nos da; es reconocer el apoyo y la solidaridad que los demás tienen conmigo; es ser gente de corazón noble.

La verdad es que a todos nos sobran motivos para ser agradecidos a Dios y a los demás. Todo lo que hacemos, debe ser el resultado de nuestra gratitud por lo que Dios ha hecho por nosotros.

Dar gracias es un valor humano y cristiano. Dar gracias debe ser un orgullo, como debe serlo también dar y darnos a los demás .

Religión y Fe Sacerdote Óscar Chavarría archivo

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