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Melvin Sotelo Avilés

Capitalistas y políticos salvajes

Mucho se habla del capitalismo o los capitalistas salvajes, pero aunque están ahí, pocos se refieren al político salvaje, ambos pertenecen a la misma especie. Mientras el capitalista salvaje es amante del dios mercado, el político salvaje lo es del dios Estado. Mientras uno se apodera de la riqueza, el otro lo hace del poder.

El capitalista salvaje utiliza su supremacía económica para controlar el mercado arrasando con toda posible competencia. El político salvaje monopoliza el sistema político produciendo una situación de asimetría entre las fuerzas políticas.

Los capitalistas salvajes concentran la riqueza en pocas manos generando desigualdad económica y profundización de la pobreza. Los políticos salvajes lo hacen de los mecanismos institucionales para arrollar a las otras fuerzas políticas.

Mientras el capitalista salvaje trata de eliminar al Estado de su función de regulador para adueñarse del mercado; el político salvaje se alza con todos los poderes del Estado, subordinando las leyes a sus intereses personales para someter a los adversarios a su arbitrio, no habiendo más reglas que las impuestas por él. Ambos son depredadores y discípulos de Darwin, tienen la convicción que de acuerdo con la selección natural sobrevive el más fuerte. Mientras uno mata al mercado, el otro aniquila al Estado de Derecho.

El capitalista salvaje practica el darwinismo económico, acapara los medios de producción, impone los precios a su antojo de lo que compran, sean estas tierras, productos alimenticios de consumo, para luego hacer lo mismo cuando los venden, especulando con los precios aunque sean estos productos de primera necesidad. El capitalista salvaje ejerce la dictadura económica y niega a las grandes mayorías una vida digna.

El político salvaje practica el darwinismo político, subordina los intereses partidarios y de la nación a los personales, impone su hegemonía ideológica, su sistema de organización de la sociedad, su agenda política, concentra los medios de comunicación y utiliza las fuerzas de coerción públicas a su conveniencia para reprimir la disensión política, en tanto reparte migajas a sus seguidores y a los operadores políticos de las otras fuerzas que legitiman su régimen, no teniendo más derecho que el de berrear. El político salvaje ejerce una dictadura política, niega a los ciudadanos la libertad, su derecho a elegir y organizarse para optar al poder.

El capitalismo salvaje crea un espejismo del libre mercado regulado por la mano invisible, con lo cual se logrará la democratización de la riqueza, obviando que en el corazón del mismo prevalece la estructura y los intereses de clase. El político salvaje crea la ilusión de que todo futuro será mejor, prometiendo a sus ciudadanos obras faraónicas que sacarán al país del subdesarrollo.

Para el capitalista salvaje no existe la nación, no le importa acabar con los recursos no renovables y el ecosistema; el político salvaje con tal de estar en el poder la negocia con extranjeros que representan oscuros intereses geopolíticos.

La Ley 840 es el caso más evidente de la conjugación de intereses entre un capitalista y un político salvaje, ambos han firmado el acta de defunción del Estado de Derecho; dando como resultado un Estado-Nación partido en dos, nuestros recursos naturales serán desguazados, el lago de Nicaragua será dinamitado, a como lo están siendo nuestros derechos. Con esa lógica de pensamiento salvaje, los nicaragüenses, al igual que el lago, terminaremos salados. Rubén Darío lo dijo con claridad en su poema Canto de Esperanza : “Un gran vuelo de cuervos mancha el azul celeste (…)”.

El autor es sociólogo.

Opinión desigualdad económica pobreza archivo

COMENTARIOS

  1. Hace 10 años

    El político salvaje puede adquirir la otra categoría o sea convertirse en político y capitalista salvaje o viceversa el capitalista salvaje adquiere la otra categoría y se convierte en capitalista y político salvaje y ambos apuntan a la democracia de su conveniencia.

  2. fernando
    Hace 10 años

    ¡También soy un discípulo de Darwin!.Sé que suena extraño porque nos han indoctrinado con la idea de que en una sociedad democrática tienen que haber muchas “fuerzas políticas”, pero en una sociedad verdaderamente democrática solo puede haber una fuerza política: la del pueblo. No se puede servir a dos amos al mismo tiempo sin traicionar a uno de los dos alguna vez.

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