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Beasts of No Nation

Netflix revolucionó el negocio de la televisión con series originales como Orange is the New Black y ahora trata de hacer lo mismo por la distribución de películas.

Netflix revolucionó el negocio de la televisión con series originales como Orange is the New Black y ahora trata de hacer lo mismo por la distribución de películas. Hasta el momento los grandes estrenos siguen un camino de estaciones bien definidas: primero se revelan en un estreno teatral. Unos seis meses más tarde está disponible en cable y pague por evento. De 8 a 12 meses más tarde los servicios de streaming y formatos físicos de video casero (sí, el DVD sigue vivo). Poco después la televisión abierta. Los grandes estudios siguen este esquema, en acuerdo con los distribuidores y dueños de cines. Que una película nueva se saltara la exhibición teatral solía ser el beso de la muerte. Una señal de que la película era mala, indigna de la pantalla grande. Ya no más. Netflix y algunos distribuidores independientes están apostando a estrenos que atraviesan fronteras y plataformas: lanzamientos simultáneos en teatros y en línea, en todo el mundo. Es así como aparece Beasts of No Nation (Bestias sin Nación). La cadena Landmark, una especie de boutique para cine arte en EE. UU., programó la película en sus cines. Esto es particularmente importante, pues la exhibición teatral es requisito indispensable para aspirar al Óscar de la Academia.

Beasts of No Nation tiene al menos dos actuaciones merecedoras de nominación. La más posible es provista por Idris Elba, el carismático actor británico, mejor conocido en Nicaragua por ejercicios taquilleros como Thor , Prometheus y Pacific Rim . Aquí, Elba interpreta al Comandante, un despiadado mercenario haciendo de las suyas en un país africano sin nombre ni ley. Pero el verdadero protagonista es Agu (Abraham Attah), un niño convertido a la fuerza en un soldado. El espectador asume su punto de vista, y junto a él, es sometido a un brutal proceso de corrupción. El abuso sexual y el ejercicio de la violencia son ocupaciones cotidianas. Los devaneos políticos que abonan este sistema perverso son un confuso eco, pero a medida que avanza la historia matizan la figura del Comandante. De ser un monstruo pasa a ser un peón patético en un juego perverso.

El director Cary Joji Fukunaga tiene conciencia social. Véase su debut, la saga de migración centroamericana Sin Nombre (2009). También tiene sentido para el espectáculo.

Tome nota del misticismo y la imaginería febril de True Detective , su serie para HBO (Fukunaga produjo y dirigió todos los episodios de la primera temporada). Bestias se desarrolla en la confluencia de esas dos corrientes. La película se divide en tres actos. Al principio experimentamos la infancia idílica de Agu. La guerra complica la vida cotidiana, pero es patente su felicidad y la calidez de su familia. La entrada del Comandante y sus huestes abre el capítulo de la degradación, con situaciones que gradualmente corrompen al niño, “educándolo” en las artes de la muerte. Que Fukunaga y Attah logren que la violencia y la inocencia coexistan hace la película más perturbadora. En el capítulo final, el director invoca ¡Apocalipsis Ya! Pasamos de la realidad a la alucinación. Un epílogo inquietante sugiere la dificultad (¿imposibilidad?) de volver a la normalidad.

Este es el tipo de película que los circuitos comerciales programan cada vez menos: dramas con preocupaciones adultas. Por eso mismo debe verla: es traumatizante, pero muy buena. Además de distraer, el cine nos ayuda a entender la realidad. Bestias… pinta un escenario de pesadilla, pero dígame que eso no es pertinente en un país donde el sistema político convierte a los jóvenes en agentes de violencia.

* Beasts of No Nation está disponible en Netflix.com

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