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El amor por los demás

Era apenas una chavala recién casada cuando se mudó con su esposo a una de las ciudades más distinguidas de la Nicaragua de finales de los años cincuenta. Recién cumplía 20 años y Cecilia Chamorro empezaba un nuevo romance con la ciudad donde hasta el sol de hoy habita, Granada.

Por Róger Almanza G.

Era apenas una chavala recién casada cuando se mudó con su esposo a una de las ciudades más distinguidas de la Nicaragua de finales de los años cincuenta. Recién cumplía 20 años y Cecilia Chamorro empezaba un nuevo romance con la ciudad donde hasta el sol de hoy habita, Granada.

Acostumbrada a la capital se alistaba para acomodarse a un nuevo ritmo y al clásico trabajo de las señoritas de la época, ama de casa.

Con sus calles apacibles y sin tanto ajetreo, donde solo los granadinos eran dueños y señores de la ciudad. De aquellas tardes cuando en sillas mecedoras disfrutaban el atardecer y platicaban del día. De la calle La Calzada de hace medio siglo, cuando un solo chele causaba curiosidad. De esos recuerdos hoy queda la nostalgia en doña Cecilia, ahora una mujer de 73 años, viuda y con la gracia de compartir su vida con cuatro hijos.

HIJA DILECTA 

“Es importante estar dispuesta a apoyar en lo que tu ciudad necesite”, comenta hoy doña Cecilia que hace un mes fue nombrada con la distinción de hija dilecta de Granada.

Las razones las conoce la ciudad. Doña Cecilia abanderó la construcción del nuevo hospital San Juan de Dios y logró la construcción de la capilla. “Cómo no iba a luchar por una capilla, si es de lo más importante, la salud del alma”, asegura doña Cecilia.

Lograrlo no fue tarea fácil, sin embargo, amistades, contactos y mucha disposición estuvieron presentes.

“Jamás había escuchado de hijos dilectos”, comenta doña Cecilia con una seriedad que lucha por esconder una sonrisa. “Hasta que vine a Granada… aquí algunos parientes fueron también reconocidos con esta distinción”, agregó.

“Cuando logramos el contacto con los japoneses. Queríamos en principio que nos compusieran el hospital viejo, pero presentaron una maqueta y nos dijeron o aceptan esto o lo hacemos en Estelí. Por supuesto se dijo que sí. Lo único que pidieron los japoneses era el terreno donde construirlo”, recuerda doña Cecila. 24 horas pasaron y ella ya había conseguido dos manzanas de tierra para la construcción del hospital, y había logrado que la entrada al terreno fuera donada por amigos dueños de esas tierras, y así el sueño de un hospital digno se hacía realidad.

“Cuando se abrieron las esperanzas con la donación de Japón, conseguir el terreno y motivar, sobre todo motivar y entusiasmar a las personas con capacidad de ayudar para realizar ese sueño de tener un hospital moderno y bien equipado, en Granada fue uno de mis grandes empeños”, dijo doña Cecilia en su discurso de agradecimiento como hija dilecta de Granada, el pasado 29 de septiembre.

¿Alguna vez se imaginó ser nombrada hija dilecta? “Jamás se me ocurrió. La verdad nunca hice nada pensando en que me darían un reconocimiento. Recibirlo es muy gratificante y no voy a negar que me gustó”, asegura doña Cecilia.

Hace 53 años Granada era un lugar más tranquilo desde la perspectiva de doña Cecilia y ayudar, comenta, era más fácil.

Antes del triunfo de la Revolución Popular Sandinista, doña Cecilia visitaba el hospital de Granada para brindar servicio social. Aquí reconoció lo bendecida que era. “No hay mayor razón para darle gracias a Dios que hacerlo por todo lo que en la vida recibes, y es de esa forma en que uno será juzgado, en la medida que diste”, afirma doña Cecilia.

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Se involucró aún más al servicio del hospital después del triunfo de la revolución, hasta que una mañana “un hombre en la entrada me dijo que ya no podía seguir llegando, y ni modo, me subí de nuevo a mi carro y partí”, recuerda doña Cecilia.

Fue hasta 1990 cuando regresó al hospital. “Fue una escena de terror. Los enfermos estaban en carpas y las monjas estaban recluidas en un espacio separado con alambres”, recuerda doña Cecilia.

“Lo más urgente es un aire acondicionado”, le comentó un médico amigo. En esos días, el quirófano no estaba acondicionado y el calor hacía sudar a los médicos. “Las gotas de sudor solían caer en las heridas abiertas de los pacientes”, le decía el médico a doña Cecilia.

“Yo inicié a trabajar en ello, hicimos una rifa de un boleto aéreo para comprarlo. No había aire acondicionado en el país en ese momento y lo tuvimos que mandar a comprar a Estados Unidos”, cuenta.

Desde entonces su trabajo por la salud en la ciudad de Granada no ha parado. Su relación con organismos no gubernamentales ha logrado el apoyo desde sábanas hasta equipos hospitalarios, desde hilos, hasta máquinas de anestesia.

“Me enamoré de Granada y vivo feliz aquí. Ya no vivo en el centro de Granada, ya no es el mismo y solo ha quedado una cierta añoranza de aquella tranquilidad”, comenta doña Cecilia.

::: ¿Es cierto que el granadino es fachento?

—Sí, tenemos esa fama.

::: ¿Ya se siente granadina entonces?

—Me siento completamente granadina, pero no fachenta.

Nombrada hija dilecta de Granada.

La Prensa Domingo amor hija dilecta archivo

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