“La Policía te está extorsionando pero ellos viven de lo que tú estás pagando”. Así inicia la canción del grupo Molotov que se convirtió en himno popular, desde 1997. Esta frase es fiel reflejo de la realidad que vivimos en Nicaragua. La combinación de la desinstitucionalización de la Policía Nacional, en paralelo con la emisión de una serie de leyes copiadas de contextos sociales desarrollados, han degenerado la política de seguridad ciudadana, convirtiéndola en una verdadera patente de corso en manos de los altos mandos, para despojar al ciudadano común de sus escuálidos ingresos. Así es como se ha implantado una política pública conscientemente diseñada y aplicada, para incrementar aún más la elevada carga impositiva que de ahora en adelante, deberá suplir la merma de los recursos que llegaban de Venezuela.
La ciudadanía nicaragüense ha sido víctima propiciatoria de la voracidad policial, durante los últimos meses. No hay un hogar nicaragüense que no haya efectuado cuantiosas erogaciones de dinero o especies a su favor, en forma de multas, elevados pagos de servicios, mordidas, extorsiones, y sobre todo: costos de transacción.
En el reportaje reciente sobre “la dura carrera de circular legal”, el Diario LA PRENSA calculaba el costo de los nueve trámites policiales (sin incluir multas y coimas) en un aproximado a los cinco mil córdobas por vehículo, cantidad que equivale a un salario mínimo y medio.
Sin embargo, estos no son los costos reales en que incurre el ciudadano común para poder circular legal, a ellos hay que añadir los “costos de transacción” que representa la pérdida de tiempo y dinero en la realización de los trámites, la cual está directamente relacionada con la ineficiencia institucional de la Policía Nacional para procesarlos. Aquí señalo factores tales como: instalaciones y equipos inadecuados, improvisados, obsoletos y mal ubicados; personal no idóneo y mal capacitado para ejercer sus tareas; cultura burocrática sin conciencia de servicio al ciudadano; horarios irregulares y caóticos; y procesos e instancias erráticas y desordenadas.
Esto hace que los costos de cualquier transacción que se haga, asciendan por lo menos el valor de un día de trabajo para el ciudadano común (cálculos conservadores los estiman para todos los propietarios de vehículos, entre ocho y diez millones de dólares anuales). Como han expresado los economistas institucionales, los costos de transacción equivalen a un impuesto adicional a la producción nacional que debe ser trasladado al consumidor final.
También hay que considerar los costos que genera al ciudadano la desinstitucionalización de la Policía Nacional, en los ámbitos de la seguridad ciudadana. Entre ellos: la designación arbitraria de unos pocos talleres para emitir certificados y servicios, los cuales son asignados a allegados y familiares; la falta de cumplimiento de los deberes de la Policía en cuanto al orden público, ha conducido a la privatización de las funciones policiales, mediante la creación de empresas privadas que brindan servicios que por derecho son públicos y gratuitos; al pago de celadores que pululan por todas partes, al aumento de las pérdidas por delitos que quedan impunes.
Recientemente, el Fisco ha reportado un superávit de recaudaciones de cinco mil millones de córdobas, procedentes de ingresos extra presupuestarios, es decir de multas y otros rubros. Esta cifra establece aproximadamente la magnitud de la extorsión que estamos sufriendo y que seguirá aumentando.
Como dice la canción de Molotov: “Si le das más poder al poder más duro te van a venir a coger”. Frente a esta situación es necesario que mientras los rapaces del poder se reparten nuestros despojos, los ciudadanos nos indignemos y rechacemos este nuevo ucase del zar criollo.
Concluyo con las últimas estrofas de Molotov que nos caen como anillo al dedo:
“¡Que se sienta el power que se sienta! Todos juntos como hermanos; porque somos más, jalamos más parejo.
¿Por qué estás siguiendo a una bola de pendejos que nos llevan por donde les conviene?
Y es nuestro sudor lo que les mantiene; les mantiene comiendo pan caliente; ese pan es el de nuestra gente”.
El autor es PhD en Ciencias Políticas
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