Un perdón que más bien condena
Eduardo Enríquez
El presidente de Ecuador, Rafael Correa, decidió esta semana “perdonar” a los directores del diario El Universo y a su exeditorialista Emilio Palacio, luego que los había demandado por la publicación de una columna escrita por Palacio que supuestamente había manchado el honor del mandatario.
En la demanda Correa exigía tres años de cárcel para los demandados y ochenta millones de dólares como compensación.
Como siempre ocurre en los remedos de repúblicas donde todas las instituciones sucumben al capricho de los dictadorzuelos de turno, no importó lo desproporcionado de la demanda ni que la misma ley ecuatoriana contemplara otro tipo de penas en caso que, se concluyera, que en efecto el escrito había mancillado el honor del presidente. Los demandados fueron condenados como exigía Correa, aunque lo que debían pagar era 40 millones y no 80 millones de dólares, según la decisión de la “justicia” ecuatoriana.
El fallo envió un estremecedor mensaje no solo a los periodistas y críticos del gobierno en Ecuador sino a los que vivimos en el resto de países que pertenecen a la Alianza Bolivariana (Alba), particularmente en Venezuela, Bolivia y Nicaragua. De Cuba ni hablemos.
Sabiendo que lo que sucede en un país del Alba de alguna manera y en algún grado se replica en los otros y conociendo la decisión que esa asociación de dictadores había tomado apenas a inicios de febrero en la que habían asegurado que responderían a la “guerra mediática” a la que supuestamente son sometidos, no era de extrañarse que la libertad de expresión en estos países fuese sometida a más presiones.
Pero entonces vino Correa y en un supuesto acto de magnanimidad decidió “perdonar” a los condenados que ya habían optado por el exilio al verse en la indefensión y perdonó también a El Universo, que de tener que pagar semejante multa era claro que iba a desaparecer.
Correa usó un acto oficial para anunciar que había decidido “perdonar a los acusados, concediéndoles la remisión de las condenas que merecidamente recibieron… Hay perdón, pero no olvido”, señaló.
Muchos se apresuraron a “agradecer” el gesto. Sin embargo, este gesto tiene un triple efecto de condena que no se puede pasar por alto.
Primero, toda la pantomima montada por Correa, incluyendo el perdón, lo condena a él como un dictador y para colmo un dictador histriónico.
Quizá el más histriónico del Alba, ya que debemos recordar que lo que ahora termina con el “perdón” comenzó con otro teatro el 30 de septiembre de 2010 al entrar él al regimiento de Quito donde habían policías amotinados en protesta por un recorte a sus beneficios y donde gritó su famoso “mátenme si les da la gana, mátenme si tienen valor”. Esa imprudente payasada provocó varias muertes.
Con todo esto queda claro que es Correa y solo él quien decide quién es condenado, quién es perdonado, cuándo y por qué. Ningún ecuatoriano está a salvo del capricho de este señor. Con su supuesta magnanimidad más bien demostró que el Estado es él y en ese sistema no hay seguridad alguna. Todo depende del humor del caudillo y por lo tanto el mensaje que quería dejarle claro a todos los ecuatorianos cumplió su cometido con perdón o sin perdón.
Esto nos lleva a la segunda condena. La condena a la Libertad de Expresión. Al quedar todo mundo claro que Correa puede condenarte a tres años de cárcel y dejarte en la calle solo por un parrafito que no le gustó ¿quién se va a atrever a decir esta boca es mía en Ecuador? Desgraciadamente de ahora en adelante y con mayor fuerza que nunca en ese país reina la autocensura.
Ya don Rafael no tendrá que preocuparse por perdonar a nadie más pues nadie en su sano juicio se expondrá a provocar su ira sabiendo que no hay institución que garantice sus derechos. ¿Y si la próxima vez don Rafael no está de ánimo para perdonar?
El tercer condenado es el futuro de Ecuador. Un país sin institucionalidad y sin Estado de Derecho está condenado a permanecer tullido en cuanto a su libertad, pero también en lo que respecta a su desarrollo económico. Si no lo sabremos los nicaragüenses…
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