(A la memoria de Pablo Antonio Cuadra)
No habrá reposo en el más allá ante tus ojos en el extramundo con piel de corteza, sangre de savia. ¿Conoces tú las estrellas-raíces? Que el Río Blanco se lleve tu canto. Beberás de las aguas del olvido, un gigante del paisaje escrito. ¿Eres Omniarboreae cuadrensis? Pienso en cómo te has propagado, todos los árboles el Árbol, fibra de Ceiba-poema, vuelo más alto que Ometepe, vas por los mares del verbo, tu plasma de nísperos y zapotes, carne que alimenta a los dioses Tu jocote enraíza en el amor, el jícaro de tu cabeza se toca, eres la farmacopea que cura, la salida verde de la extinción. ¿Sabremos oír tu mundo que es más que humano?
LLUVIA
Creo que la lluvia nos ayuda a vernos como si no fuéramos menos que las gotas que atraviesan los pétalos del cosmos. En el ángulo de la lluvia hay respuestas. En las gotas que caen caben otras. Me veo rodando desde la piel de las flores.
DESPUÉS DE LA COSECHA
Agachados, y con sus machetes cantando paralelos a la tierra, ¿cuántos puñados de tiempo logran limpiar cada hora de cada día, de cada vida? Con esos brazos bien afilados sonando trabajan en los cafetales como si cada tronco fuera el cuello de un ser amado. Por sus manos aprendí a conocer a los nómadas de este ejército imprescindible sin amparo, sin casa. Esparcidos en el campo, perdidos entre la maleza, sus dedos amputados siembran sus raíces en lo finito.
PADRE NUESTRO
Líbranos de las cumbres que respiran el polvo que somos. Líbranos de estas quebradas que tragan el sol y la lluvia. Líbranos de la choza de paja y el humo de cada comida. Líbranos de los huesos de nuestros hijos, este arado, esta bolsa vacía. Líbranos del vientre donde tu rostro pequeño vivía hasta que toda esta muerte nació.
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