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La paradoja chilena

Carlos Alberto Montaner

Michelle Bachelet regresará pronto a la casa de gobierno en Chile. La quieren y, probablemente, lo merece. Ya pasó por La Moneda y abandonó el poder con un altísimo grado de aprobación. Sin embargo, esta vez la han votado para que gobierne de otro modo y lo ha prometido. Habrá salud y educación “gratis”. Va a echar las bases del Estado Benefactor.  El gasto público, claro, aumentará sustancialmente, y con él la alegre legión de los funcionarios. 

No hay duda. Existe inconformidad en el país con el modelo chileno, pese a sus inmensos éxitos y al hecho innegable de que es hoy la primera economía de América Latina. ¿Por qué? Según Mauricio Rojas, “se trata de un largo proceso que tuvo su espectacular eclosión en el año 2011, con grandes movilizaciones sociales que lograron instalar un discurso antisistema que cuestionó los pilares del modelo chileno”.

Y agrega más adelante: “El centroderecha chileno creyó que la eficiencia del sistema le daría automáticamente legitimidad y apoyo y descuidó el terreno donde realmente se decide el derrotero de las sociedades: el de las ideas”. Esto lo ha escrito, muy preocupado, en un artículo titulado: “Chile, rumbo al Estado benefactor y la democracia chavista”.

Mauricio Rojas sabe de lo que habla. En su juventud fue un marxista fiero, miembro del MIR, y tuvo que exiliarse tras el golpe de Augusto Pinochet para que no lo mataran. Se fue a Suecia. Allí, felizmente, se desasnó. Obtuvo un doctorado en economía en la Universidad de Lund y abandonó las bobas  supersticiones marxistas. Luego entendió los errores del Estado benefactor. Fue diputado por el partido Liberal y vivió intensamente la rectificación de los excesos cometidos por los socialdemócratas, especialmente tras la crisis de los años noventa.

Suecia era uno de los países más habitables del planeta, pero el excesivo gasto público —llegó a ser el 67 por ciento del PIB— y la intervención del Estado acabaron ahogando la iniciativa de la sociedad civil y arruinando las finanzas. Tras el batacazo, los sucesivos gobiernos suecos, además de recortar gastos, aprendieron a depender más del sector privado y a recurrir al mercado mediante sistemas de vouchers que le devolvían a la sociedad la facultad (y el derecho) de elegir. Lo público y lo privado se armonizaron.

La discusión, pues, no debe ser sobre si es conveniente o no erigir un Estado benefactor. El tema de fondo es otro: ¿produce suficiente riqueza la sociedad para sostener un modelo de convivencia en el que las personas dispongan de casas confortables, comida variada, ropas adecuadas, estudios y sanidad de calidad, transporte, comunicaciones, diversiones e infraestructuras eficientes? Todo eso es grato, pero cuesta mucho.

Los países escandinavos no están a la cabeza del confort planetario porque decidieron crear Estados benefactores, sino porque generaron un tejido productivo en el sector privado que les permitió segregar sociedades como las que vemos en Suecia, Noruega, Dinamarca o Finlandia.

Suiza es Suiza, o Austria es Austria no porque los bondadosos políticos y funcionarios de esas naciones decidieron dotar a esas sociedades de un alto estándar de vida y repartir la riqueza, sino porque el país cuenta con un aparato empresarial privado altamente competitivo que crea empleos bien remunerados y paga impuestos. Aquí no hay duda de si viene primero el huevo o la gallina.

Esa es la asignatura pendiente de Chile. El país, sí, va muy bien, pero no tanto como otros y gracias a las exportaciones de cobre, salmón, vino, vegetales y poco más. Como dice el profesor de Harvard, Ricardo Hausmann: “Las únicas cosas nuevas que ha desarrollado son las AFP (el estupendo sistema privado de jubilación creado por el economista José Piñera), Falabella y Cencosud (tiendas, supermercados). El país tiene sorprendentemente pocas empresas globalmente competitivas, y eso muestra una falta de diversificación que debiera preocupar”.

El gobierno que necesitan Chile y todos los países no son los que se proponen, primordialmente, distribuir las riquezas, sino los que deciden estimular la creación de empresas privadas vigorosas, competitivas y diversificadas que alimenten y sostengan la aparición de clases medias educadas y, de paso, costeen un Estado eficiente. ¿Cómo se hace eso? Ojalá la señora Bachelet lo descubra antes de provocar un descalabro.

El autor es periodista y escritor. Su último libro es la novela Otra vez adiós. ©FIRMAS PRESS.

Opinión Michelle Bachelet paradoja archivo

COMENTARIOS

  1. JUSTICIA
    Hace 10 años

    Que triste como califica este ultra derechista a las personas que no han logrado pasar por una universidad,les llama asnos ante dios todos somos iguales, la ideología no cuenta,creo que el capitalismo como sistema económico esta agonizando,necesitamos sistemas mas justos donde las desigualdades entre los ricos y pobres sean menos abismales,queremos gobiernos que controlen y protejan al mas pobre, sin exclusiones, con justicia en un estado de derecho para todos,sin ver ideologías o religion

  2. Nicanor
    Hace 10 años

    Esperamos hacer las cosas por nosotros mismos o cómodamente esperamos que Papa Estado lo haga por nosotros?. Este ultimo está probado que lo puede hacer, pero, a un costo muy alto, por lo tanto, no es rentable.Y si hilamos fino hasta la libertad se nos puede ir por el botadero.!Cuidado Cxhilenos! No les vaya a salir el tiro por la culata.

  3. Gilberto Urtecho
    Hace 10 años

    Ojalá que la Sra. Bachelet lea los conceptos vertidos por Montaner en su orientador artículo. Los esquemas obsoletos, de corte marxista, han comprobado en la URSS,la China,Cuba y en algunos países seguidores,que los resultados son siempre los mismos:Escasez, ignorancia, insalubridad y miseria galopante (excepto en los círculos mandantes). Otro ejemplo actual es USA,donde la deuda y el costo de vida han llegado a niveles prohibitivos con la aplicación de la doctrina de Saul Alinsky.

  4. Poto Barrios
    Hace 10 años

    Totalmente de acuerdo con Urtecho y con Nicanor. El capitalismo no está agonizando y una prueba fehaciente es que tanto Rusia como la China están utilizando los modelos de libre empresa.Es justo proteger al más pobre pero no destruyendo al más rico. Mario Moreno el estraordinario comediante y gran filántropo mexicano dijo en una ocasión:”No hay que acabar con los ricos,hay que acabar con los pobres”. De lo contrario tendremos países miserables como Cuba, Venezuela y tuti quanti.

  5. Denso
    Hace 10 años

    De acuerdo con PotoBarrios

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